Opinión | Periféricos y consumibles

Javier García Rodríguez

Javier García Rodríguez

Escritor y profesor de Literatura Comparada en la Universidad de Oviedo

El juego del calambur

La nueva sesión de Bizarrap y Shakira.

La nueva sesión de Bizarrap y Shakira.

Con energía inesperada se ha instalado el calambur como figura retórica fundamental de nuestra posmodernidad alicatada hasta el techo. A fuerza de escucharlo, nos habíamos creído que eran la paradoja y la ironía el signo de los tiempos, pero una canción -lírica contemporánea, poesía actual, versos hodiernos con lache aspirada- nos ha abierto los ojos como sociedad, nos ha puesto frente a frente con los grandes problemas de nuestros días, y, no en menor medida, nos ha recolocado en la tradición literaria de la poesía satírica y burlesca. Ahí está todo el país, todo el mundo si me apuran, hablando de Lucilio, de Marcial, de la poesía yámbica griega, de la literatura latina en su conjunto y del Barroco. Mientras tanto, en el gallinero mediático, algunos confunden Presley con Preysler, y a Lisa Marie con Isabel. A lo lejos, o se escucha el "te amaré, te amaré" como banda sonora de la misa del gallo o nieva.

La culpa no fue del chachachá sino del calambur, que ha soltado tinta para parar un tren. Y de la sátira y la burla y la coña marinera. Estamos todavía digiriendo el bocadillo de calambures fritos que han servido -algo frío, como la venganza- una diva con vuvuzela y un diyei de Buenos Aires. El calambur encebollado que a todos nos salpique. Claramente. Porque cuando llega la burla, no hay sororidad que valga, ni empoderamiento, ni pollas en pepitoria, ni facturas con IVA y sin Ibai. Porque “el humor es agresivo, busca una víctima”, si nos fiamos de Hugo Hiriart. Y en el caso de la cancioncita de marras, aparece humor motivado más por el odio y la invectiva (la 'vituperatio' retórica) que motivado por la broma (el 'ridiculum' retórico). El humor le ha llevado a Camilo de Ory (ya no poeta, solo "el tuitero") a una sentencia de dieciocho meses de prisión por sus tuits ofensivos hacia la desgracia de un niño muerto. A la cárcel por faltoso. 'Coolpable' (lo ha dicho él de sí mismo).

Nada extraño en todo esto. Poemas de ocasión los ha habido siempre. Pullas, pellizcos, insultos, improperios, injurias, blasfemias, burlas, dobles sentidos. Han estado siempre por ahí en el tango, en el bolero, en las baladas. Ahora nos los encontramos, vía calambur, haciendo la competencia a dos estrenos cinematográficos que son regulares adaptaciones de obras literarias: como ruido de fondo (DeLillo 'reloaded': "¿Te duele el corazón o el alma?") y como los renglones torcidos de Dior (quizá). Pasatiempos, en todo caso. En serie, el juego del calamar o del calambur. Las nuevas historias del kraken. Si es verdad que, como escribe DeLillo, somos "seres frágiles rodeados de actos hostiles", quizá debamos convertirnos en Isabel de Borbón, esposa de Felipe IV, y que el cabrón de Quevedo se nos acerque con una flor en cada mano, el muy capullo, y nos proponga aquello de "entre el clavel blanco y la rosa roja, su majestad escoja".

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