Opinión | Quemar después de leer

Laura Fernández

Laura Fernández

Escritora y periodista

Diseñar otro mundo dentro de un cómic, por Laura Fernández

Benoît Peeters y François Schuiten publicaron en 1983 el primer álbum de la serie 'Las ciudades oscuras', y una década después, una de las viñetas saltó al mundo real y le dio a París su única estación de metro con aspecto de submarino 'steampunk', porque no ocurre a menudo, pero, a veces, lo que imaginas acaba existiendo.

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WhatsApp Image 2023 02 10 at 22.19.46 / Sara Martínez

Hasta el año 2020, hubo un lugar en Wincanton, una localidad inglesa de apenas 6.000 habitantes, en el que podían comprarse sellos que si pretendían hacer llegar alguna carta a alguna parte sólo podían hacerlo dentro de una novela. Porque eran sellos emitidos en Ankh-Morpork, la capital del Mundodisco. Y no era la única cosa que había en aquella pequeña tienda, Discworld Emporium, que había dado el salto de la página de una novela a la realidad. Había en ella, lo hay hoy -la tienda sigue abierta online-, todo tipo de cosas relacionadas con la famosa saga fantástica de sir Terry Pratchett. La clase de cosas que, de escapar un día cualquiera de los personajes de cualquiera de esos libros, podría reconocer, y quizá fuese lo único que reconociese, en el mundo real.

Ocurre lo mismo con, por ejemplo, la cerveza de mantequilla que se sirve en el Caldero Chorreante, famosísimo establecimiento del Callejón Diagon, un callejón mágico al que únicamente tienen acceso los magos, y los aprendices de magos, en Harry Potter. Que hoy cualquier muggle puede tomarla de importación -hay marcas comercializándola-, o bien en los estudios en los que se rodaron las películas de la saga creada por J. K. Rowling. La saga de Rowling, por cierto, está de actualidad esta semana. Acaba de lanzarse un videojuego, Hogwarts Legacy, que te convierte en alumno casi en tiempo real de la escuela de magia. Tienes que asistir a clase, y salir de compras, hacer amigos, probar hechizos hasta caer rendido y, por supuesto, enfrentarte a todo tipo de cosas.

Estación Arts et Métiers

Pero nada de lo que se ha creado para ese videojuego -que añade mundo al mundo de Harry Potter- existe fuera de él en la forma en que existen los sellos de Ankh-Morpork o la cerveza de mantequilla. O la estación Arts et Métiers del metro de París. La estación Arts et Métiers del metro de París fue inaugurada en 1904. En 1904, Jules Verne aún estaba vivo. Murió al año siguiente. No podía ni imaginar, cuando lo hizo, que un día uno de los primeros astronautas le escribiría una carta a su nieto para decirle que sin los libros de su abuelo jamás habría soñado con viajar a la Luna. La carta está hoy en su casa museo, en Nantes. Podría haber una también de Benoît Peeters y François Schuiten. Diría algo parecido a que sin él jamás hubiese existido la estación Arts et Métiers.

No la estación en sí, por supuesto, sino el aspecto que tiene desde 1994. El aspecto que tiene desde 1994 es uno que le dieron Peeters y Schuiten, a imagen y semejanza de una estación de metro de una de sus ciudades oscuras. Es decir, las ciudades que imaginaron como reverso o reinterpretación -aislada y, en muchos sentidos, totalitaria, y siempre arquitectónicamente impactante- de las originales, para su serie 'Las ciudades oscuras', una serie de inquietantes y oscurísimos cómics de línea clara -Peeters es francés, Schuiten, belga- que empezaron a publicarse hace 40 años, después de que la pareja de amigos coincidiera un día en el Palacio de Justicia de Brusels y se dijese que había encontrado, allí mismo, "un pasaje" a, literalmente, "otro mundo".

La historia de Peeters y Schuiten tiene algo de mágica. Casi parece un cuento de los hermanos hadas sin hadas. Dos niños asisten a clases de pintura. Se conocen. Se caen bien. Tienen 12 años. Empiezan a construir una biblioteca juntos. "Leíamos los mismos libros", me dijo Peeters la otra tarde. Esos libros eran libros de Jules Verne, pero también de Franz Kafka. Con el tiempo, uno de ellos dejó de dibujar y se puso a escribir. El otro, hijo de un famoso arquitecto belga, siguió dibujando. Crecieron, se distanciaron y, con 22 años, coincidieron un día en el Palacio de Justicia y se dijeron que podían intentar hacer algo juntos. ¿Se acordaban de cuando eran niños? ¡Por supuesto! ¿Por qué no empezar por ahí? ¿Por qué no crear un mundo a partir de aquella biblioteca?

Si parece que hay una única mente soñadora y solitaria detrás de 'Las ciudades oscuras' -serie de 12 títulos, y una enorme cantidad de material circundante, desde películas a guías, y otros álbumes de ampliación de mitología- es porque en cierto sentido aquellos dos niños eran uno solo. Sus obsesiones eran las mismas. Habían crecido alrededor de una misma biblioteca. Podría decirse que ese niño que eran ellos dos soñaba con habitar un mundo en el que existían estaciones de metro con aspecto de submarino. Un submarino 'steampunk' que a su adorado Jules Verne le hubiese fascinado. Y al final lo consiguieron. Como ocurre en sus cómics, primero lo imaginaron, y luego se hizo realidad. Y hay días en que Peeters aún no puede, dice, creérselo.

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