Crítica de música

Mozart y Mahler triunfan en el Palau de la Música

Los Wiener Symphoniker y el pianista canadiense Jan Lisiecki agotaron las localidades de un concierto memorable

Omer Meir Wellber, al frente de la Sinfónica de Viena, con Jan Lisiecki al piano

Omer Meir Wellber, al frente de la Sinfónica de Viena, con Jan Lisiecki al piano / A. Bofill

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Palau 100, la temporada de conciertos de abono más internacional de las organizadas por la Fundació Orfeó Català-Palau de la Música Catalana, colgó el cartel de entradas agotadas en su cita del jueves. Toda una proeza, porque vender todas las localidades de un concierto sinfónico en una ciudad como Barcelona, con una programación tan amplia como variada, hoy es un lujo teniendo en cuenta la coyuntura económica. Pero el reclamo funcionó, ya que para ello se contaba con valores seguros: unos intérpretes de lujo como la carismática Sinfónica de Viena –no la famosa Filarmónica– y el ya consagrado pianista canadiense Jan Lisiecki, a cargo de dos obras tan populares como la ‘Quinta Sinfonía, en Do sostenido menor’ de Mahler y el ‘Concierto para piano núm. 21, en Do mayor, KV 467’ de Mozart. Ambas han ido más allá del ámbito puramente musical gracias a su utilización en dos películas emblemáticas; la primera, cuyo ‘Adagietto’ para cuerdas ilustra los créditos de apertura de ‘Muerte en Venecia’ de Visconti y la segunda por su ‘Andante’, banda sonora de ‘Elvira Madigan’, filme de culto del realizador Bo Widerberg.

La obra de Mozart, compuesta en 1785, arrancó el programa con un Lisiecki suelto y entregado, que conoce la obra íntimamente –la grabó hace una década– y que supo equilibrar la digitación prodigiosa de los movimientos rápidos y de lucimiento en las cadencias escogidas con el lirismo del ‘Andante’. Desde el podio, Omer Meir Wellber, que hoy lidera varios conjuntos y compañías operísticas, le acompañó con complicidad y aportó una concertación convincente, muy eficaz sobre todo en la parte lenta con una gran actuación de la cuerda grave. También se le vio algo inestable en algunas frases, como en la conclusión del tercer movimiento, algo precipitada.

Ante la ovación recibida, Lisiecki regaló un precioso nocturno de Chopin torpedeado por un teléfono móvil...

Caluroso aplauso

La visión del maestro israelí de la sinfonía mahleriana, espectacular y efectista, sonora y delicada, convenció ampliamente al público dado el caluroso aplauso recibido al final de la interpretación, respuesta que se concretó en dos suculentas propinas. La ‘Quinta’ de Mahler, con sus líneas melódicas, trágicas y contradictorias, los ritmos cambiantes y los momentos íntimos sonaron casi siempre precisos y Wellber supo contrastar con efecto como para conquistar, sin que se notaran las imprecisiones del demoledor segundo movimiento, sumidas en la masa sonora o algunos pasajes al comienzo de los vals del ‘Scherzo’ o de la titubeante acción de conjunto del ‘finale’. Una vez más un teléfono móvil se impuso a la música, y nada más comenzar el ‘Adagietto’, lo cual obligó a detener la interpretación y recomenzar la magia.