Retorno a la palabra y al humor

Max: "Los hombres llevamos una pulsión dentro que desemboca a menudo en violencia irracional"

El legendario dibujante barcelonés vuelve a hacer gala de su ironía e irreverencia en 'Què', I premio Finestres de cómic, un "teatro gráfico" y disparatado protagonizado por un personaje que refleja el malestar general actual

El dibujante barcelonés Max, el pasado viernes junto al CCCB.

El dibujante barcelonés Max, el pasado viernes junto al CCCB. / ZOWY VOETEN

Anna Abella

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Cuando cumplió 60 años, explica Max, acompañándose de una traviesa carcajada, se estampó una camiseta "con un ‘Me la suda todo’ en letras psicodélicas". Es ese, admite el legendario dibujante barcelonés, el espíritu que mueve a su nuevo personaje, Què, "un tipo en crisis, tozudo, al que le gusta discutir, que siempre va en contra de las opiniones mayoritarias y es el reflejo del malestar general actual". Con su "peripecia personal", vestida con la ironía e irreverencia marca de la casa con la que Francesc Capdevila (1956), el autor de 'Vapor' y creador de Peter Pank, mira un mundo "que parece que no tiene ni pies ni cabeza", construye ‘Què’ (I Premi Finestres de Còmic en catalán; en abril saldrá en castellano en Salamandra), un "teatro gráfico donde los fondos dibujados son decorados y la acción sucede siempre desde el punto de vista frontal, el de un espectador de teatro". Un libro que "es puro diálogo".

Max recupera la palabra. Y mantiene el humor. 

Me apetecía hacerlo tras dos libros sin palabras, ‘Rey Carbón’ [I Premio ACDCómic] y ‘Fiuuu & Graac’ (La Cúpula). En ‘Què’ combino la parte gráfica que experimenté en ellos con el humor de ‘Bardín el superrealista’ [Premio Nacional de Cómic 2007], que es el mío. Estuve a punto de subtitularlo ‘Astracanada en 8 actos y un entremés’, porque descubrí que a principios del siglo XX hubo un género teatral llamado astracanada, con un humor muy disparatado. 

Se deduce que no ha hecho el Camino de Santiago... 

No, no, y no porque no me guste caminar... Què va a Trapisonda, en dirección contraria a Compostela, adonde va todo el mundo cuando está en crisis y quiere encontrarse a sí mismo y todo eso. Es un reino cristiano de Turquía que se menciona en el ‘Quijote’ y le recuerda a su infancia, a La familia Trapisonda del tebeo [de Francisco Ibáñez].     

¿Qué es ‘Què’? 

Es una peripecia pensada para dinamitar los patrones del género del viaje iniciático, que es de los más antiguos: la ‘Odisea’ lo es. Es un género muy digno que se ha convertido en un patrón solidificado con un mismo esquema donde el personaje, el ‘héroe’, se encuentra con obstáculos, los supera y le sirven para llegar a conseguir lo que buscaba. Pero otro género, el de la autoayuda, se ha apoderado de este patrón y lo ha convertido en una especie de Biblia, y yo me he rebotado contra esto. Durante años pensé cómo sería hacer un viaje iniciático al revés, que el personaje empeorara en vez de mejorar. Pero esto, llevado al límite, conducía a un relato de descenso al Infierno. Y me ha salido esto: a lo largo del libro Què se va encontrando a personajes y él reacciona, bien y mal, pero tienes la sensación de que este tipo no aprende nada ni supera nada. 

Página de 'Què', de Max.

Le acompaña una voz interior llamada Pilila (Titola, en catalán), toda una ironía de la masculinidad.

Justamente. Es el mejor amigo del hombre [risas]. A los hombres en general nos guía este amigo interior más que otros. Por eso lo convertí en una marioneta llamada Pilila, que en el fondo es muy ingenua.

¿Tiene Max un amigo interior como ese? 

Tengo muchos, y no son invisibles: son los personajes que dibujo. Por vicio profesional, cuando reflexiono y hablo conmigo mismo ya lo hago en forma de diálogo de historieta. Me imagino a dos personajes hablando. Por dentro, todos somos muchas cosas, tenemos a muchos personajes distintos y hay uno que se cree que lo domina todo. Pero solo se lo piensa…  

Página de 'Què', de Max.

Què se encuentra con tres ancianas drogadas por una mafia de proxenetas y son "fantasmas desesperados del imaginario masculino".  

Existe lo que yo llamo, de forma suave, la desesperación masculina. Es una pulsión que llevamos dentro, que no entiendo, pero existe. Indica desorientación, actuar sin pararse a pensar… Es como un misterio, que no se sabe de dónde viene pero sí adónde va: desemboca demasiado a menudo en desastres y violencia irracional contra las mujeres y también contra los hombres. 

Surgen temas como el feminismo, las identidades de género...  

