Crítica de cine
Crítica de 'MEGAN': una muñeca más que diabólica
No es una película que pretenda reflexionar sobre los peligros de la inteligencia artificial y los robots ni un remedo de Chucky. Juega sus bazas con seguridad y, sin sorprender, despierta la curiosidad
Quim Casas
Periodista y crítico de cine
Profesor de Comunicación Audiovisual en Universidad Pompeu Fabra y docente en ESCAC, FX, Cátedra de Cine de Valladolid y Museu del Cinema de Girona. Autor de diversos libros sobre David Lynch, David Cronenberg, Jim Jarmusch, Fritz Lang, John Ford y Clint Eastwood. Miembro del Comité de Selección del Festival de Cine de San Sebastián.
Lo primero que hay que conseguir en una película de terror protagonizada por una muñeca, un robot asesino o el muñeco de un ventrílocuo es que la criatura animada sea lo suficientemente inquietante. ‘MEGAN’ tiene en la muñeca robótica e hiperrealista que le da título al ser maligno perfecto. Lo segundo es construir una historia interesante alrededor de esa figura aparentemente cándida que acaba siendo amenazante. La trama de la película producida por James Wan, también autor del argumento, lo es. Tras la muerte de sus padres en accidente, una niña comienza a vivir con su tía, la joven ingeniera robótica que ha diseñado a MEGAN, la muñeca de un futuro… imperfecto.
El filme realizado por Gerard Johnstone es ciertamente mesurado y nada estridente. No abusa de los golpes de efecto pueriles, sino que crea atmósferas de horror con pocos y bien conjuntados elementos. Los clímax son precisos, la evolución de la muñeca hacia los abismos del terror también es bastante meticulosa. Y las figuras humanas no son de simple relleno: la ingeniera es tan inmadura como su sobrina, y los enfados violentos de esta resultan a veces tan desconcertantes como los actos de la robot de ojos amenazadores vestida como una muñeca de porcelana del siglo pasado.
No es una película que pretenda reflexionar sobre los peligros de la inteligencia artificial ni un remedo del muñeco diabólico Chucky. Juega sus bazas con seguridad y, sin sorprender, despierta la curiosidad. Tiene además algunas secuencias notables de violencia y desgarro –y de amplio aplauso popular–, una en un bosque y otra en un ascensor.
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