Discos de la semana

Miley Cyrus se alza como 'mujer maravilla' en 'Endless summer vacation'

La cantante de Tennessee sigue la buena racha de ‘Plastic hearts’ (2020) con una obra fortalecedora y confesional en la que luce una voz rota y madura propia de una trovadora country

Los nuevos elepés de The Nude Party, Ron Gallo y Brian Blade, también reseñados

Canción 'Liberty walk', de Miley Cirus

Canción 'Liberty walk', de Miley Cirus

Jordi Bianciotto

Jordi Bianciotto

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Aunque lleva 16 años sacando discos, Miley Cyrus tan solo va por los 30, todos muy intensos, seguro, dado su carrerón desde los días como púber Hannah Montana. Aquel personaje entrañaba una dualidad, astro pop de noche y estudiante ‘random’ de día, premonitoria para la cantante, a quien le ha costado establecer una voz propia como artista y ser, definitivamente, Miley Cyrus.

Pero ya son siete álbumes a su nombre (ocho contando ‘Hannah Montana 2: meet Miley Cyrus’, 2007), y llega ‘Endless summer vacation’ para mostrarla en un estadio de madurez inédito, relamiéndose con su voz rota y serena, luciendo cicatrices y deleitándose con una mezcla de guitarras y sonidos de sintetizador un poco pasados de moda. Y alumbrando un repertorio que, aun con sus altibajos, desliza unas cuantas cartas imperativas.

Bailando sola

La primera, ‘Flowers’, avanzadilla lanzada en enero como sencillo, su mayor logro como autora (o coautora) hasta la fecha, que a lomos de una tonada envolvente propone un himno a la independencia individual y al amor propio. “Puedo comprarme las flores yo misma / Escribir mi nombre en la arena”, canta en ‘modo despecho’. “Puedo llevarme a bailar / y cogerme la mano / Sí, puedo amarme mejor que como lo hiciste tú”. Banda sonora probable del descalabro de su matrimonio con el actor australiano Liam Hemsworth.

A partir de ahí, Cyrus nos mete en un cancionero más introspectivo que fiestero, con mucho medio tiempo vaporoso y en el que puede lucir esa entonación confesional, rasgada, más propia de una trovadora country (la música de sus raíces familiares) que de una ‘vedette’ del pop. Baladas vividas como ‘Jaded’ (con coautoría y producción de Greg Kurstin, el de, entre otros logros, ‘Hello’, de Adele), la penetrante dinámica de ‘Rose colored lenses’ y los vestigios acústico-vaqueros de ‘Thousand miles’ (dueto con Brandi Carlile) alumbran un primer tramo de álbum que Miley Cyrus asocia, ha dicho, a la luz de la mañana y las expectativas del nuevo día.

Glamur y sordidez

A través de ‘Handstand’, ensoñadora y bañada en electrónica, nos decantamos hacia las franjas nocturnas, una parcela ‘PM’ que, según anunció Cyrus, es portadora de sensaciones más turbias, con tanta sordidez como glamur. La energía sonámbula de Los Ángeles, la ciudad a la que dedica el álbum, se desboca en el ‘up-tempo’ discotequero ‘River’ y nos guía hacia un horizonte de neones de madrugada en ‘Violet chemistry’ y de ‘tempo’ intranquilo en ‘Muddy feet’, aquí junto a otra invitada, Sia.

Cerrando, ‘Wonder woman’, a voz, piano y corazón abierto, reafirma a una convincente Miley Cyrus, loando a “la mujer maravilla”, que “sabe lo que le gusta” y “nunca sabes si está rota”. Miley, en la atalaya de sus días, superviviente del desvarío y, como vemos en la metafórica portada del disco, musculada trapecista (con tacones de aguja). Jordi Bianciotto

Suscríbete para seguir leyendo