Crítica de libros

'La vida, después', de Abdulrazak Gurnah: contra el colonialismo

El premio Nobel amplifica la voz aplastada por el supremacismo metropolitano blanco otorgándole una gran dignidad ética

Gurnah

Gurnah / Tolga Akmen / AFP

Sergi Sánchez

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Uno de los objetivos de la literatura poscolonial es escuchar a los que, en manos del imperialismo, perdieron la voz durante la ocupación violenta de su territorio. Abdulrazak Gurnah, Premio Nobel de Literatura 2021, parece haber nacido para amplificar esa voz, otorgándole esa merecida dignidad épica que el supremacismo blanco aplastó con sus conquistas. Por un lado, Guznah vivió en su Zanzíbar natal hasta los dieciocho años, lleva en la sangre la estupefacción de un continente desgarrado por la maldita Europa; por otro, su condición de emigrante en Gran Bretaña le proporciona la distancia crítica necesaria para deconstruir la ficción colonial utilizando unestilo realista, que bascula pendularmente entre lo íntimo y lo colectivo, y que habría aplaudido el mismísimo Dickens.

Al principio del siglo XX, África no era de los africanos. Alemania era uno de los países europeos que extendió su manto de brutalidad a través del continente. Si, por un lado, Gurnah se preocupa de dibujar el marco histórico de su novela con mimo didáctico, a sabiendas que el plano detalle del complejo mapa del colonialismo puede ser completamente ajeno al lector, por otro no escatima en desplegar la riqueza del vocabulario local, hasta el punto de que este crítico habría agradecido un apéndice de definiciones. El lenguaje, pues, está de parte de las víctimas, y Gurnah lo reivindica con toda naturalidad, para que exprese el dolor y también la esperanza que nacen de un triángulo de personajes que encarnan, cada uno a su modo, una forma de orfandad y opresión. En el centro, Afiya, ninguneada por su familia de acogida y rescatada finalmente por su hermano Ilyas. En los extremos, el mismo Ilyas, que fue secuestrado por los alemanes cuando era niño, defiende a los colonizadores, alistándose en sus filas en los preparativos de la Primera Guerra Mundial, dispuesto a matar y morir por una causa que no es la suya; y Hamza, que se convertirá en sirviente de un oficial alemán que quiere educarle en su pasión por Schiller, a la vez que no duda en recordarle que pertenece a una raza inferior, y que debe convertirse en un matón despiadado y cruel para con su propio pueblo, atrasado y salvaje.

 Cuesta no encontrar paralelismos con el nazismo, cuando Gurnah retrata el colonialismo como un estado mental que anula nuestra voluntad o, por el contrario, genera una resistencia cerval a la seducción del poder ario. Gurnah sugiere que África fue un laboratorio de ideas para concebir el genocidio judío, un gran campo de concentración donde los africanos convencidos (los llamados askaris) asesinaron brutalmente a sus compatriotas controlados por el mabusiano superego alemán. En el últimoy abrupto capítulo de 'La vida, después', que extiende la tortuosa búsqueda de Ilyas por parte de su sobrino hasta principios de los sesenta, demuestra hasta qué punto el proyecto recolonizador del imperio teutón en África durante los años treinta era solo una muestra más deldevastador plande aniquilación del Primer Mundo frente al Tercero. Como toda buena novela histórica, 'La vida, después' también es una apasionante novela política, y el terror que emana de ella podría resonar en las cobardes estrategias europeas frente a los movimientos migratorios africanos. Y hacernos dudar de si, en efecto, el colonialismo ha desaparecido o solo se ha cambiado de uniforme.

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