Leyenda del rock
Roger Waters sacude el Sant Jordi con su día del juicio final
El músico británico ofreció un concierto espectacular, en un escenario con visión de 360º, en el que ofreció musculosas versiones de los clásicos de Pink Floyd acompañadas de mensajes de alto voltaje político
Jordi Bianciotto
Periodista
Un Roger Waters algo más enfadado si cabe con el mundo que de costumbre, resaltando el fondo ideológico de su cancionero, finalmente poético y colosal, rindiéndonos una ofrenda de esa música que quiere ir más allá de la música. El mensaje impreso en las pantallas justo cuando iba a comenzar el concierto nos advirtió: haga usted el favor de desfilar hacia el bar si es “de esos que adoran a Pink Floyd pero no pueden soportar el politiqueo de Roger”.
Es mucho suponer que los 17.000 espectadores que este martes llenaron el Sant Jordi compartían al pie de la letra las enmiendas totales al sistema practicadas por Waters, pero, ¿qué más da? El británico señoreó, luciendo una voz fibrosa, con su rock de alta tecnología y su poesía agitadora de cerebros; sonó atronador y con guante de seda: ese despegue con un ‘Comfortably numb’ en versión sonámbula, sobre un fondo de rascacielos en ruinas.
Pantallas flotantes
Si la última vez nos maravilló con aquella pantalla horizontal traslúcida, en esta ocasión quiso acercarse un poco más a todos nosotros desde un escenario colocado en el centro de la pista, con visión de 360º, y largas pantallas dispuestas en forma de cruz flotando sobre su cabeza y las de sus diez acompañantes. Entre ellos, los guitarristas-cantantes Jonathan Wilson y Dave Kilminster, en la trémula misión de ocupar el vacío de David Gilmour.
El sentido de comunidad es una idea central de la gira ‘This is not a drill’, y de eso va ‘The bar’, canción nueva (balada sentida al piano) con la que quiso hacer del Sant Jordi una cantina en la que “hablar sin miedo”. Una cuña en el ‘greatest hits’ que fue de ‘Another brick in the wall, Part 2’, señalando al sistema educativo, a ‘Wish you were here’, en torno a las reliquias de Syd Barrett, camino de la hermanada ‘Shine on your crazy diamond’, cuyo solo de saxo bordó el virtuoso Seamus Blake.
Criminales de guerra
Y sí, el Waters acusatorio, panfletario, emplazándonos al juicio final de la Humanidad al evocar a la mártir iraní Mahsa Amini y enumerar los “criminales de guerra”, que resultaron ser los últimos presidentes estadounidenses, todos ellos: de Reagan a Biden, pasando por Obama y Trump. Concierto con dos partes; la primera culminó con una oveja voladora para ilustrar la airada cita al álbum ‘Animals’ (1977).
‘In the flesh’ abrió el segundo ‘set’ con Waters vestido de alto mando militar, denunciando el totalitarismo y relamiéndose con su estética. Pero el corazón del concierto estuvo en el viaje a la insalubridad mental de ‘The dark side of the moon’, citándonos a todos en el fondo más oscuro de nuestra alma y susurrándonos la pregunta: ¿quiénes son los locos, los que están encerrados o todos nosotros, trastocados por la naturaleza de este mundo cruel? La poderosa música de Waters volvió a hipnotizarnos sin necesidad de meditar la respuesta.
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