Crítica de música

Lil Nas X, un desafiante arco iris en el Sant Jordi Club

El cantante-rapero estadounidense deleitó con su espectáculo de tintes autobiográficos, una fantasía con abierta sintonía LGTBI+ en la que pasó revista a sus rotundos ‘hits’ en el concierto que supuso su debut en España

Lil Nas X

Lil Nas X / FERRAN SENDRA

Jordi Bianciotto

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Se dio a conocer hace casi cuatro años con aquel travieso ‘Old town road’, en el que se mofaba de los cánones del country (de la mano de Billy Ray Cyrus) como cantante afroamericano con descarada sintonía LGTBI+, y pudimos pensar que lo suyo sería flor de un día. Pero el álbum ‘Montero’ nos dio a entender que puede haber discurso (y ‘hits’) para rato en el mundo de Lil Nas X, cuerpo extraño, puro artefacto pop, aunque se sirva a veces del rap, vestido para reinar en espectáculos como el que este jueves tomó el Sant Jordi Club.

Fue la única parada española de su primera gira, el ‘Long live Montero tour’ (en atención a su nombre real, Montero Lamar Hill), y la última de su breve etapa europea, de solo siete conciertos. Escenario con marco dorado y tres pantallas de video reproduciendo estancias palaciegas y jardines versallescos, y un Lil Nas X que jugó a la estrella pop, con canciones llenas de literatura autobiográfica, desde el primer tema, ‘Panini’. Ni un músico en escena (¿escándalo?), sino ocho bailarines masculinos desplegando una exótica fantasía gay a partir de su relato vivencial, estructurado en tres bloques relativos a su viaje interior y como criatura alumbrada por la industria musical.

Canciones y pantallas

Ahora que se habla del influjo de Tik Tok en la música y en los conciertos, este ‘show’ fue un ejemplo de esa tendencia: sucesión de canciones escenificadas y cortinas de video, reproduciendo incluso el formato vertical de las pantallas, y un Lil Nas X que ni siquiera parecía preocupado por disimular el ‘playback’ de algunas partes del texto. Todo muy dinámico y colorista, concentrado en una hora y 10 minutos. Y con sustancia sonora, más allá del folclore que lleva pegado al personaje: temas con tanta pegada como ‘That’s what I want’ (pese a sus manifiestos aires a ‘Hey ya!’, de Outkast), la marcial ‘Montero (Call me by your name)’, que abordó cual bicho mitológico surgido de las cavernas, o ‘Scoop’, con el rapeado enlatado de Doja Cat.

Se adivinó en Lil Nas X un talante original, con audacia y sentido del humor, incluyendo el guiño a las zapatillas deportivas ‘Satan’, que le costó una demanda de Nike, y el desafío al ‘show business’ de ‘Industry baby’, con los bailarines reproduciendo (esta vez, vestidos) la coreografía carcelaria del videoclip. Celebró su triunfo como logro de la cultura ‘queer’ afroamericana y lo hizo ante una audiencia de lo más transversal, familiar incluso, y con todo ello nos invitó a pensar que lo suyo no ha hecho más que empezar.

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