Entrevista

Luisa Castro: "Sin literatura el mundo es más plano"

La escritora y poeta gallega presenta su última novela, 'Sangre de horchata'

Luisa Castro

Luisa Castro / Alba Vigaray

Juan Cruz

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Esta novela es la historia de una familia pudiente de Barcelona. De pronto un accidente precipita un mundo nuevo, que aquí está contado con el estilo de una poeta y, en parte, con la agilidad de una humorista, pues todos los episodios que se suceden sólo pueden contarse desde la agilidad de la ironía. 

Luisa Castro, su autora, es poeta casi desde su adolescencia. Desde ese punto de vista rabiosamente literario asumió su vida, en la Galicia natal y luego en Madrid, en Barcelona y más recientemente como directora de sucesivos centros del Instituto Cervantes, en Burdeos y en Dublín, donde ahora ejerce la representación de la lengua española en Irlanda. 

Siempre tuvo una enorme tendencia al buen humor, y puede decirse que su risa, su sonrisa, la salvó muchas veces de inconvenientes de la vida y de la literatura, y con ese espíritu está escrito este libro ('Sangre de horchata', Alfaguara) con el que ahora comparece otra vez su prosa. 

Ella nació en Foz, en 1966. De ese aire marino, el de su padre y el de su madre, jamás se ha desprendido. De hecho, sus poemas ('Los versos del eunuco', Premio Hiperión), 'Los hábitos del artillero' (Premio Rey Juan Carlos) y 'Amor mi señor', tienen esos aromas de costa y de barcas, que también se han mezclado con su prosa. 

En su narrativa preceden a este libro, sobre el que conversamos en su editorial, en Madrid, 'El somier', 'La fiebre amarilla', 'El secreto de la lejía' (Premio Azorín), 'Viajes con mi padre', 'La segunda mujer' (Premio Biblioteca Breve) y 'Podría hacerte daño' (Premio Torrente Ballester). Siempre pareció frágil, como si estuviera a punto de convertirse en poema, pero está habitad por una enorme capacidad para contar como si sus personajes estuvieran tan vivos como ella misma. 

Usted escribe desde que era una adolescente. ¿A qué le ha ayudado la literatura? 

Desde la adolescencia tenía cierto gusto por la soledad, por hacer mi mundo, por tener mi rincón. Es como si uno quisiera protegerse del medio y embellecer el mundo. No es que mi medio fuese terrible, para nada. Pero digamos que sin literatura el mundo es más plano. La literatura te da otra dimensión, otra profundidad.

Desde muchacha también viaja. ¿A qué le han ayudado los viajes?

No sé si decir que a descubrir o a huir hacia adelante. Nunca lo he tenido claro. Primero fue Madrid, luego Nueva York, luego Barcelona y… de pronto se instala en ti la necesidad de estar en movimiento, de ser nómada. 

¿Y cómo le ha ido?

Muy bien. Soy muy feliz, he tenido dificultades, pero he podido escribir y tener lectores. Estoy muy agradecida por eso y por mi familia y por el padre de mis hijos [Xavier Rubert de Ventós, pensador catalán, recientemente fallecido]… Me siento muy afortunada por tener el amor de mucha gente.

¿Y qué hay del desamor? En esta novela lo hay.

El desamor es parte de la vida. Todo no puede ser bueno porque… ¡qué coñazo sería! Mira: hay que saber navegar con buen tiempo y contra un temporal. Yo soy muy cobardica, eh. Soy muy sensible y lloro por cualquier cosa, pero también soy muy resiliente. Y eso ayuda.

Bueno, tiene en la familia a alguien que ha seguido sus pasos. 

¡A Xita [Rubert, autora de 'Mis días con los Kopp', recientemente publicada por Anagrama]! La admiro mucho y ahora creo que me dedico a plagiarla, jajajaja. Para mí es una alegría que ella escriba. Sobre todo, porque no me esperaba que hiciera algo tan bello. 

Cuénteme cómo ha surgido esta novela. 

Ha sido gracias al humor, a lo divertido que es la vida cuando nos pone dificultades. Lo que pasa en la novela no tiene nada de divertido, pero digamos que hay esa conciencia de alegría. La historia de este padre y de esta hija se me impuso después de leer el libro de Xita, precisamente. Como que a partir de entonces necesitaba recrear esa relación en otro tono, como para librarme de las congojas que yo tenía como madre. Esta novela surge del miedo y le pone cara al miedo. Y a pesar de eso, tú ves algo cómico, como que estamos en este mundo para recibir bofetadas y que esas bofetadas las reciba una joven, o una casi niña, pero que al final resulta tener armas para luchar en la vida…

¿Cómo vivió usted esa vida familiar que ha contado?

