Más allá de la verbena

Oques Grasses, en la Champions de la música catalana en el Palau Sant Jordi

El grupo de Osona celebró su 10º aniversario con su cancionero festivo en mutación, de influencias latinas y electrónicas, y luciendo una formación multitudinaria, en una sala con las entradas agotadas desde hacía ocho meses

Jordi Bianciotto

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Lo que no consiguieron ni Txarango ni La Pegatina (quizá porque no quisieron intentarlo), “fer un Sant Jordi”, se lo ha anotado un grupo posterior, Oques Grasses, que entró en escena hace ya diez años luciendo un nombre grotesco y cuyo último disco lleva el título deliberadamente cutre y viejuno de ‘A tope amb la vida’. Pero los de Osona han sabido tocar el nervio de una muchachada presta a su algarabía un poco alucinada, con esa ocurrente filosofía de bosque manejada por su cabecilla, Josep Montero.

Noche de tiros largos para Oques Grasses, la de este sábado, sintiendo el aliento de los 18.400 asistentes que agotaron las entradas hace muchos meses, en mayo de 2022. Ocasión que la banda preparó a fondo, con una docena de músicos extra (metales, cuerdas, percusiones, voces) que dieron un calado más frondoso a sus canciones, aunque eso representara alejarlas del trazo electrónico conciso que daba identidad a sus últimos álbumes.

Pensamientos en voz alta

Centrando el foco, un Montero domador de multitudes aun con su desvalida figura y su manejable guitarrita, valiéndose de una voz no enfáticamente melodiosa (graznido agudo a lo Sting juvenil) y deleitándonos con sus ocurrencias líricas. “Comptant les llàgrimes al buit / he après a caure cap amunt”, hizo saber en ‘Elefants’. Canciones sin diatribas políticas ni relatos con principio y fin, sino más bien pensamientos en voz alta propios de “un tío que fuma porros en Muntanyola”, tal y como razonó un día a este diario. Y una apuesta por sonoridades y plantillas de ritmos renovadoras del canon verbenero catalán, como el aparatoso funk de ‘Petar-ho’ y la trama ‘afro’, digna del belga Stromae, apreciable en ‘Goodline’.

Montero contó que hace 12 años trabajaba de electricista y que luego, durante un tiempo, Oques Grasses peinaron con abnegación el circuito de bares y garitos de la Catalunya central. Con delirios de grandeza: “ens agradava dir ‘bona nit, Palau Sant Jordi’, i hi havia 15 persones”, confesó desde el pequeño escenario al que se desplazaron para cantar al pasado en acústico: de ‘Cavall estable’ (“tothom es creu especial / i tots som iguals”) a la versión de ‘I want to break free’, de Queen, que en su día hacía que la clientela de la barra girase la vista.

El previsible subidón sónico posterior consumó la dominación del recinto a golpe de la arrolladora latinidad de ‘Vida d’oferta’, y de números contrastados como ‘Cul’, ‘De bonesh’ y ‘Serem ocells’. Oques Grasses, consagrando un cambio de ciclo en la escena en catalán y haciendo suyo el Sant Jordi, como en otros momentos Raimon, Llach, Bonet, Sopa de Cabra, Antònia Font y unos pocos más. Un grupo que de lejos puede parecer la enésima encarnación de la pachanga, pero que tiene algo, y cuyo espectáculo de este sábado invitó a conceder que, cuando menos, el presente es suyo.