Crítica

Una Yuja Wang sencillamente electrizante

La diva china del piano regresó a Barcelona de la mano de la Philharmonia Orchestra llenando la sala Pau Casals de L'Auditori

La pianista china, en L'Auditori.

La pianista china, en L'Auditori. / Antoni Bofill

Pablo Meléndez-Haddad

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BCN Clàssics continuó su programación esta vez saltando del Palau al Auditori, ¡y completando el aforo! Para conseguir esta nueva hazaña sentó al piano a toda una estrella del siglo XXI, la consagrada y excéntrica intérprete pequinesa Yuja Wang, quien electrizó al público junto a ese prodigioso instrumento que es la Philharmonia Orchestra londinense. La artista china fue la encargada de dar vida a las partes solistas de una de las obras fundamentales del repertorio de Serguei Rajmáninov, el ‘Concierto para piano Nº 1 en Fa sostenido menor, Op. 1’. Se trata de un salto mortal que el compositor comenzó a escribir con 17 años y que exige una técnica férrea, aspecto que Yuja Wang sabe exhibir como pocos.

Como es costumbre en sus actuaciones compareció divina, con un espectacular vestido largo con cola de lentejuelas doradas y con unos ‘stiletti’ de tacón de aguja y plataforma. Ante el piano, entregada, regaló todo un recital de virtuosismo y expresividad, espléndidamente arropada por la orquesta y el joven director finlandés Santtu-Matias Rouvali, quien no se cortó un pelo en los 'forte'. Wang electrizó al público con su digitación magistral, con una cadencia impresionante en el primer movimiento (a pesar del ataque de tos de la señora de turno), mostrando un dominio absoluto de la obra. La ovación que recibió se saldó con tres pirotécnicas propinas.

Fue Chaikovsky quien envolvió a Rajmáninov, este último ferviente admirador del primero. Abrió la velada una dramática versión de la ‘Obertura-Fantasía Romeo y Julieta’, pieza en la que Rouvali mostró sus credenciales poniendo toda la carne en el asador en un extrovertido discurso equilibrando a partes iguales dramatismo y lirismo, valiéndose de una orquesta en plenitud. Esa energía también se expuso en una conseguida versión de la ‘Sinfonía Nº 4 en Fa menor, Op. 36’ del autor ruso, con una Philharmonia Orchestra todo seguridad y sapiencia. Rouvali volvió a darle caña y, quizás por no conocer la acústica de la sala, consiguió momentos atronadores, los mismos, en todo caso, que sacudieron al público de alegría y gozo.

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