Crítica de libros

'Los reyes de la casa' de Delphine de Vigan: de víctima a verdugo a través de las redes sociales

Los hijos de Emmanuel Carrère y Delphine De Vigan

La exitosa escritora francesa denuncia en esta novela con aires de 'thriller' la nociva sobreexposición digital de la vida familiar

La escritora francesa Delphine de VIgan, en el Instituto Francés de Barcelona.

La escritora francesa Delphine de VIgan, en el Instituto Francés de Barcelona. / ALBERT BERTRAN

Valèria Gaillard

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Delphine de Vigan tiene una capacidad prodigiosa de presentar el lado más perverso de personajes aparentemente banales. Ya lo hizo en la novela 'Basada en hechos reales' y también en la última 'Los niños son reyes', traducida al catalán por Jordi Martín Lloret (Edicions 62) y en castellano por Pablo Martín Sánchez (Anagrama). Efectivamente, Vigan nos presenta a una joven, Mélanie Claux, que no consigue ser seleccionada para concursar en un 'reality show' (no es suficientemente "abierta", o sea, no se deja meter mano) y acaba transformándose con los años en una exitosa y temible 'influencer'.

Mélanie encuentra así su revancha en las redes sociales, más democráticas. Abre un canal en YouTube, Happy Recreo, donde exhibe casi al segundo la vida de sus dos hijos: Remmy y Sammy. Todo pasa como en el mejor de los mundos cuando un hecho viene a romper esta felicidad hecha de 'likes': Sammy desaparece. Aquí entra en escena otro de los personajes clave de la novela, Clara Roussel, que acaba de ingresar en la Brigada Criminal. El suspenso se desata descubriendo secretos de la no tan mojigata Mélanie.

La novela fluye en una estructura bien trabada, sin sorpresas, alternando el relato en tercera persona con los informes de la Brigada Criminal de estilo seco y objetivo. La prosa eficaz de Vigan está aquí más que nunca al servicio de la causa: la denuncia del impacto de las redes sociales en la vida de las personas, y en especial de los menores de edad. Como en 'Basada en hechos reales', la autora francesa reflexiona sobre la necesidad del reconocimiento a través de este personaje que necesita salir en la televisión para sentir su existencia. Lo consigue abriendo este canal de YouTube sin ser consciente de que está implicando a otras personas por el camino: sus propios hijos, que quizás no lo compartan y, peor aún, puede perjudicarles. Vigan pone el dedo en la llaga cuando señala el abismo que separa el mundo de los adultos del de los nativos digitales respecto a la cosmovisión que se desprende del uso de las redes. La autora tampoco apostilla sobre este tema social tan candente, sino que se limita a mostrar una trama para que el lector llegue a sus propias conclusiones.

Con un relato que parece ya pensado para su adaptación cinematográfica, en la línea de alguna de sus obras que han sido adaptadas -Roman Polanski llevó a la gran pantalla 'Basada en hechos reales' en 2017-, Vigan consigue transformar la mirada del lector respecto a la protagonista de la novela, jugando a presentarla ahora como una víctima, ahora como un verdugo. Sin caer en los 'thrillers' sangrientos tan de moda, Vigan resuelve la intriga principal de manera tajante, mostrando que, en realidad, el propósito del libro no era hacer sufrir al lector (y menos mezclando niños), sino hacerle pensar sobre el alcance del mundo digital en una especie de homenaje a '1984' de George Orwell. Más que la desaparición en sí de la niña, lo espeluznante son aquí las prácticas sociales relacionadas con la gestión de este mundo digital en el cual parece construirse hoy día la identidad del individuo moderno.

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