Crítica de teatro

'Cost de vida': ¿quién cuida al cuidador?

La Villarroel ofrece un afinado retrato sobre la desigualdad y sus consecuencias que le valió a su autora el Pulitzer en 2018

Cost de vida

Cost de vida / Kiku Piñol

Manuel Pérez i Muñoz

Manuel Pérez i Muñoz

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Tenemos que agradecer a la compañía Sixto Paz el descubrimiento de autores destacados. Pasó con Duncan Macmillan con la redonda 'Pulmons' y más tarde con la emotiva 'Les coses excepcionals'. Ahora le toca el turno a Martyna Majok, autora estadounidense de origen polaco cuya carrera despuntó en 2018 cuando le concedieron el Pulitzer por la obra que nos ocupa. 'Cost de vida' (en La Villarroel hasta el 2 de abril) podría parecer por su molde un manual 'woke' para sensibilizar conciencias, pero las apariencias engañan y, más allá de su planteamiento argumental, nos devuelve un paisaje profundamente humano de las consecuencias de la desigualdad.

Dos historias en paralelo con un nexo de unión, dos cuerpos que necesitan ayuda y dos personas que cuidan por razones diversas. Ani, tetrapléjica, recibe la atención de su exmarido Eddie, camionero en paro que ha perdido la cobertura del sistema. Por otra parte está Jess, emigrante pluriempleada que necesita el trabajo de atender a John, investigador universitario con parálisis cerebral. Desde los primeros minutos se prescinde de los estereotipos lacrimógenos y moralizantes. Seducen los enfoques alternativos, como la distancia de clase que separa a John de su cuidadora Jess. Las interdependencias que se generan son tan complejas que hay que estar bien atento para no perderse el denso trasfondo en el que se asienta la obra. 

Realismo descarnado

A pesar de algún salto de tiempo, la pieza apuesta por un realismo descarnado, diálogos llenos de vida que más que imponer un argumento transforman al público en voyeurs de una cotidianidad tensa, cargada de tragedias humanas implícitas. La dirección de Pau Carrió busca también la estructura más elemental, evitando cualquier elemento superfluo o decorativo en la escenografía, cero distracciones para que nos concentremos en lo que se dice y lo que se calla. Ni rastro de la grandilocuencia de los clásicos, Carrió tiene una mano excelente con los dramas contemporáneos, como en su éxito 'Ivan i els gossos', o en 'Testimoni de guerra’ que él mismo escribió casi salpicado de sangre. Bajo la aparente normalidad de 'Cost de vida' late un conflicto lacerante y poliédrico.

Así, la base son las interpretaciones. Julio Manrique ya desde el inicio se marca un monólogo tan creíble que nos sitúa de inmediato en el Brooklyn de los perdedores, el que no concede una segunda oportunidad. Anna Sahun, como su exmujer en silla de ruedas, se lo juega todo a una expresividad facial contenida, espléndido viaje del rencor a la esperanza. Pau Roca tiene el papel más difícil y, a pesar del tono aparatoso, consigue un buen trabajo gestual imitando la parálisis cerebral. Finalmente, eficiente Katrin Vankova como Jess, que juega un triple juego de espejos entre personaje, actriz y autora que lleva la obra aún más lejos en su credibilidad como testimonio social.

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