Cécile McLorin Salvant, única en su especie: 33 años, tres Grammy y cada vez más libre
Diez citas imprescindibles del Festival de Jazz de Barcelona
Roger Roca
Periodista
“No puedo llegar a los agudos”, se disculpó al poco de empezar el concierto. Cécile McLorin Salvant, vocalista de jazz con una carrera hasta ahora fulgurante -solamente 33 años y ya van tres Grammy casi consecutivos-, dueña de una voz que todo lo puede, había llegado tocada al 54 Voll-Damm Festival de Jazz de Barcelona. Y aun así estaba contenta: cuatro días antes no podía ni hablar, aseguró en L’Auditori en un perfecto español.
Pero incluso con la voz diezmada, McLorin Salvant es una cantante de jazz mayúscula. Y cada vez más única: cuando se dió a conocer parecía que iba para gran cantante de estándares, pero hoy corre a su aire, cada vez más lejos de la idea convencional de lo que debería ser una vocalista de jazz, y por eso mismo cada vez más cerca de las cantantes de jazz que han dejado huella.
Los temas que mueven a la cantante de Miami son universales: amor, desamor. Pero su acercamiento ya no lo es tanto. McLorin Salvant descarta los tópicos y canta sobre la naturaleza humana tal cual viene, sin cortar ni edulcorar. Está dispuesta a entender las rarezas, los miedos y los impulsos que nos hacen ser quienes somos.
“Obsession”, la pieza que abrió el concierto el domingo en L’Auditori de McLorin Salvant y su cuarteto, es una canción de cadencias brasileñas que bajo su apariencia romántica hace preguntas sobre los amores tóxicos. En el repertorio de “La ópera de los tres peniques” de Bertold Brecht, ideal para lucir sus dotes teatrales, también encontró material para explorar las dobleces humanas.
Pero lo más estremecedor de la noche lo escribió ella misma en una de las canciones de su último disco, “Ghost Song”. “¿Qué ocurre cuando una relación no se basa en el amor, sino en la culpa? Obligación, promesas que llevan al resentimiento”, cantó acompañada solamente del contrabajo. Y parecía, porque ese es el gran don de McLorin Salvant como intérprete, que nos estaba contando su propia vida. O mejor, la de quienes la escuchaban.
Si McLorin Salvant es tan heterodoxa es, en parte, por una herencia cultural que exhibe con orgullo. De padre haitiano y madre francesa, hasta ahora había explorado los ritmos caribeños y la chanson. Pero en L’Auditori mostró una faceta insólita: estrenó una canción en occitano, lengua de sus ancestros por parte de madre, que formará parte de un próximo disco, una fábula poblada por personajes sobrenaturales. Cada vez más lejos del cánon y cada vez más libre.
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