Festival

The Strokes y la última era dorada del rock de guitarras

El documental 'Meet me in the bathroom', que retrata la escena musical neoyorquina de los primeros años del milenio, inaugura la vigésima edición del In-Edit

Los Strokes en concierto, en una imagen del documental 'Meet me in the bathroom'

Los Strokes en concierto, en una imagen del documental 'Meet me in the bathroom' / EPC

Rafael Tapounet

Rafael Tapounet

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El amanecer del nuevo milenio brindó a la prensa musical tal vez la última oportunidad de hablar de una época dorada del rock and roll sin caer en la exageración o la impostura. Aquel movimiento capitaneado por The Strokes que devolvió el protagonismo a las guitarras eléctricas, los vaqueros ceñidos y las Converse Chuck Taylor tuvo su epicentro en Nueva York y germinó en el mismo momento en que caían las Torres Gemelas y la industria discográfica empezaba a dar señales de un inminente colapso. El documental ‘Meet me in the bathroom’, elegido para inaugurar este jueves la vigésima edición del festival In-Edit (Aribau Multicines, 20,30 horas) retrata con una generosa provisión de imágenes de archivo esa bulliciosa escena cuyo brillo iluminó brevemente el universo pop justo antes de que todo cambiara para siempre.

“Pienso que aquellos años fueron la última era romántica de la música de guitarras –apunta Dylan Southern, codirector de la película junto a Will Lovelace-. Desde entonces, el modo en que hacemos y consumimos la música ha cambiado completamente. Hoy el rock de guitarras no está de moda, pero diría que, si un día vuelve a estarlo, será probablemente algo muy diferente de lo que existió en el pasado, cuando las escenas nacían en el ‘underground’ y crecían de una manera orgánica gracias al poder de la comunidad”.

‘Meet me in the bathroom’, el filme, es una adaptación del libro del mismo nombre escrito por la periodista Lizzy Goodman (publicado en castellano por la editorial Neo-Person con el título ‘Nos vemos en el baño’), que relata, a través de más de 200 entrevistas, el periodo de renacimiento musical de Nueva York comprendido entre los años 2001 y 2011. Por razones de espacio y minutaje, la película de Lovelace y Southern se limita a documentar el primer trienio de esa escena y se centra en la peripecia de seis bandas: The Strokes, Yeah Yeah Yeahs, Interpol, TV On The Radio, LCD Soundsystem y The Rapture.

650 páginas en 100 minutos

“Teníamos que convertir un libro de 650 páginas con centenares de testimonios en una película de 100 minutos y eso nos obligó a escoger un arco narrativo y ceñirnos a él, dejando fuera un montón de grupos e historias interesantes”, explica Southern. Tanto él como Lovelace vivían en Liverpool a principios de los 2000, y el hecho de no tener vínculos personales con los protagonistas de la historia facilitó el trabajo a la hora de desechar material. “Como fans, apreciamos lo que toda esa gente hizo a nivel artístico, pero no estábamos involucrados emocionalmente y eso nos dio más libertad”.

Dylan Southern (izquierda y Will Lovelace, directores de 'Meet me in the bathroom'.

Dylan Southern (izquierda) y Will Lovelace, directores de 'Meet me in the bathroom'. / Ross McLennan

Así, mientras el libro de Goodman se abre con las andanzas de Jonathan Fire*Eater, grupo de escasa repercusión comercial que influyó poderosamente a muchas de las bandas que vinieron después, la película opta por dedicar su prólogo a The Moldy Peaches, dúo formado por Adam Green y Kimya Dawson que lideró la escena antifolk vertebrada en torno al Sidewalk Café. En una imagen de 1999 incluida en el filme, un jovencísimo Adam Green afirma a cámara que “Nueva York ha dejado de ser la clase de ciudad capaz de producir grupos icónicos”. Poco después, y con la colaboración de los propios Moldy Peaches, las carreras de los Strokes y los Yeah Yeah Yeahs empezaron a despegar.

El grupo "que nació siendo un grupo"

Los Strokes son los protagonistas indiscutibles de ‘Meet me in the bathroom’. Epítome de la versión neoyorquina de lo ‘cool'–“un grupo que nació siendo un grupo”, dice de ellos su exmanáger Ryan Gentles-, los autores de ‘Last Nite’ fueron objeto de un ‘hype’ mediático descomunal al que no era en absoluto ajeno el perfil de su carismático cantante, Julian Casablancas, hijo del fundador de la agencia de modelos Elite. “Nos convertimos en los salvadores del rock cuando todo lo que habíamos hecho era un disco de media hora”, declara el guitarrista Nick Valensi.

The Strokes, en la época de su primer elepé, 'Is this it?'.

The Strokes, en la época de su primer elepé, 'Is this it?'. / EPC

Tan altas expectativas condujeron a la banda a una situación insostenible. El rock and roll dejó de ser divertido y así, mientras Casablancas se debatía entre la integridad artística y la llamada de la popularidad (“¡ven a ser famoso con nosotras!”, le gritaban Courtney Love y Winona Ryder en un concierto), el guitarrista Albert Hammond Jr., alentado por el pérfido Ryan Adams, tomaba el camino de las adicciones y los rollos chungos.  

El viaje de Karen O

El otro gran personaje de ‘Meet me in the bathroom’ es Karen O, líder de los Yeah Yeah Yeahs, que empieza la película siendo una tímida chica de Nueva Jersey de origen coreano que toca la guitarra acústica en veladas de micro abierto y se transforma ante los ojos del espectador en una bestia escénica que aúlla y se autolesiona al frente de los trepidantes Yeah Yeah Yeahs. Su historia pone además de relieve el coste físico y emocional de ser una mujer en una escena musical muy mayoritariamente masculina y culmina en un plano conmovedor, tomado de las sesiones de grabación del videoclip ‘Maps’, en el que la cantante no puede contener las lágrimas mientras hace el ‘playback’. “Fue muy generosa al cedernos la toma –señala Will Lovelace -. Es un momento súper potente en el que aparece toda la vulnerabilidad de la persona que hay detrás de la estrella del rock”.

Todo ello se explica sin recurrir a la presencia de bustos parlantes –“hacerlo habría roto la magia, porque hoy esa gente no tiene tan buen aspecto como hace 20 años”, bromea Southern- y utilizando exclusivamente imágenes de archivo; filmaciones de una época en la que aún no había ‘smartphones’ en los conciertos. “Si dentro de 20 años alguien hace un documental sobre grupos que están tocando hoy, lo difícil será seleccionar qué material utilizar –dice Lovelace-. Eso sí, cuando aparezcan imágenes del público, nadie estará interactuando con la banda porque todos estarán grabando con sus móviles”.