Entrevista

Andreu Claret: "El objetivo del franquismo en la primera posguerra no era matar republicanos, sino provocar el terror"

El escritor y periodista publica 'París érem nosaltres' (Premi Ramon Llull), donde novela la extraordinaria vida de su padre, exiliado republicano

Lea una adelanto de 'París érem nosaltres', la nueva novela de Andreu Claret

El escritor Andreu Claret, este viernes en el Born, en Barcelona.

El escritor Andreu Claret, este viernes en el Born, en Barcelona. / ELISENDA PONS

Anna Abella

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Exiliado republicano, amigo del ‘president’ Companys y de Pau Casals, superviviente en la Francia ocupada, colaborador del maquis de la Cerdanya y detenido por la Gestapo, Andreu Claret i Casadessús (1908-2005) fue también el ‘hombre de las nieves’, al que el alcalde franquista Porcioles tuvo que recurrir para ‘salvar’ Barcelona de la histórica nevada de 1962 con las máquinas quitanieves que tenía en Andorra. Tuvo una vida extraordinaria, que su hijo, el periodista y escritor Andreu Claret (Acs, Francia, 1946), miembro del Comité Editorial de EL PERIÓDICO, recorre en la novela ‘París érem nosaltres’ (Columna; en castellano, en Planeta), Premi Ramon Llull, donde la historia de amor con su madre, Maria, es el hilo conductor.  

La vida de su padre se lee como un fresco del exilio republicano. 

No quería hablar solo de mi padre sino hacer un homenaje a todos los exiliados españoles, y catalanes en particular. Tras tres años de Guerra Civil, la retirada, el maltrato en Francia, la Segunda Guerra Mundial, ver la foto de Hitler en la Torre Eiffel… El mundo se les hundía y en esas situaciones hay gente que sale adelante y otra que no halla la salida, que no supera el abatimiento, como el hermano de Companys, que se suicidó. No es la novela de un Superman sino de alguien que supo salir adelante. Era difícil sobrevivir y eso para mis padres era esencial. Piensa que mi madre, con 15 años ya vio cómo la Gestapo sacaba del autobús a un francés y le rompía la cabeza contra la acera. 

En Catalunya la Guerra Civil no fue algo heroico como la defensa de Madrid

Cierra su ciclo de la Guerra Civil en Catalunya. 

Después de tres novelas [‘El secret del brigadista’ (2008), ‘El cònsol de Barcelona’ (2019; Premi Nèstor Luján de Novel·la Històrica) y ‘1939. La caiguda de Barcelona’ (2021)], quería concluir con una historia más personal que explicara los dramas de aquella generación. Es una época no tan trabajada en la narrativa catalana. Quizá porque aquí el miedo impidió que hubiera transmisión familiar y porque en Catalunya la guerra no fue algo heroico como la defensa de Madrid. Aquí, los catalanes se mataron entre ellos, se peleaban anarquistas, comunistas... Y parece que sea dar la razón a los franquistas contar cómo en La Fatarella la FAI mató a 34 payeses pobres de solemnidad porque se negaron a que les colectivizaran sus tierras.  

Cita una frase que su padre le dijo al doctor Broggi en el hospital en una de sus últimas conversaciones: "Tenías que ser un poco monstruo para salir adelante. Repartir leña. Y tener suerte". ¿Define como fue su vida? 

Sí. Esa figura del monstruo… Podía haber acabado siendo un hijo de puta. Lo que lo impidió fue la historia de amor con mi madre. Enamorarse de ella lo humanizó. Ella era mucho más joven que él, y fue el contrapunto a su desastrada vida anterior. Era muy echao p’alante. Antes, no estaba bien con su primera mujer [Trini] y arrastraba el trauma terrible de ver morir a su hija pequeña, de lo que se sentía culpable. Además, sabía que no había tratado demasiado bien a su otro hijo, Joan.  

La suerte: tuvo mucha. Más de una vez salvó la vida de milagro. Un ejemplo: una peritonitis perforada en la que una monja le sacaba a diario una tacita de pus de la herida abierta, lo que le evitó ir al frente.  

Hay como 10 episodios de suerte, sí. Pero también de intuición y de saber tomar las decisiones acertadas. La suerte en la vida debes buscarla y él supo hacerlo.  