Es que no creas que la novela tiene mucho que ver con mi experiencia personal. Es que puedes estar hablando de tus temores más interiores a través de una trama o de unos personajes que no reflejan para nada tu realidad. Pero creo que es muy importante, ahora que la autoficción está muy en boga, dejar claro cuando uno hace una autobiografía y cuando uno hace una novela. La ficción es ficción y ya está.

¿Cómo ha construido esa familia de ficción? 

No lo sé… A ver: el núcleo de esta familia es el padre y la hija y una amenaza de muerte desde la primera página, por la desaparición del padre. Pensé en qué pasaría si yo viera a mis hijos en una situación similar. O sea: necesitaba sumergirme en esa angustia para saber qué haría yo. También, en segundo plano, hay personajes que de alguna manera reflejan mis miedos. Pero ya lo ves: muchas veces del drama nace la risa. 

En estas páginas no parece que usted sea la madre, más bien es la hija… 

Pues no te equivocas, jajajajaja. Lo has visto bien. Porque yo soy esa que no sabe dónde está o cuál es el suelo que pisa, la que ve amenazas y trata de interpretar lo que tiene alrededor, la que se asusta… La chica tiene ese afán por salvar a los otros, sí. Porque sólo si salva a los demás ella está tranquila. Es como si siempre quisiera zurcir lo roto. 

Llama la atención que todo transcurra en un mundo de ricos.

Pero no creas que yo he conocido esa vida de ricos. Yo me la he inventado. Yo no he tenido vida de ricos. Para nada. Yo he visto a familias así, en mi entono. Gente que tiene muchas cosas materiales pero que, en el fondo, tiene un gran vacío o que tiene una dificultad para entenderse con el dinero, como ocurre en esta novela. 

Aquí hay poesía, dolor, desgarro…

Y vivencias. Mira: este verano me leí el Ulises de Joyce y hay una cosa que dice él que es profundamente verdadero: el arte se mide por la profundidad de vida de la que emerge. O sea: lo que aflora no es el pensamiento ni el actuar de una sola persona, sino de varias. Yo pongo cosas diversas en un mismo párrafo, por ejemplo. No hay una atribución directa a una sola persona o a una sola situación o a un solo pensamiento.

También hay seriedad para contar los distintos dramas que incluye. 

Sí, es la manera de describir el caos que rodea a la protagonista. Ella ve la corruptibilidad, por decirlo de alguna manera, de las personas. En función de cómo te ha ido, cómo te han protegido, qué has aprendido… todos vivimos un drama. Ahí está el miedo que te decía. Y escribir es un modo de salvación.

Da la sensación de que aquí están todos encerrados en sus dramas, ¿no?

Sí. El primer párrafo me cayó del cielo: vi una joven que busca de qué fiarse y que quiere amar a alguien. Esa es la esencia de la novela, creo yo. Ese es su drama, pero ella está atenta a lo que le rodea. 

Aquí no hay verdadera maldad, siempre hay rectificaciones. Pero usted que ha vivido en varios sitios y conoce distintas formas de ser, ¿cómo definiría la maldad?

El mal es algo que forma parte de la vida y no nos podemos sustraer a eso. Hay que aprender a entenderlo. Porque si todo en la vida fuera buen ¡sería aburridísimo! ¿No crees? Nosotros estamos dotados de una inteligencia para lo mejor y para lo peor. Lo peor a veces se activa como un mecanismo de defensa y luego pasa lo que pasa. Pero la vida es aprender a gestionar el mal. Existe, no lo puedes eliminar, hoy está en ti, mañana en mí… pero ahí está. Lo mismo pasa con el dolor. Y, oye, está bien. Porque después de superar el dolor maduras, aprendes, te haces mejor. ¿No te ha pasado eso? Dices: no me he muerto, he vivido esto que es muy fuerte, pero aquí sigo. Y eso te impulsa a seguir adelante, ¿verdad?

¿Se ha planteado esta historia como una saga familiar?

No, no. Esto no es una saga familiar. Hay un padre y una niña, rodeados por otros, y ya está. Es que no tengo referencias de libros sobre sagas, ¿sabes? 

Usted vive desde hace tiempo en el extranjero. ¿Cómo ve a este país desde donde vive?

He llegado esta mañana y la luz y el calorcito de Madrid… ¡qué gusto! Eso es algo que echo de menos, la verdad. Pero lo mismo me pasa cuando voy a Barcelona, a ver a mis hijos. O a Santiago de Compostela. Como que me da pena no tener una vida más continuada aquí para poder disfrutar más de esta vida. 

En todo caso, ¿qué imagen tiene de esta España en la que ahora no vive?

Yo sigo teniendo la imagen de un país que es muy agradable, donde da gusto tratar con la gente, donde se come de fábula, se vive de fábula. Y eso me gusta más que lo que veo fuera. La vida fuera de España es… como que es menos vida, ¿sabes? Me ha servido mucho estar fuera para ver la riqueza que tenemos aquí. Y como tengo amigos en casi todos lados de España, pues… así me doy cuenta de lo grande que es todo este país.  

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