Polémica tendencia en la música en vivo

Inflación, cultura ‘vip’ y precios dinámicos disparan el precio de las entradas de los grandes conciertos

El negocio de los tickets ‘premium’ y los fans: "Si compras una entrada VIP es que no eres VIP"

Localidades exclusivas y tarifas que aumentan a partir de la demanda acompañan el espectacular repunte pospandémico de la música en directo de gran formato en un contexto de encarecimiento de los materiales y de afán de la industria por recuperar el tiempo perdido

Concierto de Bruce Springsteen & The E Street Band en abril de 1981 en el Palacio de los Deportes de Barcelona, en la Gira The River. FOTO FERRAN SENDRA

Concierto de Bruce Springsteen & The E Street Band en abril de 1981 en el Palacio de los Deportes de Barcelona, en la Gira The River. FOTO FERRAN SENDRA / Ferran Sendra

Jordi Bianciotto

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Las quejas de los aficionados a la música cuando apuntan al encarecimiento de las entradas de los conciertos de las grandes figuras del pop-rock no responde a una sensación subjetiva, sino a una base real. Se trata de un proceso paulatino que viene de muy atrás y que se ha acelerado con el ‘efecto pandemia’ y la reactivación de las giras. Una suma de factores acumulados (con la inflación y el encarecimiento de los materiales al frente) a los que se añade el auge de la ‘cultura vip’ y el efecto distorsionador de la reventa y de los rampantes precios dinámicos, que trepan cual valor bursátil y llegan a multiplicar las tarifas iniciales.

Las recientes campañas de Madonna y Beyoncé han lanzado el grito de alarma. La voz de ‘Like a virgin’ ofrecía a priori un abanico de precios amplio, de 40 a 300 euros (es decir, 45,50 y 333,50 incluyendo gastos de gestión), para sus conciertos de 1 y 2 de noviembre en el Palau Sant Jordi, los únicos que realizará en España, si bien entradas como las de pista se situaron en una franja sin precedentes de 200 (226,50) y 250 euros (283,50).

Aparte, los paquetes ‘vip’, con variopintas golosinas y atenciones exclusivas, llegaban a superar el millar de euros. Y lo más llamativo ha resultado ser el mecanismo dinámico aplicado a las (muy pocas) entradas que han quedado por vender: este viernes se ofrecían algunas para el ‘show’ del día 1 a 793 euros más gastos.

Barcelona 21/07/2009 Concierto de Madonna en el Estadi Olimpic Foto : Alvaro Monge

Barcelona 21/07/2009 Concierto de Madonna en el Estadi Olimpic Foto : Alvaro Monge / Álvaro Monge

Las categorías ‘premium’

Otro tanto para Beyoncé, donde la gama inicial de precios para el concierto del 8 de junio en el Estadi Olímpic, de 62,50 a 209,50 euros (más gastos), ha dado paso a las tarifas dinámicas para los ‘tickets’ que quedan disponibles, de modo que los más económicos ascienden ahora a 601,50 euros. En las categorías ‘premium’, la oferta bautizada como ‘vip2 pure honey on stage risers’ brinda ‘tickets’ a pie de escenario a 2.377 euros.

Se observa que las franjas bajas de precios han sufrido, por lo general, variaciones relativas (The Cure: 50,50 euros en 2016; 51 euros en 2022), y que cuanto más apetecible es una localidad, más se hace valer. Es ahí donde suele haber las escaladas. Fijémonos en Coldplay: entradas a partir de los 56,50 euros para sus cuatro conciertos de mayo en el Estadi (en 2014 costaban 60), mientras que en categorías superiores se desmadran los números: hasta 170 euros (en 2014 eran 90), y nuevas categorías como el paquete ‘My universe lounge’, a 485 euros más 64,50 de gastos. Con Elton John en el Palau Sant Jordi, se ha pasado de la gama de 50,50 a 90 euros (2014) a la de 68-324 euros.

Imagen del cartel de la gira ’Renaissance World Tour’ de Beyoncé.

Imagen de la gira 'Renaissence Tour' de Beyoncé. / EPC

Las plazas más selectas

En paralelo, entran en escena los precios dinámicos, que se ajustan a la demanda y que han protagonizado episodios estridentes en Estados Unidos: los más de 6.000 euros que llegaron a ofrecerse, el verano pasado, por una entrada de Bruce Springsteen. En España, este sistema, comparable al de los vuelos o los vehículos VTC, se ha aplicado en los espectáculos del Cirque du Soleil y en el festival ‘boutique’ Starlite, de Marbella, y solo en los últimos meses ha llegado a los conciertos de gran aforo. Según Ticketmaster, se trata de entradas de “muy buena calidad” que no representan más que entre el 5 y el 7% del aforo.

