Crítica de música

Madeleine Peyroux, el sutil eco de un mundo antiguo en la apertura del Festival de Jazz de Barcelona

La cantante estadounidense acudió a la versión más clásica de sí misma, la del álbum ‘Careless love’ (2004), para envolver el Palau con su cancionero teñido de jazz y blues

Madeleine Peyroux, en el Palau.

Madeleine Peyroux, en el Palau. / Ferran Sendra

Jordi Bianciotto

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Sensaciones de que el tiempo se había detenido, este martes en el Palau, en el regreso de Madeleine Peyroux tras los aplazamientos pandémicos: su escenario de siempre, un público fiel que le sigue de gira a gira y un guion musical con retrovisor, puesto que se trataba de celebrar la reedición ‘deluxe’ de su álbum más celebrado, el muy clásico ‘Careless love’ (2004). Noche de vibraciones exquisitas, con ecos de un mundo antiguo, para abrir la 54ª edición del Volldamm Festival de Jazz de Barcelona.

Se diría que Madeleine Peyroux, poco a poco, se va acercando a la edad que siempre pareció querer tener (ya va por los 48), vista su estética sonora ‘vintage’ y las capas de sufridas vivencias que acumula el repertorio. En sus conciertos mandan las resonancias de otro tiempo, los reflejos de una canción teñida de un jazz previo a la revolución ‘bebop’, con modos insinuantes, de gran elegancia, si bien aquejando cierta linealidad. Siempre terminas sintiendo que falta algo que rompa la cuarta pared y desate la emoción, aunque ella se aplique desplegando simpatía y piropeando, en un esforzado castellano, a los europeos en general, “que hablan más idiomas que los americanos”.

De Billie a Joséphine

La pauta la marcó ese ‘Careless love’ que en su día puso en circulación nombres como Billie Holiday y Bessie Smith, y que aportó 11 de sus 13 canciones. Ahí estuvieron el suave swing de ‘Don’t wait too long’, la palpitación ‘bluesy’ de ‘J’ai deux amours’ (pieza del repertorio de Joséphine Baker) y la vaporosa lentitud de ‘I’ll look around’, con su precisa dicción fluyendo entre los delicados andamiajes del cuarteto, distinguido por los pellizcos de guitarra de Jon Herington y la docta labor al piano y el órgano de Andy Ezrin.

Peyroux es la cantante capaz de gestionar un carraspeo inesperado sin descuadrar el ‘tempo’ (en la versión dinamizada de ‘Dance me to the end of love’, de Leonard Cohen), y todo en su modo de interpretar y de decir fue de una extrema pulcritud. Pero, aunque presentó un tema nuevo, ‘Heart’, afín a la tonalidad de la noche, dio un perfil atemporal y dejó fuera de plano su faceta de compositora, aireada en su último álbum (‘Anthem’, 2018), donde abría el espectro deslizando sutiles trames de funk y jazz-rock.

En lugar de decirnos que sigue moviéndose hacia otros territorios, prefirió recalar en el atril de Tom Jobim (‘Agua de beber’) y de Facundo Cabral: vivaz asalto en castellano a ‘No soy de aquí, ni soy de allá’, encarrilando el bis. Con todo ello, la noche se decantó por el ejercicio del reencuentro con todo aquello que la puso en el mapa casi dos décadas atrás, quizá buscando ahí la inspiración para lo que esté por venir.

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