Crítica de libros
'Un bien relativo', de Teresa Cardona: el valor de lo cotidiano
La autora construye una trama procedimental donde consigue hacer brillar la cotidianidad por encima de lo policíaco
Marta Marne
Crítica literaria
El género policial posee una serie de reglas que, a priori, ofrecen un armazón muy rígido para contar historias. Recolección de indicios, interrogatorios, extracción de conclusiones. Una concatenación de pasos de baile de los que resulta difícil desligarse si no quieres darte de bruces contra el suelo. Una de las autoras que los está amoldando a sus necesidades es Teresa Cardona, novelista hispanoalemana con más elementos en común con su teniente Karen Blecker de los que podría parecer en un principio. Ambas poseen la doble nacionalidad y acaban de llegar a España. Cardona regresa tras varios años en Alemania y Blecker se instala como recién llegada. Algo que le permite al personaje mostrar la mirada de extrañeza del extranjero a través de una sucesión de reflexiones sobre las diferencias entre nuestro país y el resto de Europa que se convertirán en uno de los puntos fuertes de las dos novelas que ha protagonizado hasta el momento: ‘Los dos lados’ y ‘Un bien relativo’ (Siruela).
En ‘Un bien relativo’ repite la estructura de ‘Los dos lados’ con una historia que además se sitúa en un momento previo en el tiempo: la segunda entrega de la serie sería en realidad la primera de las dos. Tendremos de nuevo una trama contada en dos tiempos, 1980 y 2015. Ambas historias transcurrirán de forma paralela sin que el lector sepa muy bien qué tienen en común, cuál es el nexo de unión. Si en 2015 tenemos la investigación de Karen Blecker y José Luis Cano sobre la muerte de una monja aparecida en El Escorial, en 1980 se nos contará la vida de una madre de familia, Inmaculada, con cinco hijos que se acaba de quedar embarazada otra vez.
A Cardona no le asusta adentrarse en temas controvertidos. Desde la tauromaquia hasta el terrorismo, pasando por el aborto o la falta de individualidad de las personas adscritas a la Iglesia. La base con la que se enfrenta a estos asuntos es la ética. Trata de presentar todos los puntos de vista, las diferentes perspectivas y miradas para que el lector se adentre en la piel de los personajes. Que mire a través de sus ojos, que se calce sus zapatos, que respire y sienta como ellos. Y que una vez que haya realizado este ejercicio escoja posicionarse ante una u otra actitud.
Si el punto fuerte de la novela es la construcción de los personajes —su forma de hablar tan distinta de un barrio rico a uno pobre, su psicología y la manera que todo ello representa la España de los años 80— el estilo en esta ocasión es mucho más depurado que en el libro anterior. Estamos ante una obra con una sensorialidad manifiesta, en la que podemos oler la cera de las escaleras de los barrios más acomodados y la col hervida en los más desfavorecidos. El frío de las calles, el calor al abrirse la puerta de una cafetería, el color de los atardeceres de febrero o el sonido de la persiana de un comercio al cerrarse. Una serie de detalles que dotan al texto de un inmenso abanico de matices.
Lograr dentro del género policíaco que el lector se interese antes por lo cotidiano que por lo criminal es uno de los grandes aciertos de Teresa Cardona. Una novelista con pericia a la hora de idear tramas pero que destaca sobre todo por un estilo elegante y directo.
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