Opinión | Periféricos y consumibles

Javier García Rodríguez

Javier García Rodríguez

Escritor y profesor de Literatura Comparada en la Universidad de Oviedo

Por obra y gracia de los guionistas

Berni Barrachina

Berni Barrachina

A Berni Barrachina, guionista de Televisión Española, le despidieron, le largaron, le pusieron de patitas en la calle, por escribir “Leonor se va de España, como su abuelo”, en un rótulo junto a la noticia de que la infanta se marchaba de España a estudiar a un internado muy 'posh' en las islas británicas o donde fuere (y haz lo que viere). El Tribunal Superior de Justicia de Madrid dictaminó tiempo después que el rótulo de marras fue "una apostilla claramente inapropiada e impertinente, que lejos de aportar algo a la noticia la enturbió y ensombreció" pero también establece que "no contenía ninguna expresión con un significado objetivamente injurioso o vejatorio hacía la Princesa, cuya honestidad no quedó realmente en entredicho".

Ay del guionista, invisible y prescindible. Lo mismo da que sea en los programas de televisión que en los largometrajes, en los 'realities' que en las series de más aceptación. En el tejemaneje audiovisual, él teje para que otro maneje el audio y el visual. Parias de la tierra baldía de la escritura para los medios. Lo suyo es ser siempre rápida y mortal, como en aquella mala peli de vaqueras. Agudo pero suave, incisivo pero molón, inteligente pero comedida, no presente pero no impresentable. Mortal y rosa, en dos palabras.En el teatro sueños, digo de los medios, el guionista es el protagonista de Historia de una Escaleta. El cuarto árbitro en los partidos de fútbol. El tipo que afina la guitarra de Keith Richards en un concierto, el que cambia las cuerdas que se rompen. El guionista imagina, crea mundos, pone palabras, dibuja escenarios, transita por diálogos imaginarios. Y regresa a sus cuarteles de invierno, a la retaguardia, para ver cómo otros transitan por estas líneas pisándolas, doblándolas, borrándolas, olvidándolas.Pero a veces, qué suerte, los guionistas asoman la nariz como Pinochos traviesos. Asoman un trocito, un cachito. Y comienzan los juegos de artificio. Pero si alguna vez el guionista se sale del tiesto, aunque sea un cachito, o mea fuera del tiesto o saca los pies de las alforjas (como un rebelde), comienzan a pedirle explicaciones.Como las pide el rey del pollo frito.

Berni Barrachina fue readmitido en Televisión Española porque un juez no vio delito ni dolo ni na de na en su rótulo infanticida o principesco. Otros quizá pidan para él o para los guionistas de 'Cachitos de hierro y cromo' el silencio como recompensa, el segundo plano como salario. Siempre será mejor que se queden ahí, con la gracia que quiso darles el cielo, en vez de exponerse a untiro, aunque sea de gracia. Mientras tanto, muchas gracias a quienes escriben guiones, invisibles tantas veces, porque en sus palabras vemos imágenes, porque en sus diálogos conocemos personajes, porque en sus historias descubrimos el mundo.

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