Obituario

Un largo adiós para Alexis Ravelo

El autor de novela negra, referente del género en las islas Canarias, fallece a los 51 años, víctima de un infarto 

Alexis Ravelo

Alexis Ravelo / Elena Palacios

Marta Marne

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No nos enseñan a despedirnos. Nunca estamos preparados para decir adiós. El impacto sobreviene sin previo aviso. Una llamada en medio de una reunión de trabajo, un mensaje cuando caminas por la calle. Y tu universo se detiene mientras el de los que te rodean continúa como si nada hubiese pasado. Eso es lo que nos ha ocurrido a muchos la mañana del 30 de enero de 2023 al notificarnos que Alexis Ravelo (Las Palmas de Gran Canaria, 1971) acababa de fallecer de un infarto. Y nos han faltado las palabras que él siempre consiguió encontrar.

 Hay escritores que son buenas personas y hay buenas personas que escriben. Alexis era de los segundos. Siempre se consideró como un artesano de las palabras. Alguien que no creía en las musas, sino en el trabajo constante y continuo; en darle vueltas a una idea, buscar la mejor manera de volcarla en un papel y, si no lo conseguía, dejar reposar el texto hasta que le llegase su momento. Nunca tuvo más prisa que la de querer contar todas las historias que se le acumulaban en los dedos. Sabía que, más tarde o más temprano, la intuición acaba encontrando su camino y que solo hay que tener la constancia y la paciencia de esperar a que lo haga.

 Raymond Chandler en su ensayo ‘El simple arte de matar’ cuenta que le preguntaban a menudo que por qué no probaba a escribir una novela seria, dándole a entender que el género negro-criminal no lo era. Alexis escribió muchas novelas serias. Nunca se tomó a broma el género, y fue uno de sus grandes defensores. Luchó libro a libro por demostrar que podía haber belleza en una obra oscura, que es factible emocionar relatando la amistad entre un niño y un perro —como en ‘Los nombres prestados’—, narrando los últimos instantes de la vida de un hombre despreciable —como en ‘Un tío con una bolsa en la cabeza’— o contando una historia de amor durante la Semana Roja -los primeros días de la Guerra Civil- en La Palma —en ‘Los milagros prohibidos’—.

 Precisamente en La Palma muchos le dimos el último abrazo, con la promesa de que habría muchos después de ese. Después de tres entregas, se jubilaba como comisario de Aridane Criminal, el festival de novela negra de aquella isla, para poder cuidarse un poco más.

 Alexis Ravelo fue mi padrino en tantas facetas de la vida que no me dan los dedos de las manos para contarlas. Aún el otro día me recordaba cómo durante años me presentó como ‘su bloguera de referencia’ a todo el que quiso escucharle. Siempre creyó más en mí que yo misma, y me dio tantos empujoncitos que incluso me convenció de subirme al escenario de un festival literario a moderar.

 No importa cuantas veces escriba todo esto con verbos en pasado: no puedo asimilar que se ha ido. Quiero quedarme con el consuelo de saber que he podido decirle todo esto, de que siempre supo cuánto le he querido, cuánto le quiero, y cuánto le he admirado. Que al menos todo este cariño no se quede atrapado dentro de este dolor. 

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