Crítica de libros

Un hijo cualquiera, de Eduardo Halfon: una paternidad incierta

El autor guatemalteco reúne una serie de relatos tensado por el hilo argumental de la paternidad

Eduardo Halfon, en un hotel barcelonés.

Eduardo Halfon, en un hotel barcelonés. / JOAN PUIG

Ricardo Baixeras

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La poética de Eduardo Halfon (Guatemala, 1971) es circular en la medida en que sus temas (la identidad, la genealogía, el judaísmo, la memoria, la muerte, el nomadismo, la incertidumbre, el desasosiego, el destierro o el sentimiento de no pertenencia) aparecen repetidamente a través de “una narrativa [que] no es fluida. No es continua. Más que como una película, se manifiesta como una serie de imágenes fragmentadas. De cuadros, de recuadros. De fotografías (snapshots) viejas y gastadas, descolorándose ya tras el sucio celofán de un álbum familiar”. De este modo lo ha formulado Halfon en 'Biblioteca bizarra', libro del que, en cierto sentido, surge el centro neurálgico de 'Un hijo cualquiera' porque en aquel libro el relato “Halfon, boy” ya era una premonición de lo que significa en este el papel de la paternidad como hilo que tensa y une todos y cada uno de los relatos. El propio Halfon ha confesado que la experiencia de la paternidad ha modificado no tanto su escritura cuanto la perspectiva desde la que ha escrito este nuevo libro puesto que ya no solo se ve a sí mismo como hijo, sino también como hijo que es padre, es decir, como un ser que debe tomar decisiones sobre otro sintiendo “el peso de ser padre.”

Sigue muy presente en esta nueva entrega la sensación de estar leyendo una prosa elegante, exacta, convincente, breve y circunscrita a una serie de anécdotas conformadas desde un simbolismo estructural pergeñado por una intimidad que dibuja aquí la figura de un padre vulnerable, desde el momento en que aparece en su vida la figura de un hijo. Lo que le convierte en una figura casi fracasando antes de ejercer. Pero eso no debe hacernos pensar que la intimidad con la que escribe Halfon no esté conectada con acontecimientos alejados del núcleo familiar. Porque hay en su escritura la firme voluntad de establecer los lazos de una familia capaz de configurar una identidad inestable en la medida en que hay una Historia colectiva que debe ser narrada y recordada a través de una memoria imaginaria que reescribe los avatares de un yo confuso, como en “Beni”, en el que se da cuenta de una Guatemala atravesada por una violencia estremecedora; o como en “Papeles sueltos”, una lectura personal de 'Hambre' de Knut Hamsun y de cómo ese libro se convierte para el narrador en uno “de los mejores libros que he leído [pero] también uno de los peores.” 

Vuelve Halfon a conformar la escenografía de sus cuentos con la vida imaginada desde la literatura, con los libros escritos y leídos, y desde un pasado que ficcionaliza con la intención de resituar fragmentos afectivos personales en un espacio más amplio (de ahí la carga levemente simbólica) que es estético y casi litúrgico en la medida en que manifiesta un anclaje incierto como en 'Leer calladito'. La paternidad no es la tierra prometida, sino un barco varado en el pasado y lanzado hacia el futuro, la inquebrantable línea de continuidad de una narrativa que convierte en significativo lo insignificante y que no distingue realidad y ficción. Ambos terrenos conforman en Halfon una identidad movible cuya carga biográfica es ambigua porque siendo inevitablemente histórica deviene estrictamente ficcional.

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