Hacia los Oscar

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'El hilo invisible': alta costura cinematográfica

La actriz, en un fotograma de 'La emperatriz rebelde'.

La actriz, en un fotograma de 'La emperatriz rebelde'. / EPC

Nando Salvà

Nando Salvà

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Se dio a conocer al gran público al lado de Daniel Day-Lewis en ‘El hilo invisible’ (2017), la obra maestra de Paul Thomas Anderson, pero el mejor escaparate hasta la fecha de su talento es la película gracias a la que obtuvo un premio interpretativo en el pasado Festival de Cannes, y que ahora llega a España. ‘La emperatriz rebelde’ se sitúa en 1877, justo antes del 40ª cumpleaños de Isabel de Baviera, para imaginar una versión de la princesa que es muy diferente del almibarado retrato ofrecido en su día por la trilogía ‘Sissi’ -aquí el personaje fuma, bebe, se droga, se tatúa, desafía a su marido y al protocolo y, si es necesario, hasta hace gestos obscenos-, y gracias a la que la actriz luxemburguesa ya suena como probable candidata al Oscar.

En ‘La emperatriz rebelde’, usted ofrece el que para muchos es su trabajo interpretativo más logrado hasta la fecha. ¿Cómo le sienta ese reconocimiento?

Es francamente gratificante porque, al fin y al cabo, para mí protagonizar esta película es como un acto de liberación o incluso de insurrección. Porque ‘La emperatriz rebelde’ parte de una idea mía, y porque está protagonizada por un personaje que ni es amable ni intenta serlo, y eso hizo que para poner el proyecto en pie tuviéramos que soportar mucho escepticismo. La mayoría de gente que trabaja en el mundo del cine cree que los espectadores son estúpidos, pero la acogida que esta película está teniendo demuestra que no lo son.

Mucha gente sabe de Isabel de Baviera exclusivamente a través de las películas de la saga ‘Sissi’. ¿Cómo conoció usted su figura?

Yo crecí en una casa muy rockera, y un poco ‘hippie’, en la que las películas de princesas no tenían cabida. Mi primer contacto con Isabel de Baviera fue ‘Sissi’, sí, pero porque me las arreglé para ver una de esas películas en casa de nuestros vecinos. Posteriormente, ya adolescente, cayó en mis manos una biografía de ella, y al leerla sentí que era una mujer intrigante, y muy desconcertante. ¿Por qué apenas comía? ¿Por qué era tan reacia a ser retratada? ¿Por qué estaba tan obsesionada con el ‘fitness’? Comprendí que la imagen popularizada por ‘Sissi’ era pura fantasía. 

¿Es rebatir esa imagen el motivo por el que decidió protagonizar ‘La emperatriz rebelde’? 

Uno de ellos, por supuesto. Ella fue la primera víctima de la cultura de la celebridad. Europa entera decidió que era la mujer más hermosa del continente, se obsesionaron con ella y decidieron que eran sus dueños, y que tenían derecho a opinar sobre todo lo relacionado con su vida. Todo eso ejerció una enorme presión sobre ella, que era una mujer interesada en política, más interesada en viajar que en acudir a bailes y recepciones, y que fue una de las primeras figuras de la monarquía en criticar la institución. Ese contexto fue para ella como una jaula.

Romy Schneider, la actriz que le dio vida en ‘Sissi’, también quedó encerrada en algo parecido a una jaula por culpa del personaje... 

Sí, era una actriz maravillosa que, como la emperatriz, quería ser reconocida por su trabajo y no por su belleza. Ambas mujeres sufrieron muchísimo por el mismo motivo. En parte, para mí hacer la película ha sido un intento de hacerles justicia a ambas, de reivindicarlas y proporcionarles algo que en vida no pudieron tener. Aunque, en realidad, la he hecho para todas aquellas mujeres que alguna vez han sido prejuzgadas o manipuladas para que fueran madres, para que se quedaran en casa, y para que no hicieran preguntas o levantaran la voz. Y ese tipo de esclavitud de las expectativas sociales es algo que sigue muy vigente. Cada vez más.

¿Culpa de Instagram?

En buena medida. En la actualidad, todos somos un poco Sissi, obligados a ofrecer siempre una imagen atractiva y a someternos constantemente a la evaluación de las demás. Nos hemos convertido en nuestros propios espectadores y acosadores; cuantos más seguidores tenemos, más tiempo debemos dedicar a satisfacerlos. Ese exhibicionismo es un virus, una pandemia. Y la belleza física tiene más valor que nunca, y eso ejerce más presión que nunca sobre las mujeres. Me parece repugnante.

¿Ha sentido usted esa presión?

Inevitablemente. De niña sentía que tenía que ser lo suficientemente bonita, divertida e inteligente, a pesar de que mis padres no me enseñaron nada de eso. Y durante mucho tiempo pensé que había algo defectuoso en mí, porque ningún chico me pidió una cita hasta que cumplí 22 o 23 años. Y aun hoy siento esa presión, Cada vez que paseo por una alfombra roja me sonrojo y empiezo a sudar. Y a menudo me pregunto qué pinto yo haciendo este trabajo, y maquillándome para sesiones fotográficas, y dando entrevistas como esta.

Krieps en 'El hilo invisible' de Paul Thomas Anderson.

Krieps en 'El hilo invisible' de Paul Thomas Anderson. / EPC

Hasta fecha, la película que más sesiones fotográficas y más paseos por la alfombra roja le ha proporcionado es ‘El hilo invisible’, su debut en el cine estadounidense. ¿Cómo sobrellevó su promoción?

Nunca me he sentido tan sola y tan vacía como me sentí durante las semanas que estuve en Los Ángeles promocionando esa película. Me pasé el tiempo poniéndome vestidos que otras personas habían escogido para mí, subiendo y bajando de coches y escenarios, sonriendo por contrato y notando cómo me observaban y me juzgaban. Pensé que me volvía loca. Esa es una parte de Hollywood en la que, definitivamente, no encajo. Y cuando veo a algunas de mis colegas venderse a sí mismas, y mendigar aceptación, me cuesta entenderlo. 

Al parecer, usted lleva en la sangre el mismo tipo de espíritu rebelde que atesora su versión de Isabel de Baviera. Su propio abuelo fue un héroe de la resistencia contra los nazis, ¿no es así?

Sí, estuvo preso en un campo de concentración, y esa experiencia le proporcionó la determinación para querer cambiar el mundo. Posteriormente llegó a ser ministro de Justicia de Luxemburgo, y fue el responsable de la abolición de la pena de muerte en el país. En efecto, creo que he heredado de él cierta actitud. Hago películas para hablar de cosas incómodas y explorar asuntos que son tabú. Me lo tomo como una misión. Y la experiencia de mi abuelo en los campos me ha empujado a pasarme la vida leyendo libros de historia, para tratar de entender por qué el ser humano puede llegar a ser tan atroz. Por supuesto, no he encontrado la respuesta.

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