Crítica de música clásica
La OBC y su dominio del francés
Para el conjunto catalán el repertorio francés es como si fuera una segunda lengua materna, y en el concierto del sábado lo volvió a demostrar

Marta Mathéu y Anna Alàs. /
La Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya (OBC) continuó este fin de semana su temporada con un interesante programa de marcado acento francés. Su director titular, Ludovic Morlot, se puso al mando de obras de Debussy, Saint-Saëns y Ravel, autores a quienes se sumó un español formado y consagrado en el país vecino como es Manuel de Falla.
La velada arrancó con la temprana cantata-poema lírico de Claude Debussy ‘La damoiselle élue’ (1893), sobre un texto de Dante Gabriel Rossetti, contando con las voces de las catalanas Marta Mathéu y Anna Alàs, junto al Cor de Noies del Orfeó Català. Tanto la soprano de Tarragona como la mezzo de Terrassa demostraron conocer la obra a fondo; Mathéu, dueña de una voz de timbre hermoso y esmaltado, impresionó por su fraseo delicado y cargado de sentido, mientras que Anna Alàs, sobrada de medios, aportaba seguridad y una línea de canto ideal para la breve parte. Con el coro femenino sucedió algo extraño, ya que en lugar de mostrarse sutil y delicado, el enfoque con el que se le marcó produjo un canto tímido y más bien gris.
Completó la primera parte Camille Saint-Saëns y su suite sinfónica / doble concierto ‘La muse et le poète en Mi menor, Op. 132’ (1910), en el que actuaron como solistas dos estrellas de la OBC, el concertino Vlad Stanculeasa y el solista de violonchelo Charles-Antoine Archambault, una adecuada decisión que motiva y consagra al activo humano de la propia orquesta. El diálogo establecido entre ellos y la orquesta fue todo un acierto.
Tras la pausa llegó el principal reclamo comercial del programa: Manuel de Falla y sus ‘Noches en los jardines de España’ (1915), para cuya lectura se optó por el francés Bertrand Chamayou, que después ofrecería una de las obras más particulares de Maurice Ravel, el ‘Concierto para piano para la mano izquierda’ (1930), escrito a petición del pianista Paul Wittgenstein, quien perdió el brazo derecho durante la Primera Guerra Mundial. En la obra de Falla, tan cercana al impresionismo, Chamayou se transformó en un miembro más de la orquesta, en una muy convincente comunión. Los vientos de la OBC realizaron una labor impecable, lo mismo que en un Ravel que acabó siendo lo mejor de la noche, con todo en su sitio y en una extrovertida versión orquestal, con un Bertrand Chamayou realmente virtuoso.
Durante todo el programa Morlot mostró afinidad con el repertorio, pero todavía no consigue dominar la acústica de la sala, tendiendo siempre a fagocitar a los solistas, como sucedió con el pianista en la compleja obra de Falla y con la mezzo en Debussy.
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