Arte

Paul Klee y su comunión con la naturaleza echan raíces en Barcelona

La Fundació Miró inaugura una exposición sobre la fascinación por los fenómenos naturales del artista germano-suizo de la vanguardia europea

Sala de la exposición de Paul Klee, a través del acuario que reproduce el que el artista tenía en su estudio.

Sala de la exposición de Paul Klee, a través del acuario que reproduce el que el artista tenía en su estudio. / ÀNGEL GARCIA

Anna Abella

Anna Abella

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Paul Klee (1879-1940), uno de los artistas más destacados de la vanguardia europea, hizo su primer dibujo documentado a los cuatro años. Sobre una lámina en la que aparecen dos grandes y amenazadores escarabajos trazó un caracol que parece enfrentarlos, a lápiz, con la mano izquierda, pues era zurdo. "Es toda una declaración de intenciones: ya de niño desafía el canon establecido del dibujo y el lenguaje científico, no exento de una violencia latente", establece, señalando la pieza, Martina Millà, comisaria de la exposición ‘Paul Klee y los secretos de la naturaleza’, que hasta el 12 de febrero puede verse en la Fundació Miró sobre la fascinación del artista germano-suizo por explorar los fenómenos naturales

"Poliédrico, cultísimo, complejo, siempre queriendo indagar", define la responsable de exposiciones de la Miró a un Klee que "aprendió a ser artista observando la naturaleza" y recibió la influencia capital de la lectura de obras de J.W. Goethe, en especial ‘La metamorfosis de las plantas’ y ‘La teoría de los colores’. De hecho, la figura del escritor planea por toda la muestra, que cuenta con 200 piezas (pinturas, dibujos, esbozos, documentación pedagógica y objetos naturales que le interesaron, como herbarios y conchas marinas) procedentes en su mayoría de los fondos del Zentrum Paul Klee de Berna, que colabora en el proyecto.

Lámina científica sobre la que un Klee de 4 años dibujó un caracol desafiando a dos amenazadores escarabajos.

Fundació Miró / Colección particular

Cuatro ámbitos ofrecen un recorrido cronológico que empieza con sus dibujos más tempranos mostrando su periodo de formación más naturalista, cuando empezó a observar minuciosamente en su entorno más inmediato -las afueras de Berna y el jardín familiar- plantas, animales, paisajes, formaciones geológicas o fenómenos atmosféricos. 

Le siguen los años de la Primera Guerra Mundial, cuando forma parte del grupo expresionista de Múnich Der Blaue Reiter (con Kandinsky y Gabrielle Münter) y observar y plasmar plantas, animales o paisajes fue un refugio para sobrellevar el reclutamiento en una base aérea. Continúa con su llegada como profesor a la Bauhaus, donde usa objetos naturales como material pedagógico. De hecho tenía un acuario en su estudio, que se reconstruye en el centro de la sala, al que invitaba a sus alumnos a observar los peces. 

'Peces migratorios' (1926), de Paul Klee.

Fundació Miró / Colección particular

Como todo el arte de vanguardia, fue víctima del acoso nazi y despedido de la Academia de Düsseldorf, donde dio clases tras dejar la Bauhaus en 1931. Y de allí, al exilio, en 1933, a su Suiza natal (era hijo de padre alemán y madre suiza), con sus últimas obras, realizadas cuando ya sufría una enfermedad degenerativa que se le diagnosticó en 1935 y que le llevaría a la muerte en tan solo cinco años, a los 60. 

'Terreno verde' (1938), de Paul Klee.

Fundació Miró

En esa última época, señala Millà, empezó a pintar con los dedos, obligado por la limitación física de la dolencia, que afectó a su destreza pero le llevó a una comunión con la naturaleza. "Sabía que le quedaba poco tiempo de vida e hizo muchos dibujos y de forma más rápida, piezas con menos precisión, pero más libres, que fusionan el objeto observado en la naturaleza con el sujeto que lo plasma con esa forma más orgánica de pintar. Es el objeto representado en contacto con el cuerpo enfermo". Dos obras actúan casi como autorretrato de ese doloroso ocaso de la vida: ‘Esta estrella enseña a inclinarse’, ‘Sin título (gato descansando en el paisaje)’.  

La comisaria Martina Millà, ante una obra de Klee y señalando el catálogo de la exposición.

La comisaria Martina Millà, ante una obra de Klee y señalando el catálogo de la exposición. / ÀNGEL GARCIA

La figura del felino conecta con la instalación que concluye la muestra, ‘Noche oscura (El hogar es un lugar extraño)’, obra que incluye fotos, esculturas y un audiovisual, de Sandra Knecht (1968), nacida en el mismo cantón suizo que Klee y que también sufrió una enfermedad. En ella, reflexiona sobre ese mal y sobre la transformación que se produce entre la vida y la muerte y la de la naturaleza. La propia artista explica cómo construyó un establo para una cabra y halló un gato muerto, momificado. "Descubrí que Klee tenía un gato favorito llamado Bimbo, cuyas posturas reflejaba. Y también que Miró encontró en su estudio también un gato momificado [del que da fe una foto de Francesc Català-Roca]. Eso me inspiró".  

'Esta estrella enseña a inclinarse' (1940), una de las obras del ocaso por la enfermedad de Klee.

Fundació Miró

Salpican cada sala obras de "mujeres artistas contemporáneas o afines a los planteamientos de Klee silenciadas y desaparecidas del relato oficial a causa del patriarcado", destaca la comisaria: Gabriele Münter (del grupo de vanguardia El jinete azul), la también sanadora Emma Kunz y la pintora surrealista española Maruja Mallo. Esta última, de la que se expone ‘Protozoarios’, siempre estuvo muy interesada en plasmar la potencialidad de las formas naturales, sobre todo flores, conchas, frutas o hibridaciones fantásticas de organismos vivos. Como Klee. 

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