María Stepánova: “El acuerdo no escrito entre Putin y los rusos se ha roto”
La periodista y escritora rusa, exiliada en Berlín, recorre la vida de su familia y el siglo XX en el aplaudido ensayo ‘En memoria de la memoria'
Leticia Blanco
Coordinadora de Cultura y Ocio
Periodista de la sección de cultura. He trabajado en El Mundo, donde coordiné durante una década el suplemento de cultura emergente Tendències.
En el prólogo de ‘El futuro es historia’, la periodista y escritora Masha Gessen afirma que existen dos tipos de libros sobre Rusia: los que cuentan historias sobre los poderosos (los zares, Stalin, Putin y su círculo de oligarcas) y los que cuentan a “la gente común”. En esa segunda categoría que toma las vidas de personas corrientes para construir gran literatura entra ‘En memoria de la memoria’, de María Stepánova (Moscú, 1972).
Finalista del International Booker Prize el año pasado y editado por Acantilado en España con traducción de Jorge Ferrer, ‘En memoria de la memoria’ está considerado como uno de los grandes libros rusos de la última década. Recoge la atribulada existencia de la familia judía de la autora durante el convulso siglo XX a partir de la muerte de su tía Galia, hermana de su padre. La autora describe lo que se encontró al llegar al atiborrado apartamento de dos habitaciones de la difunta: una montaña de libros, fotografías antiguas, recortes de prensa, postales, un frigorífico nuevo lleno de col congelada... Y a partir de ahí, empieza una narración familiar que también es un periplo por todo el siglo XX, de París a Jersón pasando por Moscú. "Las fronteras eran entonces más permeables, hasta que la llegada de la Unión Soviética hizo que mi país fuera visto como algo extraño y exótico, donde pasan cosas malas y vive una gente especial que soporta todas las desgracias", explicaba ayer, de visita en Barcelona.
La principal dificultad para Stepánova fue reconstruir las vidas de sus antepasados, personas discretas que “se esforzaron toda su vida en pasar desapercibidas” en unos tiempos agitados, marcados por guerras y persecuciones, y en cómo sortear los trucos de la memoria, sus lagunas y trampas. “¿Es justificable que haya escrito sobre gente que quería que su vida no tuviera trascendencia alguna? Claro que me planteo si les he traicionado. Deberíamos elaborar una declaración de los derechos de los muertos, porque no están y no podemos preguntarles. Pero al mismo tiempo, todos queremos recordar a nuestros antepasados”, reflexiona. El libro tiene algo de tratado sobre cómo opera la memoria, con citas a Sebald, Rancière y Susan Sontag, y también la constatación de que “cualquier vida, por insignificante que sea, tiene derecho a ser contada".
En la actualidad, Stepánova vive en Berlín, pero no pierde la esperanza de que algún día pueda volver a su piso en Moscú. La revista cultural "Colta" que dirigió durante 14 años fue cerrada dos semanas después de que empezara la guerra "como todas las publicaciones independientes rusas". “Hoy trabajar como periodista en Rusia es imposible porque no se puede llamar guerra a la guerra, y corres el riesgo de ir a la cárcel simplemente por participar en una manifestación o retuitear un mensaje de otra persona".
Hace cinco años, la autora visitó Jersón y Odessa, donde vivieron sus bisabuelos. Hoy no puede reprimir el escalofrío al pensar en el sufrimiento que están viviendo ambas ciudades, con un pasado muy traumático ligado a la revolución de 1917 y la Primera y la Segunda Guerra Mundial, cuando 10.000 judíos fueron masacrados. “La historia se repite. No quiero ni pensar en cómo estarán viviendo bajo las fuerzas de ocupación”, confiesa Stepanova, muy impactada por el asesinato del director de la orquesta de Jersón hace unos días por negarse a dirigir un concierto para las fuerzas rusas.
“La responsabilidad de lo que ocurre también recae sobre mis hombros. Es insoportable. Muchos intelectuales en Rusia hemos escrito, publicado y gritado sobre el peligro que se avecinaba, pero desgraciadamente no hemos podido cambiar la situación”. Sobre el futuro del conflicto, la autora se muestra pesimista. “No tengo un buen pronóstico”, afirma, “la guerra ha empujado todavía más a Putin a eliminar las voces que no están con él”.
La brecha del reclutamiento obligatorio
Sin embargo, el reclutamiento obligatorio ha abierto una brecha de descontento que podría ensancharse en los próximos meses. “Existía un acuerdo no escrito en Putin y la sociedad rusa que decía que él podía hacer lo que quisiera mientras eso no afectara a la vida privada de la gente. Ahora, ese pacto se ha roto”, destaca Stepanova. Las familias de rusos de a pie han convivido hasta ahora con ese pacto, también con los asesinatos por encargo de adversarios políticos o las guerras. Pero en las últimas semanas “la guerra ha entrado en casa de los rusos y eso supondrá un cambio”.
Es imposible saber qué piensan realmente los ciudadanos porque tal y como recuerda Stepánova, en Rusia la opinión pública no existe. Existe una porción cada vez más numerosa de la población que está en contra y otra parte equivalente a favor, que engulle cada día horas de propaganda en televisión. Stepánova está más interesada en el estrato de la población que queda entre esos dos polos y que cifra entorno al “50% o 60%” de la sociedad. “Están aletargados, esperando a ver qué pasa. Hay que pensar que los rusos llevan más de un siglo en una inercia de miedo terrible a expresar sus opiniones. No existe la vida social”, explica. “Lo que me da esperanza es que la capa social de apoyo a Putin en su mayoría gente mayor, con una mentalidad diferente a la de los jóvenes”.
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