Crítica de cine
'Mantícora': Carlos Vermut, siempre incómodo, perturbador
Entrevista | Carlos Vermut: "Tenemos problemas morales con la imagen de un pedófilo, pero no con la de un asesino
Un filme complejo y problemático, porque de lo que habla resulta siempre problemático, sobre todo cuando no hay posturas moralistas, sino descripciones de una geografía tumultuosa
Quim Casas
Periodista y crítico de cine
Profesor de Comunicación Audiovisual en Universidad Pompeu Fabra y docente en ESCAC, FX, Cátedra de Cine de Valladolid y Museu del Cinema de Girona. Autor de diversos libros sobre David Lynch, David Cronenberg, Jim Jarmusch, Fritz Lang, John Ford y Clint Eastwood. Miembro del Comité de Selección del Festival de Cine de San Sebastián.
El tema de ‘Mantícora’ parece claro, pero en el cine de Carlos Vermut lo interesante es muchas veces lo que se esconde detrás de las esquinas del relato, la inquietud que supura en los lugares más inesperados, esos personajes que no son de una sola cara. Así es en ‘Diamond flash’, ‘Quién te cantará’ y, sobre todo, en ‘Magical girl’, su película más completa.
Cerca de esta se encuentra ‘Mantícora’, quizás incluso más ambiciosa, al menos en cuestiones argumentales, no tanto de estilo. Un filme complejo y problemático, porque de lo que habla resulta siempre problemático, sobre todo cuando no hay tesis de por medio, ni posturas moralistas, sino descripciones de una geografía tumultuosa. Repito, hay un tema, ‘aquello de lo que va la película’, pero sobre todo hay una historia oscura del pasado que se sugiere de manera magnífica, y un montón de contradicciones centradas en un joven y prestigioso diseñador de videojuegos (Nacho Sánchez) que afronta el aislamiento emocional del mismo modo que lucha contra sus flaquezas.
Es muy interesante cómo Vermut filma la esperanza, que aparece en la relación con la chica encarnada por Zoe Stein, para enseguida confrontarla a la perturbación. Este sería posiblemente el mejor calificativo para ‘Mantícora’, un filme perturbador, pero también se quedaría corto. Incómodo, intranquilo, provoca desasosiego y contrariedad. Pero no es una película provocadora. Ese no es la forma de hacer cine de Vermut. Tiene secuencias de una fuerza brutal –la de la conversación en el interfono, por ejemplo– y un final especular que vuelve a dejarnos entre tinieblas.
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