Antes, con dos sexos ya era complicado [risas]… Me sorprende y no acabo de entenderlo todo, pero no tengo problema con ello. Son temas que están en el ambiente y marcan el avance de la sociedad. Yo no soy un teórico. Creo una aventura de ficción con estos elementos. Cuando yo era joven empezó a salir el tema de las lesbianas y los homosexuales y lo ibas reformulando y lo aceptabas y lo encontrabas natural. Ahora estamos en una fase en que a todo el mundo le hace falta tiempo para integrar dentro de la normalidad todas estas identidades de género. Pero se producen fricciones, para empezar, dentro del mismo feminismo. Hoy día todo produce fricciones. Todo es un disparate, por eso este libro es tan disparatado, era el único tono en que podía acercarme a todos estos temas, que están ahí.  

Página de 'Què', de Max.

La ironía baña también el lenguaje inclusivo e igualitario, con ese "lo pare que em va parir" o el "totes i tots, tots i totes". 

Es que si nos ponemos, nos ponemos [sonríe]. Esto está en el capítulo del ‘hater’, el personaje que está cabreado con todo.  

Es un tipo malhablado, crispado, que suelta insultos contra "los intelectuales de mierda y letraheridos de los cojones". ¿Hay demasiada gente crispada como él?  

Sí. Hay tanta así… Con la cantidad de razones nobles que hay para cabrearse, no sé porqué hay tanta gente que se enfada por tonterías. Si toda esa energía pudiera canalizarse hacia el lugar adecuado… 

Otro personaje, la Wladislawa, lo tiene todo: ‘influencer’ y presidenta de la Criptorepública virtual de Maimesres, perseguida por mafias de la Darkweb... 

Es una imagen de la vida virtual, de quienes solo viven en esa caja [señala el móvil] que es infinita. Esa evasión masiva de la realidad se convierte en una adicción y una impostura. He llevado al límite al personaje. Como cuando dice que es “escritora de novela romántica experimental”. El otro día me dije que debía buscarlo en internet porque como el nivel de disparate es tal, seguro que existe una cosa así.  

Página de 'Què', de Max.

¿Qué es peor los ‘influencers’ banales o los millones de seguidores que tienen?

Son cosas que no me entran en la cabeza y piensas que quizá eres demasiado viejo para entenderlas. Te consuelas diciéndote que seguro que hay muchos jóvenes que tampoco lo entienden. Me provocan perplejidad. Cuando era joven mis héroes eran más complicaditos, eran músicos y sus letras de canciones no eran banales, hacían que mucha gente abriera la visión hacia otras formas de ver el mundo. Ahora no, todo es reductor. Aunque tengan millones de seguidores, se encierran ‘pequeñas’ burbujas.

Wladislawa se jacta de escribir novelas que con un minuto basta para leerlas. 

Es preocupante que no se pase de leer tuits o titulares y de usar un lenguaje súper limitado. Es un cambio de paradigma cultural a peor, un empobrecimiento. Cuando desaparecen la complejidad y los matices, desaparece la capacidad de ponerse de acuerdo, porque todo el mundo se mueve por eslóganes llamativos y nadie debate. 

Página de 'Què', de Max.

Què se topa con la Esfinge a la entrada de Trapisonda, "ciudad modelo de virtudes cívicas democráticas y participativas". ¿Un dardo contra Barcelona?  

Sí, es una pulla. La evolución es de una decadencia clara, solo parándose en los eslóganes municipales: Del ‘Barcelona més que mai’ al ‘Barcelona posa’t guapa’, y ahora ‘Barcelona, la millor botiga del món’. Ahora vivo en Mallorca, pero soy barcelonés, y los barceloneses estamos súper orgullosos de ser una ciudad solidaria y participativa, pero creo también que estamos demasiado contentos de habernos conocido. Cuando vengo, no tengo ningunas ganas de quedarme. Nos pasa a muchos. Queda muy poco de la Barcelona que yo disfruté cuando vivía aquí. Se ha ido perdiendo lo más particular de la ciudad y ha ganado terreno lo que es idéntico a cualquier otra gran ciudad. Es una pérdida brutal de personalidad. Y todo es incómodo. Tanta gente por la calle arrastrando maletas… no sé hacia adónde va todo esto. No es que yo sea un nostálgico del Barrio Chino, que era patético. Pero Barcelona se está convirtiendo en inhabitable, la gente que puede se va. Y eso que yo vengo de Palma, invadida por el turismo de masas.    

La muerte no es el final, es un cambio de papeles, escribe.  

Yo soy de los que piensan que tras la muerte no hay nada y estoy muy tranquilo al respecto. Muchos lectores tienden a pensar que lo que hay en el libro es la ideología del autor, pero yo no hago tratados ideológicos, yo hago historias de ficción, y caben muchas cosas que no son las que yo pienso. Hago bandera de la ficción, no de la autoficción.  

Ha venido al CCCB a ver la exposición ‘Constelación gráfica’ y las charlas con sus nueve autoras. ¿Qué opina de este nuevo cómic?

Hay un cambio clarísimo en el cómic actual. Estas nueve autoras, y muchos más de estas generaciones que han seguido a la mía y a la siguiente, están reinventando los códigos narrativos del cómic. Hacía falta. Están muy bien, se espabilan. Te motivan, son una inspiración. Y tú no te puedes dormir.