Entrevista

Jedet: “Siempre he pensado que soy una farsa; tengo el síndrome del impostor”

La actriz y cantante, que encarnó a La Veneno en la serie televisiva, publica su primer álbum, ‘A los hombres que he tenido que olvidar’, donde exorciza sus experiencias en torno a relaciones tóxicas y dependencias emocionales

La artista Jedet, en Barcelona.

La artista Jedet, en Barcelona. / Álvaro Monge.

Jordi Bianciotto

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¿Siempre quiso ser cantante?

Soñaba con serlo, pero era consciente de que no sabía cantar y que mi voz no era prodigiosa. Por eso me centré en estudiar teatro. En realidad, pensaba que no servía ni para cantante, ni para actriz, ni para nada. Cuando estudiaba teatro en Granada, “hacerse un Jedet” era esconderse detrás de la cortina. ¡Y ahora tengo un Ondas! Es irónico.

 

¿Siente que su éxito actual tiene algo de venganza?

No, porque siempre he pensado que soy una farsa. Tengo el síndrome del impostor. Cuando me dieron el Ondas, no fui a la gala. Me fugué al hotel con mi maquillador y con mi representante, pedimos hamburguesas a McDonalds y nos quedamos los tres viendo la tele en la cama. Me siento un poco como Hannah Montana: me pongo la peluca y soy otra persona.

Así que ha creado un personaje.

No me considero la persona que la gente ve en los videoclips y entrevistas. Creé a esa mujer para poder sobrevivir y ser más fuerte, porque yo, de por sí, soy muy sensible. Necesitaba hacerme un avatar que me diese fuerza.

Tras el epé ‘La leona’, llega su primer disco largo, ’A los hombres que he tenido que olvidar’. ¿Una obra pensada como álbum o una recopilación de canciones?

Comencé improvisando una versión de ‘Porque te vas’, de Jeanette, que hice para regalarla a una persona que quería mucho, Cecilio G. De ahí pasé a pensar en un álbum de homenaje a mis referentes musicales: Amy Winehouse, The Ronettes, Janis Joplin, Jeanette… Luego me salió trabajo como actriz, vino la pandemia… Grabé ‘Te arrepentirás’ y pensé en hacer un álbum para explicar cómo me sentía en mi vida amorosa, que es una mierda. Un disco de sonido atemporal, que pasado el tiempo no sonara a viejo.

Es mayormente acústico y recogido, con cadencias latinas, canción romántica y algo de r’n’b.

No tiene electrónica, sino violines, guitarra eléctrica y clásica, piano… Es muy clásico.

‘La sangre fría’, con su video en el que aparece Rossy de Palma, apunta a las relaciones tóxicas. Y sangrientas.

La mayoría de las canciones tienen que ver con eso, con las dependencias emocionales, eso de pensar que sin esa persona te morirás. Cuando la grabé, lloré de verdad, se me rompió la voz. Hice una toma y dije “ya está, no quiero cantar más eso; quiero acabar este puto disco”. Porque me había hecho mucho daño.

Ha estado en medio de algunas tormentas en las redes, como cuando, el pasado junio, criticó la ‘ley trans’.

Ya me expliqué luego, y creo que me han entendido. Esperan que seas perfecta, y yo soy una persona que crece, como cualquiera, pero delante del público.

¿Sigue las vicisitudes de la ‘ley trans’?

No quiero hablar de eso.

No es una activista LGTBI+.

No lo soy, porque es faltarle el respeto a un activista de verdad. Como también digo que no soy cantante. Me gusta hacer música, ir al estudio, hacer videos… Soy una persona que vive la vida libremente y ya está.

¿Ha sentido vértigo ante ese personaje que ha creado, al que se le pregunta por cuestiones que no tienen que ver con su actividad artística?

Aún me cuesta asimilar cuando no es así. Estoy acostumbrada a que me traten como un personaje de la prensa sensacionalista, que genera titulares. Pero también es culpa mía.

¿Por qué lo dice?

He proyectado una imagen muy frívola. Si compartes desde tus cirugías plásticas hasta tu ruptura con el novio, al final la gente te conoce más por tu vida privada que por lo que haces. Pero también es bonito, porque vienen a verte a un concierto y les da igual si cantas mejor o peor: solo quieren que te vaya bien.

¿Se ve desarrollando una carrera larga como cantante?

Me gustaría construir una carrera sólida que me permitiese poder retirarme a vivir a Andalucía, y a hacer proyectos puntuales. Retirarme de la vida pública, no de la industria. Quiero ser madre, tener un marido, y una casa con gallinas, cerdos… Cuando estoy triste me pregunto qué hago aquí, por qué estoy haciendo todo esto, si vale la pena, la salud mental que me supone… Y cuando pienso en retirarme es cuando todo tiene sentido. Ahora es como si estuviese en una cárcel.

Suena un poco duro.

Pero es bonito. Es mi profesión. Me encanta actuar, escribir, pero no que intenten hacerme tanto daño, ni escuchar tanto ruido.

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