Al llegar al exilio en Francia sabía que era un "refugiado privilegiado". Evitó ir a los campos porque se llevó una máquina de escribir Remington y pasó por periodista. A diferencia de su hermano Florenci, que acabó en Argelers.

Y logró sacarle del campo. Florenci está poco reivindicado. Fue alcalde dos veces en momentos muy difíciles. Y su final fue tremendo, a causa de un régimen muy siniestro que en el primer franquismo aprendió las tácticas de la Gestapo para atemorizar. El objetivo de la policía no era matar republicanos, sino provocar el terror. Por eso no tenían escrúpulos en violar a sus mujeres, como le pasó a la de Florenci y a su hija cuando fueron a pedir unos avales para él.    

El escritor Andreu Claret, este viernes en el Born, en Barcelona.

El escritor Andreu Claret, este viernes en el Born, en Barcelona. / ELISENDA PONS

Su padre también tuvo ‘suerte’ cuando lo detuvo la Gestapo, que sospechaba que ayudaba a los maquis. 

Lo salvó la influencia de Pau Casals [su amigo, al que ayudó a organizar sus conciertos solidarios] y de Florenci, que habló con un policía. Eran las últimas semanas de ocupación nazi y los franceses estaban por hacer favores para cuando los alemanes se hubieran ido. Un año antes no habría tenido tanta suerte. 

Aún así estuvo 59 días detenido en el Castellet de Perpinyà. Evitó las peores torturas pero no se libró de las palizas, ¿no?

Parece que tenían instrucciones de no matarlo, pero... Por suerte, un oficial alemán dijo que había que llevarlo al hospital. Nunca quiso hablar de las palizas. En Catalunya también había estado antes tres semanas en una checa. Dormía mal y tenía pesadillas con la Gestapo y con el SIM [la inteligencia de la República], es decir, con los fascistas y la locura comunista.    

Las reuniones de republicanos en el exilio no eran para decir que Franco era un hijo de puta sino para culparse unos a otros de la derrota

Cuando profundizó en la vida de su padre, ¿temía lo que pudiera encontrar? 

En todas las familias hay cajones cerrados. Estaba el tema de Florenci, con quien se peleó. Conseguí contactar con su familia, en Francia: con una prima que no conocía. Fue muy emotivo. Ella me dijo que sabían que no se había portado bien con el dinero de la venta de la aserradora de la Cerdanya, pero que me quedara tranquilo porque Florenci había perdonado a mi padre. La novela me ha permitido tender puentes que el exilio rompió. 

Hay otra relación delicada. En la Francia ocupada tuvo tratos con el oscuro funcionario nazi José María Otto Warncke, que fue militante de la CNT en la Guerra Civil y algunos acusaban de ser agente del Tercer Reich.  

Antes de morir yo había grabado 20 horas de conversaciones con mi padre, pero nunca me habló de él. Descubrí que en realidad se aprovechaba de los alemanes. Vulnerando algo las normas, con ‘papá Otto’ organizó un circuito que le permitió sacar a más de 600 españoles de los campos para llevarlos a trabajar a la empresa que creó en los bosques de Occitania [obteniendo carbón de la tala de árboles]. Algunos exiliados se quejaron de las condiciones muy difíciles y de que les hacía trabajar mucho, pero al menos estaban libres.    

El ambiente en el exilio era tóxico. Reproduce una charla en París entre su padre y Companys donde este le dice que todo eran "chismes, divisiones y maniobras" y lamenta la campaña de "difamación" contra él, donde Tarradellas y otros le acusaban de quedarse con el dinero destinado a los refugiados en Francia.      

Catalanes nacionalistas hacían pintadas de 'C [de Companys] o Catalunya'. Ríete tú del lío que tenemos hoy aquí. Viendo la miserable oficinilla que tenía en París, ¿cómo podían decir que se quedaba el dinero? Mi padre, algo ingenuo, intentaba abogar por la unidad en un mundo de divisiones y reproches. Entre los exiliados hubo muchas miserias humanas, carencias, envidias, nervios... Las reuniones de republicanos no eran para decir que Franco era un hijo de puta sino para culparse unos a otros de la derrota. Y el trato de Tarradellas a Companys desde el punto de vista humano fue intolerable.    

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