Crítica de música

Emily D’Angelo enamora en el Auditori

La mezzo canadiense debutó en la temporada de cámara con un innovador programa con acento femenino

La mezzo canadiense Emily D'Angelo en el Auditori

La mezzo canadiense Emily D'Angelo en el Auditori

Pablo Meléndez-Haddad

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La mezzosoprano Emily D’Angelo embrujó al público barcelonés. Lo hizo con su voz seductora, de técnica tan natural como impoluta, con una presencia escénica arrebatadoramente moderna –impresionante, entrañable y misteriosa a la vez, con un vestido entre clásico y ‘punk’– y un programa sorprendente e innovador. Se comprende por qué está desarrollando una carrera meteórica, con aclamados estrenos y triunfos incontestables en concursos como el Operalia de Plácido Domingo, en el que ganó el Primer Premio, el de Zarzuela, el Birgit Nilsson y el del Público. Tras debutar en España en Oviedo y Peralada, el martes se presentó en el Auditori barcelonés dentro de la temporada de cámara para dar a conocer su primer disco, ‘Enargeia’, que incluye obras que van desde los siglos XII al XXI de Hildegard von Bingen, Hildur Guðnadóttir, Missy Mazzoli y Sarah Kirkland Snider, cuatro compositoras que en esta velada también estuvieron presentes, abarcando con el programa un arco temporal similar.

La cantante canadiense se mostró dueña de una voz poderosa, de amplia tesitura, con agudos y graves bien timbrados, facilidad para colorear, para la coloratura y para frasear con conciencia, características comunes a talentos jóvenes, pero que, además, y esto es lo extraordinario de su caso, de una madurez interpretativa sorprendente en el ámbito del ‘Lied’, en el que la poesía tiene que ser dicha con dicción e intensión adecuadas. Para ello contó con la complicidad de la pianista Sophia Muñoz, recorriendo juntas un notable sendero por la historia de la música sobre todo con piezas concebidas por compositoras sobre poesías que se mueven en torno a la vida, el amor y la muerte desde una perspectiva femenina. Y también contemporánea. Dividido en bloques, el programa fue engarzando los diversos temas incluso algunos sin solución de continuidad, mientras que en la segunda parte alternó todas las canciones con otras tantas de la violinista y compositora inglesa Rebecca Clarke.

D’Angelo se llevó a su terreno todos los lenguajes estéticos que escogió, desde esa ‘O Frondens Virga’ de la pionera Hildegard Von Bingen (1098-1179) adaptada en un arreglo de Missy Mazzoli y Sophia Muñoz, hasta las canciones entre místicas y melancólicas –muchas de ellas estrenadas este siglo– de creadores actuales como Mazzoli, Cecilia Livingston o Sarah Kirkland-Snider, salpicados de clásicos de Schoenberg, Aaron Copland o Randy Newman, cuyo ‘Wandering Boy’ (2017), casi de ‘musical’ de Broadway, fue asumido por la mezzo con impostación natural.

Despidieron el programa las dos compositoras más famosas de la historia, Fanny Mendelssohn y Clara Schumann (siempre trufadas con Clarke); de la primera se escuchó un 'Nachtwanderer' de ‘Sechs Lieder, Op.7’ cantado con el dramatismo preciso, y de la segunda su famoso 'Lorelei', de ‘Romanzen und Balladen, Op. 53’, que D’Angelo bordó, sobrada de medios.

Como propinas, y rompiendo el clima incluso elegíaco de su programa, regaló dos romanzas de zarzuela, 'Cuando está tan hondo', de ‘El barquillero’ de Chapí, y 'Al pensar en el dueño de mis amores', la célebre carcelera de 'Las hijas de Zebedeo’, también del maestro de Villena.

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