Crítica de concierto
Petrenko lleva a la OBC al séptimo cielo
El director ruso dirigió con espléndidos resultados un monográfico Richard Strauss
La Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya (OBC) le regaló este fin de semana a sus abonados un programa maravilloso, un monográfico Richard Strauss que repasaba tres momentos de la trayectoria del compositor contando en el podio con el talento de Vasily Petrenko, titular de la Royal Philharmonic.
Obras datadas en fechas tan diversas como 1894, 1941 y 1948 muestran esa evolución sorprendente de un músico inclasificable que creó una obra maestra tras otra. Padre del poema sinfónico –forma que responde a un programa definido por un texto literario–, de la ópera expresionista y de un catálogo de ‘Lieder’ sin igual, este genio de la melodía estuvo representado primero por su ‘Divertimento (sobre Couperin), Op. 86’, de (1941), que la OBC asumía en primera audición.
Esta ‘suite’ en ocho movimientos se inspira en obras para teclado del compositor barroco, uno de esos caprichos experimentales que fascinaban a Strauss, que nunca tuvo problemas para ‘deconstruir’ obras y estilos del pasado para darle nueva vida bajo su mirada de soberbio orquestador. Con un conjunto de pequeñas dimensiones consigue colores y timbres riquísimos, fiel a las melodías originales. Petrenko, lleno de ideas en el fraseo, ofreció la variedad rítmica y dinámica necesaria, contando con unas maderas de lujo.
Media hora de poderío sinfónico
La segunda parte se abrió con uno de los tesoros musicales de la Humanidad, los ‘Vier letzte Lieder’ (las ‘Cuatro últimas canciones’, opus póstumo) escritas en 1948 y estrenadas dos años más tarde, tras la muerte del compositor. Este ciclo sinfónico reúne en media hora toda la belleza que el autor consiguió poner en música a lo largo de su trayectoria, ofrecido con una impresionante prestación de la OBC.
La soprano estadounidense Heidi Melton no contó, en todo caso, con todo el apoyo necesario del maestro, ya que se le vio muy desesperada en la “Frühling” inicial, evidenciando falta de ensayos y un mayor trabajo en el detalle. Pendiente de él en casi todo momento, la cantante buscaba las notas en lugar de ofrecer su visión de los textos y, hasta que se pudo relajar, ya entrada la segunda canción –la difícil “September”–, hizo lo que buenamente pudo, incluso con alguna desafinación y sin poder entregarse a un adecuado uso de los reguladores. En todo caso, al menos, impuso un vozarrón atractivo, y fue muy aplaudida dejando, sin embargo, una sensación agridulce.
Despidió la velada el poema sinfónico ‘Also sprach Zarathustra, Op. 30’ (‘Así habló Zaratustra’, 1894), inspirado en el texto de Nietzsche, cuya obertura popularizara Stanley Kubrick en su legendaria ‘2001. A space Odyssey’. Vasily Petrenko regaló media hora de poderío sinfónico con una lectura espectacular, transparencia en los planos sonoros, todo esculpido con detalle y, lo más importante, con una OBC motivadísima que se mostró luminosa en las diferentes secciones.
El concertino, Vlad Stanculeasa, se lució en sus solos (ya lo había hecho en las canciones), al igual que Francisco López en la flauta, Dolors Cano en la celesta o Mireia Farrés en la trompeta, por citar solo a algunos de los grandes artistas que ayudaron a construir una velada cargada de emociones.
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