Festival de Cine de Málaga

Los Burnin' Percebes saltan al cine comercial sin dejar de ser delirantes

Brays Efe, Bruna Cusí, Luis Tosar, Roberto Álamo y Anna Castillo integran el reparto de 'El fantástico caso del Golem'

Golem

Golem / Alex Zea

Elena Hevia

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¿Puede un percebe arder en llamas? ¿Te vas a reír mucho si te dibujo uno en un brazo? Esta y otras preguntas cargadas de sentido metafísico se hacían los adolescentes barceloneses Fernando Martínez Fernández y Juan González Gutiérrez, hoy treintañeros, mientras se morían de aburrimiento en las Teresianas de Ganduxer. Fue entonces cuando surgió el nombre que los daría a conocer como colectivo, Burnin’ Percebes, que saltó de ser un tontuelo chiste privado a salvarles de la vulgaridad onomástica a la que les habían condenado sus apellidos originales.

Juan estudió en la ESCAC y Fernando, Nando, pasó por Bellas Artes -no quiere hablar mucho de ello-, se dejó arrastrar por la cinefilia de su amigo y muy pronto se convirtieron en un tándem que empaquetó extraños y experimentales cortos y un largo, ‘La reina de los lagartos’, que lograron sacar adelante a base de mucha desfachatez creativa y haber ahorrado 20.000 euros. “Cuando empezamos estábamos muy orientados a internet, situados en la estela de Venga Monjas, los Chanantes y algunos humoristas barceloneses como Carlo Padial”, explica Nando.

Ahora, en el Festival de Cine de Málaga, la pareja ha dado con ‘El fantástico caso del Golem’, un salto de consideración al cine comercial, gracias al empeño de la productora Aquí y allá, un presupuesto profesional y un reparto con el que directores más bregados se darían con un canto en los dientes. Ahí es nada: Brays Efe (en un papel alejado de Paquita Salas en el que reivindica una nueva masculinidad), Bruna Cusí, Anna Castillo, Luis Tosar, Roberto Álamo y Nao Albet, además de Javier Botet, que necesita explicación aparte.

Humor de otra manera

Cusí y Botet, que protagonizaron en su día ‘La reina de los lagartos’, van camino de convertirse en actores fetiche de los Burnin’. De físico nada normativo, producto del síndrome de Marfan, delgadísimo, Botet ha trabajado en Hollywood y en especial con Guillermo del Toro. El gran reto de los directores fue situar a aquella improbable pareja en el mismo plano porque Botet mide dos metros y Cusí, casi 50 centímetros menos.

La mirada de estos dos directores es especial: “Nuestra intención es utilizar el humor de otra manera, reclamando la importancia que tiene para nosotros pero alejándolo un tanto del mero entretenimiento, buscando un mensaje y una estética sin renunciar a que el espectador se lo pase bien”, explica Juan. ¿Cómo explicar el estilo excéntrico de los Burnin’? Es una ensalada que apunta a grupos de whatsapp, la estética pop de Almodóvar, la impavidez de Wes Anderson, la travesura de ‘El gran Lebowski’ o algún gif visto por ahí: “Era un momento de ‘Top Secret’, aquella peli tan loca de los ZAZ, en el que un guerrillero le pega un puñetazo a un soldado nazi que cae desde una torreta y se rompe en el suelo en trozos de cerámica. Nos gustaba mucho y pensamos qué sucedería cuando la familia tuviera que reconocer los restos. Ese fue el germen de la historia”.

Esa idea nutre también la impactante -en todos los sentidos- primera secuencia del ‘Golem’, con referencia a los memorables títulos de crédito de la serie ‘Mad Men’, y deja muy a las claras que nos encontramos en el terreno genuino de los Burnin’. Una historia de ciencia ficción muy loca en la que hacerse añicos entra dentro de lo posible tras el descubrimiento de la existencia de golems -muñecos de barro construidos por una empresa- que han sustituido a las personas y las muertes por aplastamiento de piano se convierten en una pandemia por el fallo de un algoritmo.

Tal es el afán de esta pareja por deformar la realidad que ha logrado que muchos de los actores que participan en ella se muestren irreconocibles “en una manipulación que genera una tensión agradable”: ahí están un Tosar sacado de contexto, “como un Julio Iglesias desubicado”; un Nao Albet delirante, un Álamo con peluquín y el gran reto es reconocer a Tito Valderde. “Teníamos el guion casi acabado pero hasta que no hemos configurado con ellos sus respectivos personajes no lo hemos dado por terminado”.