El nuevo libro de Geoff Dyer

Los últimos días de Roger Federer, Beethoven y otros genios incontestables

El escritor inglés publica 'Los últimos días de Roger Federer', un ameno ensayo sobre las etapas finales de los creadores

Geoff Dyer

Geoff Dyer

Elena Hevia

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Hace años el escritor británico Geoff Dyer (Gloucestershire, 1958) sostenía que su vida era un completo fracaso porque no vivía en California. Esa cantinela se acabó cuando a su esposa, Rebeca Wilson, comisaria artística, le ofrecieron dirigir Saatchi Art en Los Ángeles y él se adaptó bastante bien a la situación trabajando en la Universidad de Southern California. Ahora, en la cumbre de ese ‘triunfo’ lamenta no haberse acostumbrado a no disponer de transporte público y echa de menos la cercanía de las grandes ciudades europeas respecto a su casa de Londres. “Ay, aquellos años en los que de un salto nos plantábamos en Madrid o en Zurich”, recuerda-. Y eso que el Brexit ha aumentado mentalmente esa distancia.

Dyer es uno de esos carismáticos intelectuales mordaces y brillantes que se dan en Gran Bretaña de vez en cuando y que a menudo florecen lejos del hogar. Este viajero empedernido, practicante y fan del tenis, conocedor de todo tipo de saberes, desde el jazz –imprescindible su ‘Pero hermoso’- pasando por la pintura y sobre todo, de la literatura, pero a la vez alérgico a la pedantería –lo que tiene no poco mérito- podría haber escrito sobre el éxito pero ha preferido centrarse en un tema diametralmente opuesto, el de los finales, para armar uno de sus inclasificables libros.

Desde que  empezó a escribir la catalogación de sus obras ha sido un quebradero de cabeza para los libreros: ¿dónde narices situarlos en los anaqueles?. ‘Los últimos días de Roger Federer y otros finales’ (Random House) es quizá uno de los más raros. Trata de las distintas etapas finales de los creadores, entre ellos el pintor Willian Turner, Beethoven con sus magníficos últimos cuartetos o sobre la enajenación final de Nietzsche y un sinfín de otras  historias. El autor salta alegremente de una a otra sin aparente orden haciendo que quien lea esto se plantee la pregunta del millón: ¿de qué va realmente esto? “Me gusta que sea un libro que no pueda responder fácilmente a ello –contesta Dyer a través de videoconferencia desde su casa de Los Ángeles-. Muchas veces siento que el título o la información de la solapa de un libro ya me lo ha dicho todo sobre él, así que no hace falta que lo lea porque ya lo he digerido. Prefiero que solo puedas responder a esa pregunta leyéndolo”. La originalidad de Dyer no se centra en el tema sino sobre todo en su estilo personal, capaz de aunar erudición y una mirada francamente divertida: “Eso es algo muy británico, pero no quiero verme condenado a ser clasificado como un escritor humorístico, no quiero encerrarme solo en un ámbito, porque me gusta tocar todas las teclas”.

Signos del tiempo

Lo que es seguro es que es este libro no va de tenis. Pese al engañoso título, el cuadro de Turner que aparece en la portada ya ofrece una buena pista. Y eso que el deporte es una de las grandes pasiones de Dyer que se lamenta de que el día anterior un fuerte dolor en la espalda durante un set le haya dejado fuera de juego físicamente. “Cuando empecé a jugar era joven y ahora siento haber envejecido 50 años de golpe”, explica el autor, de 64 años y aparente buena forma. No sin poca guasa autocrítica, esa decadencia física, ese otear un posible final que atenaza a todos aquellos que han cumplido los sesenta y que suele explicitarse en una serie de pequeños achaques físicos, va dejando su huella en un libro escrito en primera persona, en su mayor parte durante la pandemia: “Entonces parecía que el mundo había decidido por su cuenta su propio final sin que hubiera ningún indicativo de cuándo podría acabarse ese sentimiento de finitud. Ahora hemos dejado todo eso atrás, porque ha sido una catástrofe silenciosa, no como una guerra que deja huellas de destrucción muy claras”.

De lo que se desprende del libro de Dyer es que aunque el final sea único, las formas de experimentarlo suelen ser muy variadas. Ahí está la etapa final de Turner que prefigura el impresionismo lo menos 40 años, aunque ahí intervenga el azar. “Si ahora sus formas nos parecen tan abstractas es porque estaban inacabadas”, apunta. Pero también e poco frecuente fulgor final de un Beethoven sordo; la recuperación creativa de Jean Rhys, tras décadas de silencio, o la forma en la que paulatinamente los escritores se van dando por vencidos tras haber gozado de un éxito masivo –“a quien los dioses desean destruir, primero lo llaman prometedor”-. O incluso aquellos que deciden dejar de escribir, lo que le permite a Dyer mencionar a Enrique Vila-Matas y su Bartleby. “He acabado escribiendo muchos más libros de los que nunca había imaginado . Y claro que a veces he pensado que estaba acabado, pero he solucionado mis dudas poniendome a escribir un nuevo libro”.

¿Qué pensará Federer?

Respecto a Federer, uno de los casos analizados, Dyer pone los ojos en blanco cuando detalla el estilo del tenista: “Su manera de jugar es la más bella y elegante, encarna una especie de pureza de cómo se puede jugar al tenis que contrasta con el estilo atlético que prevalece hoy día”. Y añade: “No, no hay comparación posible conmigo. Yo como escritor no puedo alcanzar ese nivel de elegancia porque soy mucho más crudo”.

También desconoce si el suizo ha leído su libro aunque haya visto por internet una foto en la que este firmaba la portada del mismo. “A mí me parece que tiene sentido del humor y que si nos conociéramos podríamos ser grandes amigos. Pero igual se ha sentido decepcionado creyendo que el libro debería haber ido más sobre él”.