Crítica de música

El concierto de Año Nuevo de Viena, un soso ‘hit’ global

El tradicional festival del valses, marchas y polcas de la Filarmónica vienesa triunfa en audiencia, pero cojea a nivel artístico

El maestro Franz Welser-Möst dirige la Filarmónica de Viena con su tradicional Concierto de Año Nuevo, este domingo, en la Sala Dorada de la "Wiener Musikverein" de Viena.

El maestro Franz Welser-Möst dirige la Filarmónica de Viena con su tradicional Concierto de Año Nuevo, este domingo, en la Sala Dorada de la "Wiener Musikverein" de Viena. / EFE / Filarmónica de Viena / Dieter Nagl

Pablo Meléndez-Haddad

Pablo Meléndez-Haddad

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Era la tercera vez que Franz Welser-Möst subía al podio del salón dorado del Musikverein para dirigir el concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena, la popular convocatoria que, cada 1 de enero, acompaña a familias de medio mundo mientras ponen la mesa para la primera comida del año. Y aunque en esta ocasión fueron bastantes las novedades del programa, la habitual monotonía rítmica de las obras de la saga de Johann Strauss no consiguió levantar el vuelo. Con más de ocho décadas de experiencia, y sobre la base de un repertorio que gusta en todas partes –de ahí la consolidación internacional de la cita–, la verdad es que este 2023 el Concierto de Año Nuevo de los muy respetados Filarmónicos vieneses tendió más bien al tedio. Las marchas y las danzas, a pesar de la evidente hondura del trabajo del director y de la impecable interpretación del conjunto, no alcanzaron a emocionar en ningún momento, ni tan siquiera en el siempre esperado ‘Danubio azul’, uno de los ‘hits’ del programa que, una vez más, se ofreció como primera propina antes, por supuesto, de la aclamada ‘Marcha Radetzky’. Y no es que el repertorio esté obsoleto, ya que siempre engancha, pero una escucha atenta al resultado artístico ofreció lecturas con poca chispa o, más bien, sin ningún momento de clímax.

Welser-Möst tiene tantos admiradores como detractores y es indudable que el maestro de Linz conoce bien las partituras que tenía entre manos. Hay que agradecerle el esfuerzo que significó el aporte de nuevas piezas a un programa ancestralmente repetitivo –se incorporaron 13 nuevas obras–, pero lo más extraño, es que esa ampliación pasó casi desapercibida salvo, por ejemplo, por la obertura de la opereta ‘Isabella’ de Franz Von Suppé, de regusto español. La calidad de la Orquesta sin duda sigue siendo la mejor de las garantías de esta velada –no en vano los Filarmónicos vieneses están considerados como algunos de los mejores músicos del mundo–, a la que se unieron esta vez los Niños Cantores de Viena, el Coro de Niñas de Viena y un grupo de bailarines del Ballet Estatal vienés espléndidamente vestidos, aunque con coreografías muy poco lucidas del británico Ashley Page.

Récord de audiencia

La retransmisión televisiva de este espectáculo –cuyas butacas preferentes alcanzaban un precio de 1.200 euros– una vez más fue un lujo en cuanto a realización, ya que cada toma se centraba en el instrumento que interpretaba en ese momento, y en el entreacto se recordó con un documental la Exposición Universal de Viena de 1873. Un nuevo record de audiencia impuso en el imaginario popular las inmortales melodías de Johann Strauss padre e hijo, de los miembros de su familia Josef y Eduard, así como de otras tantas de Karl Michael Ziehrer, Josef Hellmesberger hijo y Von Suppé. Habría que quedarse, en todo caso, con la cita de Nietzsche del maestro en su felicitación por el nuevo año: “La vida sin música sería un error".

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