Novela familiar

Miguel Ángel Oeste: "No se puede escribir bonito sobre el horror"

El escritor malagueño traslada su historia de maltrato, por parte de un padre abusivo, a 'Vengo de ese miedo', una novela confesional y dolorosa

Barcelona 22-09-2022 Icult. Entrevista con el escritor Miguel Ángel Oeste en el Hotel Evenia Roselló. AUTOR: MANU MITRU.

Barcelona 22-09-2022 Icult. Entrevista con el escritor Miguel Ángel Oeste en el Hotel Evenia Roselló. AUTOR: MANU MITRU. / Manu Mitru

Elena Hevia

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Eso de que las familias infelices no se parecen en nada entre sí quizá sea cierto pero la mayoría cuenta con un común denominador, la violencia ejercida de arriba a abajo. En las novelas que retratan esa disfuncionalidad, y que empiezan a ser legión, el relato familiar desgraciado puede estar servido de muchas maneras. Con una superficie de oropeles chic -en el ciclo de novelas de ‘Patrick Melrose’ de Edward St.Aubyn-. O a expensas de una clase media con valores supuestamente progresistas –‘La familia’ de Sara Mesa-. Y ahora nos llega ‘Vengo de ese miedo’ (Tusquets), el último trabajo del andaluz Miguel Ángel Oeste (Málaga, 1973), un chico crecido en las barriadas más humildes de Málaga, como El Palo o Pedregalejo, que se vale de su propia y más terrible experiencia para armar un libro literario sobre el maltrato. 

Este maltrato convertido en literatura nace de los abusos reales que él y su hermano sufrieron a manos de su padre, alcoholizado, drogado y embrutecido, que se tradujeron en golpes, falta de cuidado y humillaciones.

Héroe de western

Y claro, Miguel Ángel Oeste, no se apellida así. A lo largo de la conversación mantenida con él, y en su libro, aparece como un ‘leit-motiv’ constante la confesión de la propia cobardía de no haberse enfrentado a su padre, que ya murió. También falleció su madre, a quien el trato del marido acabó también envileciendo. Pero en el texto y en este apellido adoptado -el western es el territorio de los valientes- se percibe al héroe capaz de poner sus penas en observación y seguir avanzando. Escribir es redimir esa realidad.

Oeste lleva toda una vida arrastrando el proyecto de este libro en una trayectoria también atravesada por la crítica de cine. Pero hay, explica, un momento clave en el proceso gracias al cual eclosiona esta escritura. Es el nacimiento de su primera hija en 2012. “Es entonces cuando reviso mi infancia y me doy cuenta de que fui un niño que nunca había sido amado. A mí me hubiera gustado querer a mi padre. También me ha movido el profundo temor a trasmitir ese odio a las generaciones futuras”, cuenta evidenciando una apabullante combinación de fragilidad y determinación.

La escritura como sanación

No es extraño que el libro se inicie con una frase que es casi un disparo: “Quiero matar a mi padre” y continúe con una narración convulsa que sintoniza con lo que vivió el niño Miguel Ángel. “No se puede escribir bonito sobre el horror”, estima. La escritura va encontrando su orden y acaba encontrando una vía luminosa para la sanación a través de la comprensión de lo vivido. “Escribir para mí implica no perdonarme a mí mismo e intentar no repetir los roles aprendidos”, asegura.

El libro es también el retrato de una época, los años 70 de una Málaga que entraba en la modernidad gracias a una desarrollista Torremolinos,  pero permanecía anclada en el pasado a golpe de violencia doméstica. “Se zurraba a los niños y a nadie le parecía mal. Entonces eso quedaba en los límites de la casa y en cierta forma se normalizaba”.

Más muestras de valentía. Todavía hay mucha gente próxima a su familia que rechaza el libro de Oeste. “Algunos amigos de mi padre me trasmitían una imagen de buena persona que no tenía nada que ver con lo que yo viví de puertas adentro en casa”. Otros familiares decidieron no leer la novela. Otros le han reprochado haber aireado situaciones que habitualmente se mantienen en secreto. “La hermana de mi padre, aún doliéndole mucho el relato me ha apoyado”, revela. Cuando las certidumbres se tambalean, Oeste suele recurrir a una frase de Rosa Montero que le acompaña como un mantra: “Si consigues convertir el dolor en algo creativo entonces acaricias la sensación de ser invulnerable”.

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