Opinión | Premios de la música

Jordi Bianciotto

Rosalía en los Grammy, camino de lo imposible

El premio al mejor álbum latino alternativo por ‘Motomami’ consolida sus poderes en Estados Unidos al tiempo que le recuerda que lo suyo, por ahora, forma allí parte de un nicho de mercado, en contraste con la posición abiertamente ‘mainstream’ de la que goza en España y en algunos países europeos

Rosalía en su concierto en Barcelona de la gira 'Motomami'

Rosalía en su concierto en Barcelona de la gira 'Motomami' / Ferran Sendra

Si tiráramos de metáforas alpinas, podríamos decir que Rosalía sigue muy bien asentada en el campamento base y que la cumbre se insinúa prohibitiva y lejos de su alcance. Tiene a su favor a la prensa, que la vitorea, pero la industria sigue reservando sus grandes palancas del poder para los favoritos ‘anglo’: Harry Styles (el premio gordo: álbum del año) y Beyoncé (la que acumula más gramófonos, cuatro). El galardón otorgado a la vecina de Sant Esteve Sesrovires, al ‘mejor álbum latino de rock o alternativo’, por ‘Motomami’, es igualmente un nuevo triunfo, si bien remarca las diferencias entre la crítica y el ‘show business’, y entre el ‘mainstream’ español y el estadounidense.

Rosalía repite distinción tres años después de recibir el primer Grammy por su segundo disco, ‘El mal querer’, en una categoría cuyo enunciado puede sorprender en casa: ¿disco alternativo (ya que de rock tiene poco) para un trabajo, ‘Motomami’, que ha sonado en España por tierra, mar y aire, y del que es imposible no tener noticia salvo que en este último año uno se haya refugiado en un severo exilio interior? Pues así es para la Academia de la Grabación estadounidense, que consolida la integración de Rosalía en el imaginario musical del país, si bien le dice que lo suyo habita en el mundo latino y, dentro de ahí, en el ala exquisita, más que de multitudes, no en liza con Sebastián Yatra, sino con Jorge Drexler, Mon Laferte, Gaby Moreno, Cimafunk y Fito Páez.

Diferencias de percepciones: lo que es mayoritario aquí, no lo es tanto allí, también por el uso preferente del español (por muy ‘spanglish’ o cubista que llegue a ser). Lo que ha conseguido Rosalía en este tiempo es tan excepcional que no nos gusta rebajar ni un ápice sus méritos y se trata de evaluarlos con los pies en el suelo. Y ‘Motomami’ no es en Estados Unidos el ‘blockbuster’ que ha sido en España, y difícilmente podría serlo.

El álbum alcanzó allí un puesto 33º en el 'hit parade', muy meritorio, pero inevitablemente corto en comparación con el Disco de Oro anotado en Francia y con las posiciones altas en países europeos como Portugal, Bélgica o Suiza. Y en cierto contraste con los laureles que le otorgaron, en sus resúmenes de los mejores discos de 2022, colocándolo en el Top 5, cabeceras como ‘Rolling Stone’, ‘Pitchfork’, ‘The New York Times’ y unas cuantas más. Mercado y mirada especializada son mundos distintos, y lenguajes, y criterios de evaluación.

Lo que ocurre es que Rosalía nos ha acostumbrado de tal modo a alcanzar sus más altos objetivos porque no sabía que era imposible, como diría el sabio, que la vemos capaz de todo, incluso de hacerse algún día con el trofeo al mejor álbum del año en unos Grammy que, en toda su historia, solo una vez lo han reservado a un artista latino: el mexicano Santana con ‘Supernatural’ (2000). Y era un disco mayoritariamente en inglés, y lleno de invitados ‘vip’ de la élite anglosajona, de Lauryn Hill a Eric Clapton.

Conociendo ya un poco a Rosalía Vila Tobella, cuesta imaginar que, para ella, se trate de una meta descabellada. Pero, mientras llega, o no, hace bien de paladear este segundo Grammy, retozando en la cama, según parece, ya que vale más que unos cuantos Grammy Latinos juntos.

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