Historia y anatomía

Viaje al fondo de la vagina, la gran desconocida

La periodista científica Rachel E. Gross analiza en ‘Vagina Obscura’ hasta qué punto el desconocimiento de esta parte de la anatomía femenina ha perjudicado la salud de las mujeres a lo largo de la historia

Multimedia| Adiós a los tabús femeninos: la menopausia sale del armario

'El origen del mundo' de Courbet.

'El origen del mundo' de Courbet. / Xavier González

Natalia Araguás

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Hasta décadas recientes, se sabía menos de la vagina que del fondo de los océanos o de la superficie de Marte. Con esta convicción, la periodista científica Rachel E. Gross se propuso investigar esta parte del cuerpo, ignorada a lo largo de la historia por esa mezcla de desdén y falta de interés que solían suscitar los asuntos sexuales femeninos, dejando a la fertilidad y la reproducción aparte. El resultado es 'Vagina Obscura', publicado en castellano por la editorial Pasado & Presente y todo un 'bestseller' . Un delicioso ensayo que no es solo una lección magistral de anatomía, sino que lleva de viaje al lector a través de siglos y continentes para que entienda hasta qué punto ha perjudicado a la salud de las mujeres el hecho de que la vagina fuera un punto ciego en la investigación científica, frente al derroche de dinero y dedicación invertidos en el estudio del pene.

el origen del mundo

el origen del mundo / Xavier González

Gráfica y erudita, Rachel E. Gross no duda en ponerse a ella misma como ejemplo: la que fuera editora científica de la revista del Smithsonian tuvo que ir corriendo a urgencias al ingerir por error el ácido bórico que le habían recetado para tratarse una candidiasis particularmente rebelde, un compuesto químico también usado como insecticida y matarratas. En pleno 2018, a su ginecóloga no se le ocurrió ningún tratamiento más sofisticado para que su infección remitiese. 

Que la microbiota vaginal es una extensión del sistema inmunológico del cuerpo que debe conocerse a fondo y tratarse con métodos menos arcaicos se está comprendiendo hace poco. Como también que la dicotomía entre orgasmo vaginal y clitoriano, instaurada por Sigmund Freud, es falsa: además de frustrar a generaciones enteras de mujeres, haciéndolas creer que eran disfuncionales al no alcanzar el orgasmo solo a través del coito, tuvo consecuencias dramáticas.

'Vagina Obscura' constata que la historia de la ginecología ha estado escrita por hombres: desde Ernst Gräfenberg, primero en sugerir que existiera el punto G, al anatomista italiano Gabriele Falloppio, a cuyo nombre se deben las trompas de Falopio

La autora rescata la historia de Marie Bonaparte, contemporánea de Freud, a quien veneraba y ayudó a escapar de la Alemania nazi. Con inquietudes científicas y creyéndose frígida, sin que el psicoanálisis consiguiera ayudarla, Marie Bonaparte no dudó en someterse a una operación para desplazar el glande del clítoris hacia abajo, con tal de aproximarlo al orificio vaginal y que así pudiera sentir así placer con la penetración. La llamada operación Halban-Narjani, por el cirujano que la practicaba, no consiguió transferir los orgasmos del clítoris a la vagina de las mujeres que se sometieron a ella y sí tuvo en cambio nefastas consecuencias, como infecciones y pérdida real de la sensibilidad. 

'Vagina Obscura' constata que la historia de la ginecología ha estado escrita por hombres: desde Ernst Gräfenberg, primero en sugerir que existiera el punto G, al anatomista italiano Gabriele Falloppio, a cuyo nombre se deben las trompas de Falopio y el mismo término de vagina, que deriva de la palabra latina para vaina, funda o envoltorio cerrado. Eran los hombres que se hacían preguntas sobre un cuerpo ajeno, el de las mujeres, y a menudo sucedía que no eran las que a ellas más les hubieran interesado que les respondiesen: “No podemos ver lo que no estamos buscando” es una máxima que se repite en el libro.

La menopausia se abordaba como una enfermedad, en vez de una fase más de la vida; la endometriosis o las infecciones no se consideraban importantes, los ovarios se concebían como meros contenedores de óvulos y no se tenía en cuenta su función en la producción de hormonas que impactan en todo el cuerpo. “A nadie en el Congreso le importa en realidad el útero si no hay un bebé dentro”, le habría dicho una experta en endometriosis a Rachel E. Gross para señalar hasta qué punto la investigación médica sobre la mujer se centra en fertilidad en Estados Unidos.

Con la inclusión de mujeres y minorías en la investigación clínica –en 1993 se dictó una orden judicial federal que obliga en EEUU a que estén presentes– la perspectiva está cambiando. Blair Peters, el primer cirujano en cuantificar las fibras nerviosas en el clítoris humano –más de 10.000– se dedica por ejemplo a realizar cirugías en hombres trans: su descubrimiento no solo mejorará la función sexual de los pacientes a los que practica faloplastias, sino que previsiblemente repercutirá en beneficio de las mujeres.  

Tras siglos de ninguneo, la vagina se ha demostrado inagotable como materia de estudio.  

'Vagina Obscura' también se esfuerza en sacar a la luz a las científicas cuyo trabajo ha acabado fagocitado por ellos. Es el caso de Miriam Menkin, la primera investigadora que logró fecundar un óvulo humano fuera del cuerpo, una pionera de la fecundación in vitro que a menudo ha quedado soslayada por su compañero John Rock, uno de los inventores de la píldora anticonceptiva. O Beverly Whipple, una sexóloga que trabajaba de enfermera practicante tratando a mujeres con incontinencia urinaria. Gracias a su trabajo, Whipple descubrió en los ochenta que en la pared anterior de la vagina existía un área que, con la estimulación adecuada, conducía al orgasmo de forma rápida: fue ella quién lo llamó punto G, en honor a Gräfenberg, que había escrito un primer artículo que había pasado desapercibido.

Merecen un capítulo entero, titulado 'Poder', las investigaciones en marcha para que el cuerpo de la mujer pueda generar nuevos óvulos, toda una revolución que de materializarse retrasará la menopausia y abrirá una puerta inaudita a la maternidad tardía. Tras siglos de ninguneo, la vagina se ha demostrado inagotable como materia de estudio.  

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