Mala vida en tiempos cutres

Jazz, heroína y un crimen chapucero en la Barcelona de 1962

Alberto Valle publica 'Todos habían dejado de bailar', ficción tejida en torno a un suceso sonado con la que ganó la última edición del Premio de Novela Negra L'H Confidencial

La obra brinda una reconstrucción puntillosa de los bajos fondos y la escena jazzística de la ciudad

Alberto Valle

Alberto Valle / Jordi Otix

Ramón Vendrell

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Tenía que ser un palo fácil y sustancioso y acabó convertido en una salvajada sin beneficio. En el asesinato del comerciante Francisco Rovirosa en 1962 estuvieron implicados ciudadanos estadounidenses, británicos y españoles, y además la sangre salpicó la escena jazzística barcelonesa. "Fue el crimen de la década en Barcelona y recibió mucha atención mediática no solo en España sino también en Estados Unidos y Gran Bretaña -dice Alberto Valle-. El régimen franquista lo llamó 'el crimen de los existencialistas'. Para la dictadura era existencialista todo aquello extranjerizante y alejado de la moral nacional-católica".

Es este suceso el núcleo de 'Todos habían dejado de bailar' (Roca Editorial), ficción con la que Valle (Barcelona, 1977) ganó la 16ª edición del Premio de Novela Negra L'H Confidencial.

El autor fue puntilloso en la reconstrucción novelada de los bajos fondos y sobre todo de la órbita del jazz de Barcelona. Los hermanos Jack y Phil Hand (en el libro transformados en Hall), dos buscavidas norteamericanos casi tan fanáticos del jazz como de la heroína, fueron importantes en ese ámbito. Como impulsores del club Jack's (ojo: en la trastienda del bar Carmona, en la calle del Parlament, sede asimismo de la Peña Taurina Chamaco) y como cabecillas de The Jazz Brothers, grupo más bien limitado pero moderno y con pegada que durante su breve existencia se atrincheró en el Jamboree de la plaza Reial.

Consumo muy minoritario

¿Hemos dicho heroína? ¿En la Barcelona de los primeros años 60? "Su consumo era muy minoritario -informa Valle-, pero si la querías y sabías dónde buscarla, la encontrabas. Llegaba a través de marinos de la Sexta Flota estadounidense. Los Hall y su entorno eran una excepción en el ambiente jazzístico de la ciudad, donde se bebía algún whisky y a lo sumo se fumaba grifa".

El éxito de las sesiones del Jubilee Jazz Club en el restaurante Tobogán de la Reial no pasó desapercibido a Joan Roselló, propietario del bar Brindis, situado justo enfrente, que lo trasformó en el Jamboree en 1960. "El Brindis era un antro en el que eran habituales los follones -señala Valle-. Tenía hasta taquillas para que la soldadesca americana se cambiara de ropa y saliera del brazo de una mujer camino de una pensión".

La mala reputación del Brindis hizo que al principio los músicos y los aficionados al jazz locales se resistieran a ir al Jamboree. "La mayoría eran de familias pudientes -indica Valle-. Los discos de jazz estadounidense eran casi objetos de lujo que había que comprar en Francia. Como a los personajes de 'Vida privada', de Josep Maria de Sagarra, 30 años antes, les gustaba bajar al casco antiguo a encanallarse. Pero locales como el Brindis rebasaban su límite".

Poco tiempo le costó superar esos prejuicios al Jamboree, cuya primera etapa duró hasta 1968 y que fue reabierto en 1992. 'Como si tuviera alas', breves memorias del trompetista, cantante y heroinómano recalcitrante Chet Baker, tiene un epílogo barcelonés fechado en diciembre de 1963, cuando el artista de Oklahoma fue a actuar en la cava de jazz durante un mes. Allí, escribe, conoció a una "familia de gran peso en la ciudad", a través de la que contactó con un cirujano de fama internacional. "Pronto logré que me facilitara recetas, y todo empezó de nuevo", termina el icono del cool jazz blanco.

A conciencia

Valle se documentó a conciencia. Entrevistas a músicos de la época, hemeroteca y libros: 'Jazz en Barcelona 1920-1965', biblia de Jordi Pujol Baulenas; 'La Sisena Flota a Barcelona' y 'Vida i miracles de la plaça Reial', de Xavier Theros; 'Historia y leyenda del Barrio Chino', de Paco Villar; 'Ficció criminal a Barcelona 1950-1963', de Ramon Espelt; 'Barcelona en rosa y negro', de Santiago Tarín...

En el apartado delincuencia local, Valle recomienda como una mina de información los libros de casos del comisario Tomás Gil Llamas ('Brigada criminal', 'La ley contra el crimen'). "El personaje El Titi existió, Gil Llamas lo presentó como la bestia negra de la policía en el Chino -cuenta el escritor-. Gil Llamas era un policía carismático, hasta que en el 53 o así le pegó un puñetazo a un superior en un baile y cayó en desgracia en el cuerpo".

Pero 'Todos habían dejado de bailar' es una novela y no una crónica, y funciona como un tiro al margen de la fidelidad a la época, los ambientes y los personajes retratados, un plus para lectores iniciados.

Cameo rockero

En el libro hay un 'cameo' de Los Salvajes, el orgullo rockero del barrio del Poble Sec. "Imagino que la gente del jazz miraba a esos conjuntos nacientes como si fueran basura -dice Valle-. E imagino también que la gente del rock and roll consideraba un coñazo a los grupos de jazz".

Valle es autor de 'Soy la venganza de un hombre muerto' (Premio de Narrativa Ciudad de Vila-real 2018) y de las cinco entregas de la desmelenada y muy 'pulp' saga 'noir' protagonizada por el violento Palop, firmados con el seudónimo Pascual Ulpiano (66 Rpm Editorial).

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