LIBROS

'Barrio Venecia', la novela sobre la derrota de la clase obrera de las periferias

El escritor y filósofo Alberto Santamaría recuerda su infancia en un entorno industrial en el que el capitalismo salvaje marcó la vida de varias generaciones de cántabros

El escritor Alberto Santamaría, autor de ’Barrio Venecia’.

El escritor Alberto Santamaría, autor de ’Barrio Venecia’. / CEDIDA

Eduardo Bravo

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Entre el final de la Guerra Civil y 1962 se levantó en Santander Barrio Venecia, un asentamiento que hubiera fascinado a Erwin Schrödinger desde el momento en que existió y, al mismo tiempo, nunca existió. En palabras del escritor Alberto Santamaría, "se trataba de un abismo en el que familias pobres habían construido unas precarias casas de madera" que nunca estuvieron oficialmente reconocidas.

La paradoja es aún mayor si se atiende a que, para que Barrio Venecia finalmente existiera, antes tuvo que desaparecer. "Fue la edificación de la fábrica Candina y de las casas para los trabajadores lo que permitió 'legalizar' ese territorio. Sobre la base de la destrucción de las viejas casas de madera y alrededor de la fábrica se erigió el nuevo barrio. Todo ello auspiciado por unos niveles enormes de corrupción dentro de las elites franquistas de la ciudad", relata Santamaría.

Tanto ese primer asentamiento que no existía oficialmente como el que finalmente se legalizó alrededor de la empresa Candina, se anegaban cada vez que la marea del Cantábrico subía. En consecuencia, Barrio Venecia no era el nombre real del lugar, sino una denominación popular que incluía tanto humor como amargura y una cierta sensación de derrota porque, apunta Santamaría, "de fondo el capitalismo operaba para ir devorando el barrio".

La familia socialista

Alberto Santamaría pasó su infancia y parte de su juventud en el Barrio Venecia erigido por Candina, empresa dedicada a fabricar derivados de la grasa. Su entorno industrial, sus desguaces y su abandono urbanístico han inspirado, en mayor o menor medida, toda la obra de este filósofo, poeta y prosista. Especialmente su última novela, Barrio Venecia, que forma parte de Episodios Nacionales, la colección de la editorial Lengua de Trapo que repasa diferentes eventos o realidades de la historia española reciente, desde la Transición a la actualidad.

"No hay libro mío en el que de un modo u otro no estén presentes esas cuestiones y esas imágenes, pero no fue hasta hace un par de años cuando me propuse dar un cierto orden a toda esa historia desperdigada por ahí, darle otro ritmo, situarla incluso históricamente. El punto de partida o la causa de su escritura es el momento en que tomé conciencia de que, a partir de ese día, yo era mayor que mi padre. En ese momento empecé a escribir este libro en el que me descubro metiéndome a mí mismo en la historia, que es la mía".

Si bien Barrio Venecia es una novela en la que tiene un gran peso la autobiografía de su autor, "al menos todo lo autobiográfico que pueda ser la narración basada en la memoria", el libro es también un relato sobre el cierre de la fábrica Candina y el desmantelamiento del tejido industrial del país llevado a cabo por los diferentes gobiernos socialistas. Unas decisiones que abocaron al paro y la precarización a buena parte de la clase trabajadora del lugar que, a pesar de la lucha realizada para defender sus puestos de trabajo, fue completamente derrotada.

"Siempre que aparece este tema, retomo aquellas palabras de Rosa Luxemburgo, que decía algo así, y cito de memoria: 'los errores cometidos por la clase trabajadora en su intento de cambio son de un valor incomparablemente mayores que la infalibilidad del mejor de los comités centrales'. En mi caso he tratado de narrar una derrota, pero también una puerta abierta porque no debemos dejar de recordar que, en la derrota y en el error, hay siempre un avance", explica Santamaría, cuyos padres, a pesar de lo vivido y lo sufrido, continuaron siendo fieles votantes socialistas durante años.

"En mi casa había una sensación de pertenencia al PSOE, algo así como si formáramos parte de una familia socialista. Mi abuelo era secretario general de PSOE en Torrelavega, y cargo en UGT. Yo le acompañé a muchos mítines en mi infancia y veía esa tendencia a verse como una comunidad, pero esto se fue desinflando progresivamente. Mi madre lo pasó francamente mal, y estoy convencido de que llegó a llorar el día que dejó de votar al PSOE hace ya unos años, asqueada por su farsa y su connivencia con las clases dominantes. No obstante, mi madre es más de izquierdas ahora que hace cuarenta años y creo que, como ella, mucha gente de su generación descubrió tardíamente el gran timo del socialismo español, su carácter anestesiante", reconoce Santamaría, que sigue desgranando las claves de Barrio Venecia en la siguiente entrevista.

Uno de los personajes de la novela afirma: "el problema es que siempre fue la clase obrera la que dio forma a la izquierda […] pero ahora sucede al revés: es la izquierda la que está como loca, como borracha y desorientada tratando de dar forma a la clase obrera". ¿Ha habido una brecha entre la clase obrera y sus representantes?

Esa frase no se me olvidará. La escuché siendo muy joven y se me quedó ahí clavada. Tenemos grandes libros y análisis marxológicos sobre el concepto de clase, sin embargo, a día de hoy, la clave está en el concepto de lucha. Necesitamos asumir que el concepto de lucha se debe expandir y asumir formas diversas. Decía Lukács en Historia y conciencia de clase que la clase obrera no tiene ideales que realizar, sino que tiene que crear sus propias formas de lucha y sus objetivos a partir de las transformaciones históricas del presente. Por ello, no es tanto que haya una fractura entre clase y representación, sino que se ha fomentado la apatía radical. Hoy se nos habla de "mejorar la vida de la gente" como un predicado revolucionario, como si "la gente" fuese un fantasma sin forma, cuando en realidad la gente es la que debería tomar las riendas para mejorar su vida.

