Un ‘Requiem’ de Verdi extrovertido en el Auditori

La obra maestra del compositor italiano se escuchó en el Auditorio barcelonés dentro del ciclo de conciertos BCN Clàssics

La Sinfónica de Milán y su coro de más de 90 voces dejaron huella en una versión potente y de amplio vuelo dramático

La Sinfónica de Milán y su coro de más de 90 voces, en el Auditori.

La Sinfónica de Milán y su coro de más de 90 voces, en el Auditori. / Antoni Bofill

Pablo Meléndez-Haddad

Pablo Meléndez-Haddad

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Con la monumental ‘Messa da Requiem’ de Giuseppe Verdi ofrecida en el Auditori, el ciclo BCN Clàssics giró brevemente hacia el ámbito de la lírica. La programadora barcelonesa, con una oferta centrada en el gran repertorio sinfónico y pianístico, arrancó su séptimo curso el pasado 25 de octubre con el laureado violonchelista Yo-Yo Ma; próximamente visitarán su cartelera Ivan Fischer (que reemplaza a Zubin Mehta), al mando de la Sinfónica de la Radio de Baviera en el Palau de la Música, la pianista Yuja Wang junto a la Philharmonia Orchestra (en el Auditori), el pianista Evgeni Kissin (en solitario, en el Palau), Alain Altinoglu junto a la Orquesta de la Radio de Frankfurt (Palau), el guitarrista Pablo Sáinz-Villegas acompañado de la Orquesta Nacional Belga (Auditori), Phillippe Herreweghe al frente de la Orchestre des Champs-Élysées (Palau) y los célebres I Musici (Palau).

La ‘Messa da Requiem’ verdiana, segunda cita de la temporada, corrió por cuenta de la Orquesta Sinfónica de Milán, del coro de la entidad lombarda y de un cuarteto de solistas dirigidos por Claus Peter Flor, director honorario del conjunto. La versión de esta obra sacra de gran acento operístico apostó por la pasión y el dramatismo. Una pena, en todo caso, el rumor constante emitido por los focos del escenario que molestó en los muchos pianísimos asumidos por los intérpretes. Porque si de algo se caracterizó la lectura fue por las luces y sombras que se dibujaron. El maestro, además, tuvo que lidiar con la especial acústica de la sala Pau Casals del Auditori, poco apta para las voces pero que funciona bien con grandes masas sonoras, tal y como requiere esta obra maestra. Flor, quizás por no conocer este detalle, puso toda la sangre en el asador alcanzando momentos de desbocados decibelios.

El Coro que dirige Massimo Fiocchi Malaspina, con más de 90 voces, se mostró bien ensayado, flexible y matizado, dejando huella con su prestación. La Sinfónica de Milán se mostró ágil y siempre con una muy convincente acción de conjunto.

La soprano Carmela Remigio no es una cantante verdiana y su proyección fue casi siempre escasa, sobre todo en el grave. Su 'Libera domine', en todo caso, resultó suficientemente efectivo. La mezzosoprano Anna Bonitatibus, siendo una reina en otros repertorios, supo defenderse con aplomo en este ámbito, destacando como la voz más equilibrada del cuarteto. La debilidad en la proyección de su zona grave –ante la gran masa con la que lidiaba– supo suplirla con sabiduría, como en la frase final del 'Recordare'.

El tenor Valentino Buzza ofreció una versión del 'Ingemisco' cargada de pasión dramática y aportó una voz de timbre atractivo y un 'vibrato' algo excesivo que acentuaba la expresividad, pero su proyección irregular le llevó a empujar en más de una ocasión. Por último, el bajo Fabrizio Beggi, sin contar con graves suficientemente profundos, atacó muchas frases desafinadas que lastraron su entrega y el trabajo de sus compañeros.

Suscríbete para seguir leyendo