'Un país bañado en sangre'

La tragedia familiar de Paul Auster: "La pistola que mató a mi abuelo destrozó la vida de mi padre"

El último ensayo de Auster, ‘Un país bañado en sangre’, disecciona la relación de Estados Unidos con las armas y su impacto en la vida del escritor, marcada por un tabú familiar: el asesinato de su abuelo

Paul Auster: "En Estados Unidos es más fácil conseguir una pistola que registrarse para votar; es una locura"

Paul Auster

Paul Auster / Edu Bayer

Leticia Blanco

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El 23 de enero de 1919, dos meses después del fin de la Primera Guerra Mundial y coincidiendo con el inicio de la tercera ola de la gripe española, la abuela de Paul Auster mató al que todavía era su marido y padre de sus cinco hijos. 

El matrimonio se había disuelto hacía dos años, él había comenzado una nueva vida en Chicago con otra mujer y ella se había quedado en la ciudad de Kenosha, en Wisconsin, sola y a cargo de los niños. Un día que él volvió a traer regalos para su prole, ella subió arriba a acostar al más pequeño de todos (el padre de Paul Auster, por entonces de seis años), cogió una pistola que guardaba debajo de la cama, bajó a la cocina donde también estaba el más mayor de los críos (uno de los tíos de Auster, de nueve años) y disparó al que todavía era legalmente su esposo. Tenía 36 años. Ella fue absuelta por locura temporal y tras el escándalo, abandonó Kenosha rumbo a Newark, en Nueva Jersey. 

El terrible crimen se convirtió en un tabú, un secreto sepultado por el trauma que marcó la vida de una familia lógicamente destrozada. “La pistola que mató a mi abuelo es la misma arma que destrozó la vida de mi padre”, escribe Auster en ‘Un país bañado en sangre’, donde describe a su progenitor como un hombre incapaz de amar, “solitario, fracturado, cuyo paisaje interior era tan tenebroso que vivía distanciado de los demás”. “Si tu padre ha muerto porque tu madre lo mató a tiros, y si a pesar de eso sigues queriéndola, casi seguro que irás cayendo poco a poco en un estado mental con tantos cables cruzados que en buena parte acabarás apagándote”, escribe en su último ensayo, donde reflexiona sobre las causas y consecuencias de la violencia armada y la terrible onda expansiva que dejan los muertos y heridos en su círculo más cercano: amigos, familiares y conocidos, que nunca vuelven a ser los mismos. 

Auster no se enteró de lo que realmente había sucedido hasta 1970, el año que se embarcó seis meses en la marina mercante. Fue gracias a una de esas rocambolescas casualidades que han jalonado una biografía particularmente tocada por el azar: una prima del escritor coincidió en un vuelo transatlántico al lado con un desconocido que resultó ser un vecino de Kenosha y le contó lo que todo el mundo sabía en el pueblo y era tema prohibido en el clan de los Auster.

El autor de ‘Leviatán’ nunca se atrevió a contárselo a su padre. “Yo sabía que él sabía, pero él nunca supo que yo lo sabía. Cualesquiera que hubieran sido sus motivos, me había protegido con su silencio cuando yo era pequeño y ahora yo tenía la intención de hacer lo mismo por él en su vejez”. El escritor ya explicó esta historia en ‘La invención de la soledad’, publicada en 1982, en la que Auster reflexionaba sobre su padre, el trauma familiar y la paternidad. 

Los datos sobre la mayor lacra de Estados Unidos no invitan al optimismo. La pandemia ha disparado las ventas de armas y las estadísticas de 2020 ya apuntaban que los homicidios en las 30 ciudades más grandes del país aumentaron un 30% respecto a 2019, una cifra que empeoró en 2021, cuando Auster escribió el libro. En Nueva York, los tiroteos se incrementaron un 73% ese año. Según el Philadelphia Research Institute, actualmente hay 393 millones de armas en Estados Unidos. Más de una para cada hombre, mujer y niño del país.