Entrevista

Pancho Varona: “Le pedí a Sabina una reunión con la banda para darnos todos un abrazo y no quiso”

El músico relata sus 40 años de asociación estrecha con el cantautor, hasta su inesperada ruptura del pasado noviembre, en un podcast de seis capítulos, ‘Detrás de un revólver’, disponible en la plataforma Sonora

El guitarrista Pancho Varona

El guitarrista Pancho Varona / EPC

Jordi Bianciotto

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¿Por qué ese título del podcast, ‘Detrás con un revólver’?

Ah, es una frase de Toni Garrido, de Sonora, sobre el escudero que está en el escenario detrás del jefe, compañero y amigo, defendiéndolo a capa y espada. Quizá alguien se quiere pensar que me quiero cargar al jefe, pero no va por ahí.

“Había 5.000 o 50.000 guitarristas mejores que yo en Madrid”, dice en el documental. Pero Sabina lo eligió a usted.

Joaquín se ha guiado más por los afectos que por la calidad. El técnico de sonido lo era porque todas las tardes tomábamos un café con él y charlábamos, y el batería, porque era nuestro amigo, no porque hubiera pasado un casting. Creo que me eligió porque nos caímos bien desde el primer día.

Comenzó a trabajar con él en 1982, luego se integró en su banda, Viceversa, y algo más tarde entró en escena Antonio García de Diego. ¿Hablamos de un triángulo?

Totalmente. Aunque Joaquín también había compuesto muchas canciones enteras, música y letra, si bien con el tiempo se dedicaría sobre todo a los textos.

Se ha dicho que su distanciamiento comenzó en 1999, cuando Sabina encargó la producción de ’19 Días y 500 noches’ a Alejo Stivel (exTequila, también productor de La Oreja de Van Gogh).

Qué va, eso no tiene nada que ver. Hombre, yo entonces me puse celoso, pero Joaquín me dijo: “tú no te preocupes, que vas a seguir siendo el director de mi banda y de mi vida”, y así fue. Eso sí, el disco no me gustaba nada cómo sonaba. Las canciones eran muy buenas, pero la voz de Joaquín sonaba demasiado cruda, descarnada, después de muchos años en que la habíamos cuidado mucho.

En el documental viene a decir que Alejo Stivel actuó con cierta soberbia.

Es que nosotros, en el estudio, habíamos hecho siempre lo que Joaquín quería, y esa idea de “ahora, por fin, Sabina sonará como debe sonar”… Claro, yo ahora a los discos anteriores les cambiaría la sonoridad: más seca, más contundente, con menos efectos. Nos dejábamos llevar por la moda de los 80 y 90.

¿Stivel sufrió de cierto ‘síndrome Tom Waits’?

Puede que sí. No estoy seguro. La voz de Waits es maravillosa. Te escupe cuando canta. Y la voz de Joaquín allí era una especie de querer hacer lo que hacía Tom Waits sin conseguirlo. Porque, aunque parezca que su voz no está tratada, lo está y mucho.

Después del ictus que sufrió en 2001, Sabina cambió de vida. ¿Y de círculo de amistades, al comenzar a relacionarse con un círculo de poetas?

Sí, Felipe Benítez Reyes, Benjamín Prado, Almudena Grandes, Luis García Montero… Pero eso no quiere decir que nos dejara de lado, solo que amplió su círculo, llenándolo más de letras que de músicas.

Con Antonio García de Diego montaron las Noches Sabineras, recitales con el repertorio creado con y para el jefe. Una ‘troupe’ que acabaría integrando al grueso del grupo de Sabina y de la que usted se separó en 2021. ¿Ahí hay el germen de su ruptura con Sabina?

Tuvimos un desencuentro por las agendas. Yo tenía mucho trabajo en solitario, con mi mánager, y aparte estaban las Noches Sabineras con otro mánager. Medio mes trabajaba en mis cosas, y el otro medio, con la banda. Y ellos me empezaron a pedir más días de mi tiempo para poder trabajar más. Discutimos y ellos anunciaron, sin avisarme, que la banda se partía. Me enteré por las redes. Yo entonces formé La Banda del Pirata Cojo. Pero no creo que esa sea la causa de que Joaquín no me lleve de gira.

Sabina le hizo saber que no contaba con usted a través de un mail.

Donde no me daba un motivo concreto del despido. Sí que venía a decirme que no tiene nada que ver con mi problema con la banda. Yo le había pedido a Joaquín que hiciera de mediador: que nos encontráramos en su casa toda la banda, darnos un abrazo, pedirles disculpas por la parte que me tocaba y retomar el camino. Y no quiso.

Han pasado unos meses, ¿por qué cree que Sabina ha prescindido de usted?

Te juro que no lo sé. Estoy muy despistado. Me han dicho que los músicos le dijeron “si va Pancho a la gira, nosotros no vamos”, cuando a mí, Antonio me asegura que no es así. Me pasé un año mandando ‘whatsapps’, no a Joaquín, porque no tiene teléfono, sino a Jimena, pidiéndoles vernos un día, hasta que me dijeron: “mándanos un mail si quieres decirnos algo”. Y al final, él me contestó diciéndome que yo no iba a la gira, y una serie de vaguedades.

¿Cómo se ha sentido en este tiempo?

Te digo la verdad: esto me pilló con Los Secretos en México, y recibí tal cantidad de mensajes de cariño, miles, que me sentí, casi, casi, fortalecido. Claro que en su momento te duele y te choca, pero si recibes tanto a cambio...

Se ha dicho que la relación estaba deteriorada desde hacía muchos años. ¿Es así?

Ni mucho menos. Mi relación con Joaquín había cambiado, como cambió su relación con todo el mundo desde que tuvo el ictus. Pero tres días antes de que estallara la pandemia estuve en su casa y casi me echó porque ya se estaba hablando del coronavirus.

¿Leiva, actual cómplice de Sabina, juega algún papel en esto?

A Joaquín, Leiva le viene muy bien; siempre me ha dicho que es muy trabajador y rápido. Y es muy bueno. Mucha gente le culpa de la separación, pero él no tiene nada que ver. Me da rabia que se metan con él: es mi amigo y lo admiro.

¿Y ahora qué proyectos tiene? ¿Seguirá con las versiones ‘sabineras’ o planea obra nueva?

Todavía me apetece mucho viajar y dispongo de la energía, así que me estoy reservando un poco mis ganas de componer y grabar para cuando me falle un poquito la salud. No creo mucho en el mundo del disco, pero sí en las canciones y me gustaría grabar una y tirarla a la red, a ver qué pasa. Y luego otra, y a lo mejor con todo eso hacer un álbum. Con el nombre de Pancho Varona u otro. Es un buen momento para decir ‘esta boca es mía’.

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