Se ha creado o fomentado algo terrible: el miedo a la calle. En general, el miedo al otro. Entonces toda voluntad de vida en común es maliciosa, y es ahí cuando Securitas Direct te dice que hay okupas por todos lados. El capitalismo se alimenta de eso"

Otra de las reflexiones que aparecen en el libro es aquella que afirma que los niños del barrio pasan el día en la calle, "sin apenas observación de adultos, pero todas las familias saben que los niños están siendo cuidados, no por nadie en concreto, sino por todos". ¿Parte de la derrota de la clase obrera se ha debido al desmantelamiento de las redes de cercanía y apoyo mutuo?

Este cambio es interesante y sintomático. El concepto de comunidad ha variado. Ahora la comunidad se vertebra fundamentalmente en base al consumismo. Tiempo de ocio es tiempo de consumo y, al mismo tiempo, se ha creado o fomentado algo terrible: el miedo a la calle. En general, el miedo al otro. Entonces todo gesto es sospechoso, toda voluntad de vida en común, maliciosa, y es ahí cuando Securitas Direct te dice que hay okupas por todos lados, etc. El capitalismo se alimenta de eso: necesita fomentar la fractura de vínculos comunitarios anticompetitivos para poner en primer lugar el valor individualista y competitivo al que denomina pomposa y babosamente "libertad".

¿Qué papel juegan las relaciones laborales en ese concepto capitalista de libertad?

Otro de los temas centrales de la novela, por no decir el tema fundamental, es justamente el rechazo del trabajo, de una sociedad centrada en y asfixiada por el trabajo como autoexplotación. Odio al trabajo siempre porque, ¿cómo va a hacer el trabajo que seamos libres e independientes cuando precisamente porque trabajamos no somos libres ni independientes? Solo una sociedad completamente devorada por el capitalismo entiende así la libertad, la independencia y por eso tenemos algo tan absurdo como la "cultura del esfuerzo". Repensar esta idea del trabajo es importante y este rechazo, este odio y esta precaución ante todo discurso de ensalzamiento del trabajo es un aprendizaje que yo he sacado de crecer en un barrio obrero.

De mi barrio no me fascinaba de chaval tanto el carácter político o el contexto de conflicto laboral como el paisaje, el lugar, los árboles naciendo entre el óxido, las ruedas amontonadas, los barriles de metal abandonados…"

A pesar de haber crecido en un entorno obrero, o tal vez por ello, 'Barrio Venecia' no presenta una visión romántica de ese entorno, sino todo lo contrario.

Siempre he tenido una relación amor-odio con mi barrio y he tratado de reflejarlo en el libro sin idealizar nada. De mi barrio no me fascinaba de chaval tanto el carácter político o el contexto de conflicto laboral como el paisaje, el lugar, los árboles naciendo entre el óxido, las ruedas amontonadas, los barriles de metal abandonados… Eso era lo verdaderamente fascinante para mí, que se sumaba a mi atracción por la ciencia ficción antes que por la literatura obrera o social con la que, dicho sea de paso, nunca he llegado a sintonizar, a pesar de que me guste e interese.

De hecho, el narrador hace lo posible para salir del barrio aprovechando la educación pública, una de las pocas vías de ascenso social de la clase obrera que, curiosamente, se está desmantelando en la actualidad.

Soy un niño de la pública y de una generación en la que los hijos de clase obrera fueron a la universidad con cierta normalidad, aunque en principio nunca tuve en mente ir a la universidad porque no estaba ni entre mis prioridades ni entre las de mi familia. De hecho, fui un estudiante bastante pésimo en la primaria y en el instituto, pero de pronto entendí que era la mejor forma de huir. Obtuve una beca y luego, tras fallecer mi padre, mi madre tuvo varios trabajos que, junto a esa ayuda pública, me permitieron estudiar. Por eso necesitamos evitar que lo público sea saboteado por aquellos que, en teoría, deberían defenderlo, porque el sistema de educación público no será perfecto, pero sin él todo será mucho peor.

¿Cómo se entiende que hijos de clase obrera que consiguieron salir del barrio gracias al estado de bienestar apoyen opciones políticas cuyas propuestas impiden ese ascenso social a las siguientes generaciones?

Conozco gente que confundió el salir del barrio con despreciar todo lo vinculado a la clase obrera y entendió que la mejor forma era percibirse bajo la etiqueta del éxito. Esa gente realmente me apena o no me interesa. Al mismo tiempo, tampoco podemos idealizar a la clase obrera. En mi barrio había gente con muy pocos recursos que eran no solo tremendamente pelotas con los que mandaban sino abiertamente fachas. No hay un dentro/afuera, no hay posiciones claras. Solo alguien con poca vista o con deseo de engañarse idealiza en este sentido a la clase obrera. El modelo económico, la forma del mercado y del consumo sabe dar forma a deseos y necesidades que sólo ese mercado puede satisfacer. Lo cual genera una situación por la que la clase obrera no se percibe a sí misma sino a través del reflejo de esos deseos y necesidades. Eso deshace enormemente la posibilidad de conflicto y cambio.

Habitualmente, la historia de España se ha contado desde el centralismo. ¿Ha distorsionado u ocultado eso realidades como las del Barrio Venecia?

La periferia ha sido desalojada de la memoria común y eso es algo que quizá comienza a remediarse, pero muy muy lentamente. Siempre he sostenido que, si algún día es posible un cambio radical en España, no vendrá ni de Madrid ni de Barcelona, ni siquiera de las grandes ciudades. Sin la periferia no es posible la transformación política del estado. Sin la periferia de la periferia, quiero decir.