Para Neo Sala, fundador y CEO de Doctor Music, esos precios “ayudan a que el artista tenga unos ingresos extra que de otro modo pasarían a engrosar los bolsillos de los revendedores ilegítimos”. El promotor se pregunta “por qué este sistema causa tanta extrañeza”, dado que “las compañías aéreas y los hoteles llevan décadas utilizándolo”. Desliza un detalle visible en la web del Liceu, que reza: “el precio de las localidades se incrementará en el momento en que una zona supere el 70% de ocupación”.

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Entradas de décadas pasadas como la del concierto que dieron The Rolling Stones en Barcelona en mayo de 1990, que costó 4.000 pesetas. / EPC

Coste de materiales

El encarecimiento de los materiales de producción y de la energía es citado como un factor relevante en la subida de precios pospandémica. “Ahí, el incremento es fácilmente de un 15%”, estima Tito Ramoneda, vicepresidente de la APM (Asociación de Promotores Musicales) y presidente de The Project. Los gastos de gestión, un capítulo controvertido, se explican porque “detrás de cada compra hay un sistema informático que garantiza que el comprador tenga en ese momento la entrada en el móvil, y eso vale dinero”. Otra cosa son los precios de la reventa, siempre disparados, y que a su juicio generan confusión. “La gente puede tener la percepción que ese es el precio oficial”, observa. “Hay quien no sabe que está comprando en la reventa”.

Neo Sala ve otra clave en el auge de la ‘cultura vip’. En otros tiempos “no existían los reservados vip en las discotecas, ni los carriles preferentes en los parques de atracciones, ni los ‘packs’ exclusivos en el deporte, que están a la orden del día”, ilustra el promotor, que apunta a los paquetes que ofrece el Barça en la Liga, con una oferta ‘vip premium’ que se eleva hasta los 3.915 euros.

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Precios y entradas de otra época: Sting por 2.000 pesetas y Pixies en Zeleste por 2.500. / EPC

Aquellos precios únicos

Hoy suena muy loco recordar que, en los años 80 y 90, Bruce Springsteen, Madonna o los Rolling Stones llenaban estadios con precios únicos para todo el recinto. ¿Se puede sostener que hacer horas de cola y ponerte a correr al abrir las puertas para colocarte en primera fila es más justo con el fan que vender esas localidades al mejor postor? “No creo que lo sea”, estima Tito Ramoneda. “Y no es civilizado”.

Ampliando el encuadre, la evolución de los precios a largo plazo ha sido muy aguda. Hace 40 años, en el verano de 1983, los conciertos estrella se movían entre las 1.200 pesetas (7,2 euros) de Dire Straits y las 2.000 (12 euros) de Supertramp, que representaban un 1 y un 1,7%, respectivamente, del salario medio de la época. Hoy, los 226,50 de un ‘tíquet’ medio de Madonna suponen el 12,8% de un sueldo. Desde luego, las producciones actuales son mucho más caras (escenografías complejas, pantallas de ‘leds’ sofisticadas, sistemas de sonido ‘top’), pero el alza de los precios es también el reflejo del desplazamiento del negocio musical al directo tras la reducción de los beneficios derivados de las grabaciones.

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Una entrada antigua para un concierto de Dire Straits en Barcelona a 1.200 pesetas. / EPC

Demanda multiplicada

Y después de todo, un factor que no es baladí: el aumento exponencial de la demanda del público. Sin eso, el tinglado se vería abocado a la corrección exprés. Pero las entradas de los ídolos, y particularmente las más caras, suelen venderse. “Ahora hay mucha más gente interesada en ver en directo a un artista que en otras épocas, y el número de conciertos al año que puede dar ese artista es el mismo, pues los años siguen teniendo 365 días”, hace notar Neo Sala. Tras la pandemia, se suma cierta urgencia por recuperar el tiempo perdido elevando tarifas (hablamos de uno de los sectores más castigados), si bien, “al final, hay un riesgo: si las entradas son demasiado caras, no se venderán”, razona Tito Ramoneda.

Contexto estresante, el de la música en vivo, donde se observa “una extrema competencia” entre las promotoras y donde “los festivales llegan a pagar barbaridades por los cachés”, apunta el vicepresidente de la APM. Los artistas juegan con cartas emocionales: la última gira (Elton John), el regreso épico ‘in extremis’ (Springsteen con la E Street Band), el ‘grandes éxitos’ definitivo (Madonna)… Casi como si se acabara el mundo con cada concierto. Y, por ahora, funciona.

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