Crítica de jazz

Redman, Mehldau, McBride y Blade, las órbitas en sintonía

Cuatro figuras del jazz contemporáneo se reencontraron en el Palau en una noche histórica

Mehldau, McBride, Redman y Blade, en el Palau de la Música

Mehldau, McBride, Redman y Blade, en el Palau de la Música / Lili Bonmatiě

Roger Roca

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La mitología de la música moderna se escribe con historias como la suya. En 1994, en Nueva York, cuatro talentos mayúsculos grabaron un disco, 'MoodSwing', que capturaba el espíritu de su tiempo y andaba al paso del jazz que vendría después. Porque en gran medida, ese paso lo marcaron ellos. Al cabo de un año y medio el grupo se deshizo. Cada uno tenía una historia propia que contar. Su brillo como banda fue fuerte y breve. Tanto, que jamás llegaron a actuar juntos en Barcelona. Pero una reunión inesperada les ha devuelto a los escenarios, aunque puede que sea por poco tiempo. “Quizás esta sea la última vez que les veamos”, advirtió el director del Voll-Damm Festival de Jazz de Barcelona, Joan Antón Cararach, antes de que la banda pisara el escenario del Palau.

Hay reencuentros que suenan metálicos, a dinero. O a nostalgia. Y hay otros que suenan, además, a complicidad. Reencuentros por motivos de peso. En el caso del saxofonista Joshua Redman, el pianista Brad Mehldau, el contrabajista Christian McBride y el batería Brian Blade, no hay duda. Juntos hacen cosas que no pueden hacer por su cuenta. Son distintos entre sí, pero su química es única.

Repertorio audaz

Joshua Redman, asertivo, siempre tan seguro de sí mismo, fue el maestro de ceremonias, y lo aprovechó para recordar que treinta años atrás, Barcelona fue la primera ciudad europea en la que actuó jamás. Arrancaron con un rescate de su primer disco juntos, 'Mischief', una pieza con swing que fue lo más convencional de la noche. Porque desde que se juntaron de nuevo en 2020 su repertorio ha crecido en variedad, en riqueza y en audacia. La sombría y sinuosa 'Undertow', una partitura de formas clásicas que arrancó con Redman jugándose el tipo en solitario, justificaba por sí solo el reencuentro.

Pero las dos horas largas de concierto aún darían para mucho más. El swing arrollador que echaba a rodar cuando McBride y Blade se miraban como diciendo “¿Ahora, vale?”. La inventiva infinita de Redman, que empujado por sus compañeros arriesgaba hasta límites que no parecían razonables pero que son, precisamente, lo que le hace especial. El raro placer de escuchar a una estrella como Brad Mehldau no en el papel de solista, sino de acompañante, y comprobar que es también un maestro en el arte de escuchar, apoyar y sugerir. La melodía de 'Your part to play' de Brian Blade, sencilla y clara, que creció y creció hasta desatar una catarsis casi mística. Y la energía tan distinta pero tan sólida de 'The shade of the Cedar tree', música con los dos pies en el suelo, vivo reflejo de su autor, Christian McBride. Antes de los bises, Redman se despidió agradecido. “Nos volveremos a ver”. ¿Juntos? Ojalá.

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