Las mujeres olvidadas que construyeron la moda
El ensayo ‘Batallón de modistillas’ de la periodista Leticia García reivindica la figura de las creadoras silenciadas por la industria en el siglo XX.

A pesar de que el 80% de las estudiantes en escuelas de moda son mujeres, sólo un 16% dirigen marcas. Y por mucho que ellas conformen el equipo de diseño de las grandes firmas en un 40%, apenas un 14% las lideran. El ensayo Batallón de modistillas: las mujeres olvidadas que construyeron la moda, escrito por la periodista Leticia García y editado por la editorial Carpe Noctem, no pone únicamente en relieve el machismo y el clasismo imperante en una industria que, sobre todo en el siglo pasado, infravaloró el trabajo femenino. Por igual, plasma las historias de aquellas que fueron ninguneadas por la historiografía oficial.
Este es el caso de Elizabeth Hawes: la primera estadounidense que, en 1931, desfiló sus modelos en París. “Odiaba tanto las dinámicas de la moda como las clientas con apellidos compuestos. Mucho antes de que Pierre Cardin lanzara en 1959 una colección de autor confeccionada industrialmente, lo que supuso el inicio de lo que conocemos como prêt à porter, quiso crear ropa barata y accesible para todo el mundo. Esa perspectiva democrática, así como sus ideales feministas y su defensa de unas mejores condiciones laborales en los talleres, irritó a muchísima gente”, apunta García. Como otras talentosas incomprendidas, falleció en el Chelsea Hotel de Nueva York en 1971.
Ann Lowe también vivió en sus carnes el mayor de los ostracismos. En 1950, en pleno auge del encorsetado New Look de Christian Dior, abrió una boutique en Lexington Avenue, una de las calles más acaudaladas de Manhattan. Vistió a estrellas de Hollywood como Olivia de Havilland y, en 1953, confeccionó el icónico vestido de novia con el que Jacqueline Bouvier mutó en Jackie Kennedy. Sin embargo, por el mero hecho de ser afroamericana, su clientela se negaba a pagarle lo mismo que a una diseñadora blanca. En 1963, arruinada, tuvo que cerrar la tienda.
“Firmaba sus etiquetas con el nombre judío de Sonia Rosenberg. Y, durante décadas, nadie la mencionó en los pies de foto del que fuera el enlace más influyente de los primeros años cincuenta”, subraya. “Nada de eso le importó. No lo hacía ni por fama ni por dinero. Simplemente, quería comprobar hasta dónde era capaz de llegar. O, mejor dicho, hasta dónde la dejarían llegar”.
Por el libro, cuyo título reivindica la figura popular de esas modistillas españolas que Álvaro de Retana empoderó, en clave belicosa, en uno de sus más famosos cuplés, se pasean otros tantos nombres propios como los de Rosa Genoni -la propulsora del Made in Italy- o Thea Porter -la inventora del estilo boho chic que, ya en los sesenta, instaba a que las clientas convirtieran sus ropajes en cortinas o cojines cuando no los usaran-. Asimismo, en estas páginas hay espacio para las barcelonesas Asunción Bastida o Carmen Mir: dos diseñadoras y empresarias de éxito que, en palabras de García, “al fallecer, a diferencia de Balenciaga o Pertegaz, no aparecen en los libros”.
Noticias relacionadasEn lo que llevamos de siglo, gigantes como Chanel, Dior o Alexander McQueen han nombrado a Virginie Viard, Maria Grazia Chiuri o Sarah Burton, respectivamente, como sus directoras creativas. ¿Existe un nuevo paradigma? “Las marcas de lujo no las contratan porque, de repente, sean feministas. Lo hacen porque ahora mismo son las mujeres quienes compran y no viven exclusivamente de perfumes o complementos como hace veinte años, sino de ropa. Los desfiles de Chanel o Dior, desde que están ellas al mando, quizá no son tan espectaculares como los de Karl Lagerfeld o John Galliano. No obstante, es innegable que las prendas diseñadas por mujeres son distintas a las que hacen los hombres: todo es más ligero y cómodo porque, aparte de un tallaje más amplio, incluyen cremalleras y bolsillos”, asevera la autora.
Y apostilla: “Sí, soy optimista de cara al futuro. Ahora bien, no hay que olvidar que aún son muy pocas quienes dirigen y están detrás de la estrategia. La moda es capaz de silenciar ciertos temas cuando quiere. Por ejemplo, le costó muchos años mirar de cara a la anorexia o al racismo. Pero, al fin, ya se habla de esto”.
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