Novela

Care Santos echa a volar una plaga de estorninos sobre Manhattan

La escritora noveliza la vida de Eugene Schieffelin, un ornitólogo aficionado que introdujo con nefastos resultados los estorninos en América, jugando a dar por bueno el mito que le atribuye una inspiración shakespeariana

Care Santos

Care Santos / Elisenda Pons

Ernest Alós

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De Eugene Schieffelin, un discreto rentista de la alta sociedad de Nueva York, apenas quedan dos noticias fidedignas: dos columnas en ‘The New York Times’, una reseñando su muerte y otra, el acto por el que su nombre ha perdurado: la liberación de varias decenas de estorninos traídos de Londres en Central Park, de los que descienden los millones de ejemplares que colonizaron Estados Unidos. Y un mito desmentido: que su objetivo era que procreasen en América todas y cada una de las aves citadas en las obras de Shakespeare. Un esqueleto más que suficiente para que Care Santos armase con él su última novela, ‘El boig dels ocells / 'El loco de los pájaros’ (Columna / Destino). Con esto, más unos familiares con bastante más historia, personajes secundarios oportunos, un Manhattan semirrústico, los primeros pasos de la prensa sensacionalista...

Todo fue culpa de la pandemia. El libro y la nueva afición de Santos por las avess. “Pero primero vino el personaje, al que encontré en un libro extraño que compré en la librería Strand de Nueva York y que tenía en una pila para leer; lo hojeé, me topé con este hombre y pensé inmediatamente que tenía que escribir sobre él, pero, ¡quina feinada! El personaje no era comprensible sin Nueva York, que es una ciudad que me entusiasma, y necesitaba un trabajo ingente de documentación. Lo guardé para más adelante, pero días después llegó la pandemia. Y si alguna cosa nos trajo la pandemia fue tiempo para hacer cosas que no podíamos hacer antes”.

Mito desmentido, pero...

Durante un tiempo se ha repetido que Schieffelin acarició el proyecto de introducir en Estados Unidos todas y cada una de las aves citadas en las obras de Shakespeare. Ni que fuese una sola vez como el estornino, en este caso, en ‘Enrique IV’. “A efectos narrativos funciona, aunque ahora parece que se ha puesto en duda. Pero hay casualidades, como que Schieffelin montara la Sociedad Americana de Aclimatación poco después de que se publicase el libro de James Edmund Harting ‘Ornithology of Shakespeare’. El libro pudo inspirar esa ocurrencia o, si no, a quien se inventó esa ocurrencia, pero es una leyenda tan bonita que se prestaba a novelarla”.

Y a eso se puso la escritora, a documentarse sobre el Nueva York de ese periodo, y sobre la ornitología. “Yo nunca me había fijado en las aves. Empecé cuando escribí esta novela y es una pasión que me ha quedado. Ahora soy capaz de identificar especies, se para un pajarito en el árbol que tenemos delante de la ventana de la cocina y dice mi hija, mira, una ‘mallerenga blava’. Y ya les hemos puesto un bufet libre en el patio. Nos ha cambiado la manera de mirar. A veces una novela es la oportunidad de profundizar en lo que te gusta, y a veces para descubrir cosas nuevas. Yo me quedé perpleja al darme cuenta de qué poco caso le había hecho a algo que siempre había estado a mi alrededor”.

El personaje creado por Santos descubre la naturaleza en su infancia en un norte de Manhattan aún rural y entra en contacto con la Sociedad Británica de Aclimación mientras reside en Londres para escabullirse de la guerra civil. Esa práctica, introducir animales europeos en otros continentes, e importarlos también, “desde el punto de vista actual ecológicamente parece una puta salvajada”. Y que se lo digan a los australianos con los conejos. Aunque desde el punto de vista colonial tendría todo el sentido. Sí estaban matando a los indios para instalarse ellos, ¿porque no colonizar también con pájaros europeos? Si absorbían todos los recursos que podían de sus colonias, ¿por qué no también los animales? “Todo esto es hijo, primero, de aquella euforia del siglo XIX, en que todo era posible porque la tecnología comenzaba a hacerlo todo posible. No era ni imaginable entonces que se hablase de cómo las especies invasoras pueden perjudicar los ecosistemas”, explica Santos. Aunque, como le dijo el naturalista Jordi Sargatal, “tiene narices que la especie humana diga de alguna otra especie que es invasora si nosotros somos la especie más invasiva que ha habido sobre el planeta, y la más destructiva".

La actitud del hombre hacia la naturaleza es un síntoma de los valores de cada momento. Que no solo van en el sentido de una mayor sensibilidad ecologica. “Ahora hay todo un movimiento en Estados Unidos, con muchos muchos vídeos en internet de gente que explica cómo matar estorninos para salvar las aves autóctonas, en el que muchas veces detectas una forma de racismo nada sutil”. Un buen debate, el del nativismo ante las especies exóticas.

¿Locos por los pájaros?

A pesar del título, Care Santos no se complace en retorcer la excentricidad del personaje. “Hay un rasgo común que he encontrado y en la que he basado la infancia de mi personaje, que es el momento de la descubrimiento de la naturaleza, de fascinación primera, algo que he encontrado tanto en las memorias de naturalistas del pasado como de los ornitólogos con los que he tratado. Se lo ha querido regalar a mi personaje porque necesitaba una justificación. La casa de campo de la familia se levantaba en un entorno entonces totalmente rural al que la gente no quería ir pero donde hoy se levanta el barrio de Manhattanville y una de las instalaciones más importante de la Universidad de Columbia, un lugar nada bucólico, vaya. Aunque hay allí en la orilla del río un parque, River Park, con el que aún te puedes imaginar cómo era aquello cuando aún no había ciudad. Lleno de estorninos, por cierto, algo que me emocionó bastante porque parecía hecho expresamente”.

Nellie Blye y su pulso con Julio Verne

Pero más allá del discreto matrimonio Schieffelin, la escritora busca en el periodismo y la alta sociedad de Londres personajes que les sirvan de contrapunto. Como la audaz reportera Nellie Blye, la que se propuso bajar la marca de ‘La vuelta al mundo en 80 días’ para el ‘New York World’ de Joseph Pulitzer. “Tenía muchas ganas de hablar del papel de la prensa, del momento del nacimiento de un nuevo periodismo, con el enfrentamiento entre el ‘New York Times’ y el ‘New York World’ de Pulitzer, un tío con pocos escrúpulos que se inventó una prensa muy sensacionalista, y allí encontre a Nellie Blye, que me pereció un personaje fantástico”. Nada más y nada menos que una pionera del periodismo gonzo, capaz de ingresar en un psiquiátrico bajo identidad falsa para relatar la experiencia en su diario.

“Siempre estoy dando vueltas al siglo XIX. Creo que soy un error cronológico, he nacido tarde, aunque claro en el XIX convenía nacer en un sitio, y no en otro, pero me interesa mucho, como todos los momentos de transición. El segundo tercio es fascinante porque el mundo está cambiando, se inventaron el mundo tal y como lo conocemos ahora”, explica la autora de ‘El boig dels ocells’. Pero vivir narrativamente en ese periodo tiene un peligro. “Corría el riesgo de intentar escribir una novela del siglo XIX y busqué la manera de evitarlo a través del tono del narrador omnisciente, un poco cínico e irónico, que tuviese complicidad con el lector. Y una estructura que no sea cronológica, como una forma de sacar al lector de la historia, que el ritmo y el tono huyeran de hacer una copia de la novela decimonónica”.

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