Opinión | Periféricos y consumibles

Javier García Rodríguez

Javier García Rodríguez

Escritor y profesor de Literatura Comparada en la Universidad de Oviedo

Ruegos y preguntas

hevia

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Se ruega no tocar el “genero”. Gracias. Se ruega no poner el acento en asuntos banales o problemáticos. Se ruega no tocar la tilde. Se ruega no tocar a Matilda. Se ruega no tocar a la Matilda diacrítica. Se ruega no tocar el día. Y no tocar la crítica. Se ruega no tocar la crítica literaria. Se ruega no tocarla ya más, que así es la rosa, la prosa y la sosa cáustica. Se ruega no tocar a los Umpa Lumpas, ni a los diez negritos, ni a los conguitos (cacahuetes recubiertos de una fina capa chocolate, los Ferrero Rocher® del proletariado con conciencia de clase), ni a aquellos negritos del África tropical que cultivando cantaban la canción del ColaCao®, ni a los tractores negros, ni a la negra noche. Se ruega no tocar al negro porque mami qué será lo que quiere el negro (aunque, por lo que parece, quiere pelear conmigo, así que decíselo a mi papá antes de que se termine la verbena con su cumbia trepanadora).

Se ruega no tocar los cuentos infantiles. Se ruega no tocar a los infantes difuntos. Se ruega no tocar los cuentos en verso para niños perversos. Se ruega no tocar las caperuzas, los usos, los husos, las costumbres, las ruecas. Se ruega no tocar las manzanas y los espejos. Se ruega no meterse en camisas de once varas. Se ruega no mear fuera del tiesto. Se ruega no salir, no entrar, no entrometerse, no quedarse al margen. Se ruega no tocar las emociones. Se ruega no desinflar las ilusiones. Se ruega no tocar las ficciones. Gracias. Se ruega no dar las gracias, no tener gracia, no ser un desgraciado. Se ruega no tocar a la inmaculada, llena eres de gracia. Se ruega no tocar la razón. Se ruega no compartir la desazón. Se ruega no tocar el corazón con la afilada mano de Freddy Krueger. Se ruega no tocar solo, ni tocar un solo, ni tocar un estribillo, ni tocar un acompañamiento. Se ruega no mentir y no mentar a la bicha. Se ruega no tocar las narices, no tocarle a nadie la moral (y no darle lecciones ni largarle una catequesis en cuanto se descuida: en la iglesia, en la calle, en el aula). Se ruega no dar órdenes, no dar consignas, no dar pena, no dar gritos. Gracias. Se ruega querer bien. Se ruega tocar por bulerías, por alegrías, por fandangos. Se ruega tocar el género. Con generosidad. Gracias. Se ruega deje usted las cosas como le gustaría encontrarlas. Se ruega tocar con suavidad, con ternura, con amor si es posible. Se ruega no tocar de oído. Se ruega y se pregunta. Pero las preguntas las dejo para otro momento.

Mientras tanto, adiós, rogando y con la maza dando, para seguir creyendo, como Silvio, en la balanza, en la razón del equilibrio, en el delirio y en la esperanza.

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