Crítica de libros

'La dama del lago, de Laura Lippman: la vida de las ciudadanas de segunda

Laura Lippman: "El homicidio de una mujer negra no se considera noticia"

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La autora norteamericana construye una novela coral para denunciar la situación de las mujeres racializadas

Laura Lippman

Laura Lippman / Lesley Unruh

Marta Marne

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¿A quién le importaba la muerte de una chica negra en el Baltimore de los años 60? Cuando se produjo el asesinato de Shirley Parker en 1969, una camarera afroamericana divorciada, se demostró que a muy pocos. La información sobre su desaparición fue confusa y el cuerpo se halló tarde y en un estado que dificultó la obtención de pruebas y la investigación: fue localizado en una de las fuentes del parque Druid Hill. Cincuenta y cuatro años después, sigue sin resolverse. Y lo que es incluso peor: a día de hoy, no se considera un caso abierto.

 Esta historia real fue uno de los disparadores para que Laura Lippman (Atlanta, 1959) escribiese ‘La dama del lago’. Parker sirve de inspiración para el personaje de Cleo Sherwood y quien investiga su muerte es Madeline Schwartz, una mujer que no llegó a conocer a la víctima pero que es responsable del descubrimiento del cadáver por una casualidad. Al poco de empezar a trabajar en el ‘Star’, uno de los periódicos locales, la carta de un ciudadano alerta de la falta de luz en la fuente del parque Druid Hill, emplazamiento donde se encuentra el cuerpo de Cleo.

A pesar de que la investigación es el hilo conductor de la novela, en realidad lo que Lippman nos quiere contar es qué implicaba ser mujer en el Baltimore de los años 60. Maddie ha estado casada durante casi veinte años. Cumple con todos los requisitos exigidos en aquella época: madre, anfitriona perfecta, esposa devota y trabajadora incansable por el bienestar de los suyos. A pesar de todo esto, cerca de los 40 decide divorciarse de su marido. Su hijo prefiere quedarse con su padre: no le entusiasma el barrio al que su madre se muda. Así las cosas, tenemos a una nueva Maddie. Empleada de un periódico, independiente e incluso con un amante. Aún así, no le faltan las ocasiones en las que todos se ocupen de recordarle que no es el tipo de vida que una mujer de su edad debería estar llevando.

Uno de los puntos fuertes de ‘La dama del lago’ es la forma en que se articula la historia. Por un lado, la parte central gira en torno a Maddie y la búsqueda de pruebas. Por otro lado, fragmentos presentados en cursiva en los que Cleo se dirige en segunda persona a Maddie. En ellos, increpa desde el más allá al conjunto de la sociedad por su falta de interés en determinados sectores de la población.

Por último, una veintena de capítulos en los que una serie de personajes secundarios nos exponen su punto de vista sobre todo lo que está pasando. De este modo, queda a un lado la visión sesgada del narrador omnisciente para ofrecer al lector distintos enfoques y modos de interpretar el texto. Todas y cada una de esas voces son diferentes y con una personalidad marcada, algo de una tremenda dificultad (más aún si somos conscientes de que tan solo aparecen en unas pocas páginas).

 ‘La dama del lago’ atrapa por la fuerza de la narración, pero seduce por la construcción de personajes. Su crecimiento es paulatino, no tiene prisa y se recrea en el desarrollo de la historia y de sus protagonistas. Una trama redonda en la que el caso pasa a un segundo plano frente al verdadero tema de la novela: las vidas de todos aquellos que han sido considerados como ciudadanos de segunda.

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