Opinión | Política y moda

Patrycia Centeno

Patrycia Centeno

Experta en comunicación no verbal.

Algo pequeñito

La puesta en escena de la visita del 'president' Aragonès a Colombia lo situó como lo que es: un dirigente autonómico. Primero, por el tamaño de las banderas que reposaban en la mesa. Y segundo, por el tipo de asientos.

El president Aragonés, el pasado martes, en Colombia.

El president Aragonés, el pasado martes, en Colombia. / Josep Alay

Colombia era la primera parada de la gira de nueve días del 'president' de la Generalitat por América Latina y la cosa, por lo menos visualmente, no empezó bien (y no me refiero al hecho de que el 'president' de la Generalitat vistiera unos jeans pitillo, que también...). Después del fiasco de entrevista de Pedro Sánchez con Joe Biden por los pasillos de la sede de la Otan en Bruselas cuando el ejecutivo había anunciado a bombo y platillo que se reuniría con el mandatario estadounidense, el equipo de Pere Aragonès podía haber aprendido que es mejor no desvelar los platos fuertes de la agenda y simplemente narrarlos y disfrutarlos cuando sucedan. Porque finalmente, el presidente colombiano, Gustavo Petro, dio plantón al republicano catalán y el viaje quedó algo deslucido (por lo menos, mediáticamente).

Tampoco ayudó que sí lograra reunirse con el presidente de la cámara de representantes, David Racero. Porque la puesta en escena situó al catalán como lo que es: un dirigente autonómico. Primero, por el tamaño de las banderas que reposaban en la mesa. A un lado la de Colombia y al otro la de España, pero del mismo tamaño. Bajo la sombra de la rojigualda, aparecía la senyera empequeñecida. Segundo, por el tipo de asientos. Aunque Aragonès parecía presidir la pequeña mesa de cortesía sentado en un sillón, Racero lo hacía en un silla más alta que lo colocaba por encima del catalán (en comunicación no verbal, el poder se escenifica ocupando espacio sea a lo ancho o a lo alto).

La representación sumisa del presidente de la Generalitat de Catalunya puede ser muy negativa para unos (separatistas) pero muy positiva para otros (unionistas). De hecho, tampoco es casual que también formara parte de esta escenografía el ministro consejero de la embajada española en Colombia, acompañando (supervisando) el encuentro cuando durante el procés la diplomacia española solía poner todo tipo de trabas e impedimentos a reuniones de este estilo. Sin embargo, lo más interesante es saber si el Govern fue consciente del ninguneo protocolario. De ese modo sabríamos si los republicanos en la Generalitat se aceptan y quieren ahora autonomistas o aspiran a ser algún día independientes (aunque sea poquito a poco, a través de pequeños gestos). Y en parte, la respuesta la encontramos en las cuentas de las redes sociales del govern y del propio Aragonès: recortaron la foto para que no se viera la pifia de las banderas (eliminando así la española pero también la catalana) y tampoco al representante de la embajada española, sentado junto a la 'consellera' d'Exteriors, Meritxell Serret, con quien compartió sofá. Pero eso fue en post producción, porque in situ a la representación catalana no se le ocurrió proponer que no hubiera ninguna bandera.

Fijarse en los detalles puede antojarse una nimiedad; pero no hacerlo puede acarrear grandes problemas si hablamos de puestas en escena. Como cuando en 2018, a Moncloa les molestaron unas flores amarillas durante un encuentro en el palacio de Pedralbes entre el presidente español y Quim Torra. Pero en aquella ocasión sí se intervino, y no de manera discreta que digamos. Aunque la reunión ya estaba iniciada y las cámaras apuntando, el director de protocolo consideró que era mejor interrumpir la escena y meterse en medio del plano para depositar una flor de Pascua roja que reconocer el error (no haber supervisado antes el espacio). O como el pasado mes de mayo cuando al inicio de la cumbre de la OTAN que se celebraba en Madrid, Pedro Sánchez intervino en la inauguración como país anfitrión con una pequeña bandera española de mesa del revés delante de sus narices.

La misma incomodidad protocolaria se había vivido tan sólo un mes antes cuando el Sánchez viajó a Marruecos. En la cena con el rey Mohamed VI, el escudo de la bandera miraba hacia abajo. Una bandera se coloca al revés cuando se demanda auxilio o se da una rendición. A sabiendas de cómo el gobierno socialista abandonó al Sáhara y lo sucedido en la tragedia de Melilla en junio; la colocación e interpretación de la rojigualda quizá guardaba más sentido del que se pudiera imaginar... Porque los detalles sólo apuntan o advierten la anomalía, pero es el tiempo el que los corrobora, define y explica. Pues eso, lo del protocolo en Colombia, al tiempo...

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