Crónica
Cuestión de vida o muerte
Roger Roca
Periodista
La voz llega distorsionada pero también imponente. Keith LaMar, en directo desde un teléfono del pabellón de aislamiento de una cárcel de Ohio, en los Estados Unidos, cuenta su verdad. “Estáis escuchando mis últimas voluntades, mi testamento, la encarnación de todo lo que he soportado, aprendido y conquistado”. Sobre la tarima de Paral·lel 62, el cuarteto del pianista Albert Marquès acompaña con delicadeza las palabras de LaMar, sobreimpresionadas en la pantalla que enmarca el escenario. Y durante media hora, lo que le permite su situación legal, Keith LaMar es mucho más que un condenado a muerte. También es un artista que expresa sus anhelos a través de la palabra y del jazz, la música que le ha mantenido vivo y cuerdo durante casi 30 años encerrado en una celda de aislamiento. “Es increíble que estéis aquí aplaudiendo a una persona que está en el corredor de la muerte”, le dice al público que asiste a la inauguración del primer IrídiaFest, un festival de derechos humanos y cultura.
LaMar participa en directo solo en tres canciones, pero son de una potencia enorme. “Tell ‘em the truth”, perfecta conjunción de palabra y música, es una evocación de la infancia perdida. “Be free” es su alegato, su defensa. En 1995, durante un motín en la cárcel en la que cumplía condena por asesinato, se le acusó y condenó por la muerte de cinco personas. Él insiste en que no tuvo nada que ver con esas cinco muertes y en que su juicio no fue justo. ¿Ocurrió así, en realidad? Keith LaMar lucha para poder contar eso mismo frente a un tribunal. Y Freedom First, el proyecto que Albert Marqués puso en marcha en 2020, es su altavoz. Sin presupuesto, solo con la ayuda de quienes han creído en ello, Freedom First ya es un pequeño milagro. Grabaron un disco a distancia, lograron montar una gira. Hay en marcha un documental y un libro. Pero queda poco tiempo. La ejecución de LaMar está programada para el 16 de noviembre de 2023. En abril Freedom First llegará a Ohio. Ahí se decide todo. “Queremos que se presione al gobernador para que pare la ejecución y reabra el caso”, explica Marqués.
LaMar desaparece del concierto, pero quedan los músicos. Erin Corine, cantante y flautista de Chicago instalada en Catalunya, toma el testigo. Su versión de “Strange Fruit” es solemne y conmovedora. Corine cierra el concierto dirigiendo un esperanzado canto de gospel en el que participa todo el público. Es estrategia política: no se puede luchar desde el derrotismo.
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