La caja de resonancia

La Paloma, ¿esta vez sí?

La venerable sala de la calle del Tigre de Barcelona, cuyos orígenes se remontan a 1903, cierra los últimos flecos con la intención de poder abrir en carnaval, tras 16 años de cierre, y planea acoger conciertos de músicas de perfil más adulto que juvenil para tratar de evitar todo amago de fricción con los vecinos, su mayor preocupación.

Jordi Bianciotto

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Hace ahora tres años, hablábamos en este diario del cercano regreso a la actividad de La Paloma, por supuesto sin calcular que una disparatada pandemia se lo iba a llevar todo por delante. Y, bien, retomada la normalidad, la venerable sala de la calle del Tigre calienta, ahora sí, motores para dar despacho al frenesí bailongo ciudadano y, no solo eso, también para acoger conciertos como en los buenos tiempos.

La sala tuvo que cerrar en diciembre de 2006, cuando el Ayuntamiento emitió una orden de cese por exceso de ruido. En este tiempo, me cuenta Mercè March (que la dirige con su hijo Pau), ha afrontado obras de insonorización y la instalación del prescriptivo limitador de decibelios. Trabajos de factura lenta, porque han sido muchos los gastos y no han recibido ayudas. “Y somos una familia, no una multinacional”, me hace notar la señora March, que durante estos 16 años ha acudido, dice, “todos los días a la sala, a verla y a cuidarla”.

Su mayor preocupación es evitar cualquier clase de molestia a los vecinos, y por ello prevé practicar unos horarios más contenidos que en el pasado. Aunque su licencia les permitiría abrir hasta las cinco y seis de la madrugada (los fines de semana), planea cerrar a las tres y potenciar las tardes. Y sería llamativo que alguien se sorprendiera de que una sala de fiestas opera en la calle del Tigre, puesto que está ahí desde el año 1903.

Música en directo

¿Y la música en directo? Las promotoras miran La Paloma con ojos golosos. Todavía no hay conciertos cerrados, ni siquiera conversaciones, pero la sala está técnicamente preparada.

Ahí, de nuevo, pensando en futuribles fricciones vecinales, se piensa en atraer a un público adulto y no a muchachadas alborotadas. Canción de autor, jazz, flamenco, tango, copla o cabaret podrían dar muchísimo juego en ese hermoso salón perfiles dorados y tapicería roja. Cierro los ojos y me acuerdo de un recital de Martirio en La Paloma, hará un par de décadas, en que parecía que el tiempo se paraba.

Aunque parezca que hablar de fechas traiga mal fario, dados los precedentes, la sala cierra los últimos flecos (contratación del personal) para abrir sus puertas de modo estable a partir del carnaval, la segunda mitad de febrero. Hasta entonces, ensaya acogiendo ocasionales eventos privados. El plan es abrir de viernes a domingo. Quizá también los jueves. Todo, o casi, está dispuesto. Solo que, hace tres años, este artículo no se habría titulado con un interrogante, y ahora ya sabemos de los riesgos de dar cualquier cosa por sentada.